Las relaciones diplomáticas entre ambas potencias comenzaron con el viaje secreto de Henry Kissinger en 1971 a Beijing que preparó el camino para la visita a China del entonces presidente Richard Nixon. Así empezaba el acercamiento estadounidense a la República Popular China.

Las gestiones de Nixon y Kissinger se proponían contener a la antigua Unión Soviética fortaleciendo la posición estadounidense en Asia y en el sistema internacional y obtener el apoyo de China para finalizar la guerra en Vietnam. El primer punto se logró con creces y el segundo no tanto.

El proceso de negociación iniciado por Kissinger y Nixon culminó con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas partes que se concreta en 1979 durante la administración de Jimmy Carter en Washington y el gobierno de Deng Xiaoping en Beijing. Efectivamente, el Comunicado Conjunto Sinoestadounidense del 1 de enero de 1979 estableció las relaciones oficiales entre las dos potencias.

Las relaciones entre Estados Unidos y China son esencialmente estratégicas en la configuración del sistema internacional durante el siglo XXI.

Pandemia global y aires de guerra fría

Sin embargo, durante el año 2020, año de la recesión global inducida por la pandemia de la COVID-19 y las políticas sanitarias y económicas de respuesta, se evidenció con creces que las relaciones entre Estados Unidos y China pasaban por un período de fricciones y confrontación sin precedentes desde la firma de las relaciones diplomáticas e, incluso, desde 1949, año de la revolución de Mao.

La pandemia parecía como una guerra biológica, pero nunca se supo desatada por quién. En algún momento nos sentimos como si estuviéramos al borde de la primera guerra mundial del siglo XXI.

En ese contexto social y emocional surgió una retórica y un ambiente como de nueva guerra fría. Esta vez ya no entre los Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, sino entre los Estados Unidos y la República Popular China. Estados Unidos pugnando por mantenerse como la primera potencia mundial y China como la aspirante para desplazar a los Estados Unidos del primer lugar.

La China muy marxista, leninista e incluso estalinista, pero también muy pobre y débil económicamente durante el tiempo de Mao pasó a convertirse en la China de la apertura comercial al mundo y el crecimiento económico durante los gobiernos de Deng Xiaoping. Pero ya en la etapa de Xi Jinping, China se distingue por sus avances económicos y por el despertar de sus ambiciones globales.

Al mirar la crisis de 2008 en los Estados Unidos y en la economía global el mandatario chino Xi siente que llegó el momento de desplazar a Estados Unidos y su gestión se caracteriza por una China que golpea la mesa muy segura de sí misma y muy deseosa de ocupar el primer lugar del escenario. Pero entonces llegó Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Trump frente a China

Uno de los rasgos esenciales de la administración de Donald Trump y Mike Pence fue su relación de línea dura, fricciones y conflictos con China. Ese fue el tono de Trump, secundado por Mike Pompeo, su secretario de Estado.

Buena parte de su gobierno se caracterizó por una guerra comercial con China, pero el factor que llevó el enfrentamiento a su punto más crítico fue el conjunto de acusaciones mutuas entre ambas potencias sobre el origen y el manejo de la COVID-19.

La administración Trump como sabemos fue nacionalista y también proteccionista. Como parte de su guerra comercial con China, Trump aumentó los aranceles al aluminio y al acero de la potencia asiática. Entonces se decía que él utilizaba el proteccionismo como medio de negociación con la potencia adversaria y no como fin en sí. China le respondió con más aranceles. Según Trump sus políticas de aranceles «fueron una respuesta a las prácticas desleales de China durante muchos años».

Hubo, sin embargo, muchos otros temas de tensión y discordia con China que se manifestaron durante la administración Trump tales como los siguientes:

  1. El cierre de consulados en Houston y Chengdu.
  2. La aprobación de la Ley de Seguridad Nacional de China en la ciudad de Hong Kong y las correspondientes represalias desde Washington por tal aprobación.
  3. Las amenazas del mandatario chino Xi Jin Ping de invadir Taiwán si el gobierno de Taipéi declaraba la independencia formal… y el proyecto de respuesta ante la eventual invasión presentado en el Congreso de los Estados Unidos.
  4. El desplazamiento de tres portaviones nucleares de la Séptima Flota de los Estados Unidos al Mar del Sur de la China para disuadir a Beijing de apoyar a sus aliados de la zona. Los portaviones Nimita, Ronald Reagan y Teodoro Roosevelt llegaron a estar en el Mar de Filipinas frente a las costas de China. Cada uno de ellos con 70 aviones de combate y otros cuatro buques de guerra como escoltas.
  5. El gobierno de Washington estuvo recordando temas sensibles para China como la situación de las minorías Uigures en la zona de Xinjiang.
  6. El gobierno de los Estados Unidos salió de la Organización Mundial de la Salud afirmando que era un instrumento de China.
  7. Resurgió fuertemente el tema de la competencia entre ambas potencias sobre las redes de quinta generación para telefonía móvil. Estados Unidos estuvo influyendo en sus aliados más cercanos para que no utilizaran las tecnologías 5G de la compañía china Huawei.
  8. Empezó el desacoplamiento y salida de las inversiones de China de los Estados Unidos y de sus aliados más próximos tales como Japón, Reino Unido y Australia, entre otros.

En fin, un conjunto de fricciones, conflictos y enfrentamientos por doquier entre ambas superpotencias.

Como ya sabemos en su relación con China, Trump fue unilateral, no multilateral. Trabajaba buscando el interés nacional de los Estados Unidos y dejó relativamente inactivos al G7 y a la misma OTAN. Tampoco tomaba mucho en cuenta a la Unión Europea ni a aliados como Japón. Y su tono general fue de línea dura contra China y relación respetuosa con Rusia.

