Los espacios expositivos de Teorética en el céntrico barrio Amón de la ciudad de San José, Costa Rica, exhiben la propuesta «Solamente yo puedo confeccionar mi mañana» (Hilvanando historias de Honduras), título que refiere a un poema de la hondureña Clementina Suárez (1902-1991), el cual nos activa a presenciar el arte contemporáneo de las también hondureñas Xenia Mejía (1958), Regina Aguilar (1954) y Celsa Flores (1952), curada por Susana Sánchez Carballo (Cr) y Leonardo González (Hn), inaugurada en Octubre de 2022, y la percepción de un istmo centroamericano en llamas.

Hoguera que no apaga

Estas artistas hilvanan entre sí el hilo fogoso de sus prácticas artísticas donde, además de fibras, hay bordes geográficos; enhebran trazos que vuelven porosas las cartografías; marcan vías, puentes, mares, ríos, volcanes, e inmigrantes que con su caminar encienden a esta tierra física e interiorizada en cada una de estas artistas y en nosotros sus espectadores, tal y como la visionaron Illimani de los Andes (Nic), Erandi Ávalos (Méx) y quien escribe para la propuesta «Mesoamérica Tierra Encendida» 2021, Sala Umbral del Museo de Jade y la Cultura Precolombina, también en San José. Se trata del transitar en el mismo «Estrecho Dudoso», que visionó Virginia Pérez-Ratton (1950-2010) y Tamara Díaz-Bringas (1973-2022), con aquella exhibición de 2006 en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) y otros espacios de la capital San José; un istmo extendido a Mesoamérica donde regeneran poéticas que emergen de aquel abismo interior referido por el filósofo y poeta de la isla caribeña de Martinica, Eduard Glissant, en Poética de la Relación, 2018.

Y refiero a estas dos artistas en particular, Xenia y Regina, por ser ellas expositoras en «Mesótica II Centroamérica: regeneración», curada por la misma Virginia y Rolando Castellón para el MADC en 1996, y porque me tocó montar sus obras en la galería del Instituto Ítalo Latinoamericano (IILA), Piazza Cairoli de Roma, y en Docks Dora de la ciudad de Turín, región Piamonte, Italia, en 1997, comisionado por el MADC. Aquella experiencia observó vicisitudes en tanto que son otra categoría de la memoria de un proyecto regional que por primera vez circuló por varias ciudades europeas, además de Roma y Turín, lo hizo en Madrid, París, y Apperdorn Holanda, itinerario que impele hoy a visualizar un mapeo memorable de abundantes visiones, realidades y aquellas encrucijadas sorteadas al enrumbar por las rutas del istmo, tal y como ocurre con los inmigrantes para quienes no cesa la desesperanza y violencia.

En la urdimbre de recuerdos de estas artistas vislumbro narrativas y relatos de enorme interés: palpar la opinión de la prensa italiana, o algunos razonamientos de terceros que visitaron las salas. De manera que entretejer con lo que hoy presenta Teorética, motiva rememorar tal y como lo logra el identificador gráfico del título: «Solamente yo puedo confeccionar mi mañana», verso, como se dijo, del poema de la hondureña Clementina Suárez (1902-1991), asesinada por ser contraria a las imposiciones sociales y políticas además de ser genuina promotora de la cultura de aquel país. El isotipo en el cual intrinca la idea de tejido, pero también de hilos de marioneta, fue diseñado por la artista costarricense Tatiana Vargas García.

Pero existe otro detonante más que remueve ese tejido e implica con otras tres colectivas que se inauguraron el mismo mes de octubre en San José: la «Mayinca Textil» en la Galería de la Escuela Casa del Artista, instancia del Museo de Arte Costarricense, también curada por Rolando Castellón y quien escribe; la Bienal de Textil Contemporáneo WTA en Galería Nacional, y «Textiles pequeño formato» en Fundación Omar Dengo, ambas curadas por Paulina Ortiz; definitivamente suman a este «lienzo mesoamericano» que borda el trabajo, vidas y memorias de estas mujeres del arte regional, y, que alguna manera intenta «despatriarcalizar» sus aportes.

Son razón para hilvanar estos pensamientos con el texto esclarecedor de la curaduría:

Con el deseo de investigar y entramar importantes experiencias feministas en Centroamérica y con el objetivo de poder recuperarlas, en el año 2020 las artistas, curadoras e investigadoras, Gala Berger (Argentina), quien ahora vive y trabaja entre Lima y Buenos Aires, y Susana Sánchez Carballo (Costa Rica) ambas codirectoras de Casa Ma (colectiva de Costa Rica de mujeres artistas), ellas comenzaron a desarrollar un programa de podcasts llamados «Relatos Extemporáneos», con el apoyo de LL Proyectos de Honduras (Plataforma de arte contemporáneo), cofundado por el artista, curador e investigador Leonardo González y la curadora Karon Corrales (Sánchez y González. Texto curatorial, 2022).

