Un divertido stand-up de un comediante ironizaba con humor sobre la evolución humana:

Dios inventa el mundo, luego crea a los dinosaurios. Un día se aburrió de ellos, los barrió y los reemplazó por los humanos. Pasan los siglos y los humanos se vuelven más listos y jugando a ser Dios, crean al robot. El robot se vuelve mucho más listo que su creador y de pronto jugará a ser Dios para reemplazar a los humanos.

La tecnología de inteligencia artificial (IA) ya es una realidad. Ya no se trata de un tópico de la «ciencia ficción» a través de libros, películas y animes. Ya no es un cuento chino. Porque ChatGPT es prueba de ello y ha llegado para quedarse. La frase de «el futuro es ahora» nunca fue tan cierta.

El ChatGPT un sistema de inteligencia artificial programado con más de 25 mil palabras (y en múltiples idiomas) para mantener conversaciones más complejas con seres humanos. Este sistema, inventado por la compañía OpenAI permite realizar complejas tareas relacionadas con el lenguaje escrito en apenas segundos, desde traducción a otros idiomas hasta generación de textos. Se puede interactuar con una sencilla interfaz de chat y puede escribir todo tipo de textos, desde chistes hasta poemas, textos escolares, guiones de cortometrajes e incluso cuentos, además de responder sobre cualquier tema. Las respuestas del robot son precisas, rápidas y muy diplomáticas. Hay incluso quienes consideran que ChatGPT es más eficiente que Google y que probablemente lo desbancará en un futuro próximo ya que ofrece resultados muy eficientes en pocos segundos. El sistema ya cuenta con más de 100 millones de usuarios.

Pero ChatGPT es sólo una muestra del poder de la IA, ya que además existen otras tecnologías que ya pueden generar cualquier imagen en alta calidad con sólo indicar la descripción, con resultados asombrosos. El cielo parece ser el límite, sin embargo, es válido también abordar el lado oscuro de esta tecnología. Y es por ello por lo que surgen muchas interrogantes de la cuales aún queda mucho trecho para ser respondidas.

¿Estamos listo para la evolución de esta tecnología? ¿Su uso se encuentra en buenas manos? El debate ya está abierto. Recientemente un grupo de expertos tecnológicos -incluyendo a Elon Musk uno de los fundadores de OpenAI- firmaron para darle una pausa de seis meses en la investigación de las IA, advirtiendo que podrían haber «grandes riesgos para la humanidad» si estas no se regulan correctamente. Resumiendo, en una palabra: descontrol. Esta petición significa una prórroga para el funcionamiento de estas tecnologías hasta que se establezcan sistemas de seguridad y mayores regulaciones, para vigilar a las IA, además de implementar técnicas que permitan distinguir entre lo real y artificial. Lo más perturbador del asunto, es la aseveración de Sam Altman, diseñador de ChatGPT, quien reconoce tener «un poco de miedo» de su creación, ya que esta puede ser utilizada para desinformación a gran escala o ciberataques.

El dilema ético sobre el uso de esta tecnología disruptiva ya se encuentra sobre el tapete. Es por ello por lo que, me atrevo a contar esta pequeña historia epistolar y distópica sobre qué pasaría si lo dejáramos todo en las manos de una poderosa y omnipotente IA en un futuro próximo.

Marzo 2042

«¡Cómo te extraño Esther!

Es una noche lluviosa. Escribo esta carta en puño y letra como lo hacían mis abuelos, cómo lo hacían mis bisabuelos. Cuando todo acto era más orgánico, más natural y menos artificial. Más humano. Sí, todo era más humano antes. Ya no sé cuándo empecé a odiar todo lo que no sea humano. A todo lo que no esté vivo. Empezando por las computadoras y, sobre todo, a las malditas IAs que llegaron para llevárselo todo.