Ese cuadro general se mantuvo durante toda la campaña electoral estadounidense que culminó con la victoria de la fórmula del partido demócrata en noviembre de 2020.

Biden frente a China

El 20 de enero de 2021 se instaló la administración demócrata de Joe Biden y Kamala Harris con nuevas tonalidades. El secretario de Estado fue, desde entonces, el diplomático centrista, atlantista y multilateralista, Antony Blinken.

Biden no considera a China un enemigo o adversario, sino como un competidor. Predomina en su administración un tono más diplomático y multilateral de promover el interés nacional de los Estados Unidos.

Se procura mejorar y fortalecer los lazos institucionales con el G7, la Unión Europea, la OTAN, el G20 y la Organización de las Naciones Unidas. Se trabaja más coordinando con los organismos internacionales.

Se nota un afán de apoyarse en sus aliados del Asia-Pacífico para frenar a China. La administración Biden procura que la rivalidad y la competencia entre China y los Estados Unidos se convierta en rivalidad y competencia de China versus Washington y sus aliados.

Se produce una abrupta retirada militar del Oriente Medio, especialmente de Irak y Afganistán y la tendencia a orientar prioritariamente sus recursos financieros y militares hacia el Asia-Pacífico.

Biden tiende a fortalecer sus alianzas políticas y militares en el Asia-Pacífico, especialmente la formación del Quad con Australia, la India y Japón.

Las mayores preocupaciones ya no están en el Oriente Medio sino en el Asia-Pacífico, donde China es el gran desafío y competidor y donde el punto de mayor conflictividad es el estrecho de Taiwán y sus alrededores tales como Filipinas y las Islas Senkaku en Japón.

No se cumplieron las expectativas de algunos analistas en el sentido de que la administración demócrata de Biden iba a vivir en luna de miel con el gobierno de Xi Jinping. Por el contrario, han continuado las tensiones en los temas geopolíticos y comerciales. Si bien hay que matizar que hubo áreas de mejoramiento de la relación entre ambas potencias, por ejemplo, en la lucha contra el terrorismo internacional. Y algunos diálogos en agendas de cambio climático.

Biden mantuvo las altas tarifas de importación a los productos chinos y continuó promoviendo políticas de desacoplamiento favoreciendo la reubicación de las inversiones hacia sitios más amigables. Es decir que ha continuado la tendencia al nearshoring y al friendshoring.

Más recientemente la red social TikTok, creada en China, es motivo de preocupación porque se afirma desde círculos oficiales que puede utilizarse para espionaje o para manipulación social e ideológica.

Biden ha incrementado fuertemente el apoyo a Taiwán, particularmente en los ámbitos militar, político y diplomático. Y en varias oportunidades durante al año 2022 el presidente Biden ha dicho que Estados Unidos defendería Taiwán en caso de una invasión de China a la isla. Solamente el pasado 3 de septiembre de 2022 el Senado estadounidense le aprobó 1,100 millones de dólares de ayuda militar a Taiwán.

Las tensiones continuaron como se puso en evidencia durante el sonado viaje de Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes a Taiwán y las respuestas de China.

Hay una competencia en el Congreso estadounidense entre republicanos y demócratas para ganarse el premio de ser mayores aliados y amigos de Taiwán. El consenso bipartidista es pro-Taiwán, pero manteniendo las relaciones diplomáticas con China.

Los mayores distanciamientos entre Estados Unidos y China giran en torno al tema de Taiwán, de gran potencial conflictivo que eventualmente puede desembocar en un enfrentamiento militar en el estrecho de Taiwán.

Invasión de Ucrania

Sin embargo, hay un hecho que cambió radicalmente el ajedrez sobre el cual se jugaba y se juega la relación entre las dos superpotencias y fue la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022.

A partir de entonces ya el desafío geopolítico principal para la administración Biden-Harris será más claramente la Rusia de Vladimir Putin y la guerra en Ucrania. Aunque se mantiene la preocupación respecto a la relación con China. Así, por ejemplo, durante la última Cumbre de la OTAN en Madrid por primera vez se invitó a mandatarios asiáticos y se definió a Rusia como la principal amenaza y a China como un desafío para las democracias de la OTAN. Y durante la próxima cumbre del G7 que tendrá lugar del 19 al 21 de mayo próximo en Hiroshima, Japón se tratarán como amenazas geopolíticas tanto la invasión de Rusia a Ucrania como los riesgos a la seguridad, al libre comercio internacional, a las cadenas de suministros de semiconductores y a la paz en el estrecho de Taiwán y sus alrededores.

Tanto para el primer ministro japonés, Fumio Kishida, que presidirá la reunión como para la diplomacia de los Estados Unidos, a ambos temas se les brinda, cada vez más, un abordaje entrelazado.

Desde luego en los aires preelectorales que ya empezaron en los Estados Unidos uno de los temas de la agenda electoral será el de las relaciones con China… y por supuesto también con Rusia, durante el próximo gobierno estadounidense que empezará en enero de 2025.

Es muy temprano para hacer pronósticos sobre el resultado de las próximas elecciones estadounidenses pero el tipo de relaciones diplomáticas, económicas, comerciales y geopolíticas con China será crucial no solo para entender los vínculos entre las dos mayores potencias del planeta sino también la configuración del sistema internacional en su conjunto.

El tema de las relaciones diplomáticas y estratégicas entre Estados Unidos y China es esencial para entender el orden internacional del siglo XXI a partir de enero de 2025, sea con una administración demócrata o con una administración republicana.