Acabo de llegar a casa, cansado, con la ropa mojada. Nuestro hijo aún duerme, indiferente a nuestra miseria, soñando con unicornios y pegasos tal vez. Porque cualquier fantasía es mejor que esta realidad de mierda que ahora nos agobia al 80% de humanos. Como sabes, tengo un doctorado en Educación y hacía cinco años aún trabajaba como profesor escolar. El trabajo de la docencia es el más noble e importante en la formación de futuros ciudadanos, pero eso ya no le importa a nuestro corrupto Gobierno. Lo niños ahora aprenden por robots y la situación en el país es aún peor que nunca. Millones de profesionales de mediana edad como yo andan desempleados. Subsistimos con vender cosas prohibidas por el contrabando y debemos andar con cuidado en la calle, bajo el refugio de las sombras. Vivimos vigilados. Nunca pensé que el maldito Orwell sería tan visionario cuando publicó 1984. Sólo que en vez de tener a un Gran Hermano que nos vigila, tenemos drones que invaden la privacidad de las viviendas con total impunidad. ¡Cómo odio a ese maldito presidente Gonzáles! Ese vendido a los chinos. Sí esos que ahora gobiernan al mundo, hicieron de mi país una colonia y dejaron a Papá USA bien enterrado en su tumba y con deudas más altas que el Everest.

Los ricos viven más ricos y los pobres como nosotros debemos esquivar las balas de los criminales que todo lo quieren conseguir a la fuerza y matan por deporte. Mateo aún sigue durmiendo. Tiene ocho y es un niño hermoso. Veo tus ojos todos los días en él. Es por ello por lo que me torturo a mí mismo preguntándome ¿en qué momento se arruinó todo? ¿qué futuro le espera a mi hijo? ¿cómo dejamos que la IA se apoderara del mundo para que millones nos quedáramos sin trabajo? ¡Ojalá aún estuvieras conmigo Esther! Los tres juntos enfrentaríamos el mundo. Pero debo resistir por él. Soy todo lo que él tiene. Los ‘Libertadores’ parecen estar muy cerca de destruir los principales servidores para matar a la IA. El Gobierno los llama «terroristas». Yo los llamo héroes. Tal vez quede un poco de esperanza. El hambre es terrible, pero debemos superarlo. Sólo queda resistir más. Sé que desde algún lugar puedes leerme y sé que de alguna forma nos protegerás. Te amo por siempre.

Gabriel».

Esta historia bien podría ser algo exagerada y es posible que otras ficciones populares como Terminator o Yo Robot sigan siendo nada más que ficciones. Sin embargo, cabe preguntarse ¿existe suficiente voluntad ética para regular estas tecnologías? ¿qué pasaría si por la ambición desmedida de algunos desarrolladores y empresarios, la IA empieza a empoderarse aún más, para transformar este mundo hacia uno más automatizado y menos «humano»?

Autores visionarios de ciencia ficción como Frank Herbert, Issac Asimov y Philip K. Dick vislumbraron distopías que advertían sobre los peligros de la inteligencia artificial. Por ejemplo, Herbert, nos contaba en su saga Dune sobre la «Yihad Butleriana», un evento ficticio en el que se desarrolló una guerra futurista donde los seres humanos lograron vencer a los ordenadores, máquinas pensantes y robots que los habían esclavizado. Asimismo, Asimov (Yo Robot) y Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) imaginaban la rebeldía de seres artificiales humanoides que obtuvieron demasiada consciencia de sí mismos y amenazaban la vida humana.

Dejaré más interrogantes:

  • ¿Puede un robot componer algo tan bello como los Nocturnos de Chopin?
  • ¿Puede un robot sentir o simular alegría, dolor, sufrimiento y presumir de autenticidad con los poemas que compone?
  • ¿Se puede falsear el fascinante proceso creativo de una mente humana, considerando los detalles de su creación desde la inspiración, la experiencia previa, la visión personal, las influencias y todo aquello que compone una obra artística?
  • ¿Es atrevido aseverar que un robot, jamás creará algo tan excelso como una sonata de Bach o Mozart? o ¿una apasionada sinfonía de Beethoven? ¿Un robot alguna vez conocerá lo que es sentir desesperación y convertirla en trazos frenéticos de color y figuras como terapia, tal como lo hizo un atormentado Van Gogh?
  • ¿Puede un robot pintar como Frida Kahlo, emular su dolor físico y convertirlo en arte?

En teoría, la IA debería ser una aliada, una herramienta, más no un reemplazo, ni mucho menos, una enemiga. Por lo tanto, es válido hacerse estas interrogantes ante un futuro que hacía pocos años, vislumbrábamos como imposible, pero que, ahora es más real y tangible que nunca.