Suma a todas estas energías portadoras de la cultura regional destacar el aporte del Centro Cultural de España, precisamente al celebrar sus treinta años de establecimiento en Costa Rica.

Agrega Susana, además, que el proyecto comenzó a dar pasos de manera autogestionada, con recursos económicos propios, y en medio de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la COVID-19. Se sumó a esto el impacto negativo que tuvo para la comunidad artística dicho receso obligado por las pérdidas de fuentes de trabajos e ingresos. Y, con enorme empoderamiento, la curadora valora:

Sin embargo, el miedo no logró paralizar el propósito de construir una colectividad que trascendiera fronteras; más bien, sirvió como detonante para recuperar y destacar las historias recientes de prácticas artísticas hechas por mujeres en la región centroamericana, que quedaron plasmadas y registradas en testimonios orales, grabaciones de audio e imágenes de archivos locales. De esta manera se comenzó a realizar un trabajo de pesquisa que busca desarrollar un archivo vivo, rastrear comunidades afectivas y entablar una línea de diálogo con el arte contemporáneo centroamericano de los últimos 30 años (Sánchez y González, 2022).

Lo expuesto en Teorética

Al ingresar a las salas, impacta la instalación de Regina Aguilar de una joven mujer asumiendo la pose de guerrera, empoderada por las circunstancias, y delante de ella, varios objetos rotan como un acto mágico en torno a la belleza de ese cuerpo femenino desnudo: La Poderosa, instalación, 2000. Además, sus brazos, crean la cadencia que sugiere apreciar la inmanencia y sensualidad de una diosa, dueña de aquellos objetos provenientes del imaginario material, y que originan la percepción de ritos funerarios ancestrales. Esa capacidad motora y simbólica de los seis brazos son signo de la realidad, lo propuesto en el día a día, aquello que distingue a las mujeres centroamericanas, muchas de las cuales levantan la acción cotidiana para sacar a flote a toda una familia, como verdaderas cariátides que sostienen a la sociedad y cultura actual.

La hoguera de Xenia Mejía

Volver a mirar la obra de esta artista me recuerda otras instancias como la mencionada «Mesótica II Centroamérica regeneración». Era un cuartito con un puñado de caras de niños centroamericanos hambrientos representados en impresos sobre tortillas de maíz, dispuestas a su vez en comales, y en la pared de fondo, una repisa con biberones eran remarcados por la fotografía proyectada con los barrotes de una cárcel; visión de este istmo cuyas realidades empujan a los habitantes a buscar una mejor semilla que sembrar en sus tierras ásperas, oportunidades a veces secuestradas por neofilibusteros que aún intentan manejarnos como a marionetas.

Para la Décima Bienal Centroamericana 2016, en el MADC, Xenia ya tocaba el abordaje de los manglares, humedales y raíces que se hunden en esa diversidad de terreno pantanoso, lo cual representa la complejidad de la vida tan amarrada a la vorágine del día a día, tremedal a atravesar como lo es el Tapón del Darién para los migrantes y la sobrevivencia de toda la familia, a pesar de tantas incertidumbres que desdibujan el devenir. En otra pieza un conjunto de múltiples con una técnica similar a monotipias, Xenia evoca la destrucción que provocó a su país y a la región el siniestro paso del huracán Mitch en 1998, con una gráfica de gestos y recursos tectónicos de sensible impacto visual, y con ello reimagina el origen de esa trabazón social que arremete. Pero al llegar a la sala central, recrudece aún más la percepción de violencia y muerte, al mirar unos cuerpos cuyas articulaciones fueron sustituidas por carnes rojas: Perfil de ciudad. De inmediato pensé en los lenguajes execrables del accionista vienés Hermann Nitsch, pero, además, Xenia agrega otras sustancias gelatinosas que incrementan el desasosiego, al percibir esas superficies desdibujadas por las circunstancias y el tiempo.

Celsa Flores: intimidad y reflexión

Mentalizo otras piezas que anclan en este comentario de lo expuesto en Teorética, que Celsa Flores enmarca en estos abordajes, y son Enjambre, de enorme sensibilidad e intimidad femenina, el cual elabora un fuerte anclaje de interpretación, que motiva a avistar un cuerpo de mujer recubierta por un velo entre pliegues y transparencias de esos ropajes característicos de lo femenino adosados a la pared de la sala, como si esta —la pared—, fuese parte de la trama y enigma de un personaje ausente. Además, expone la pieza Tú peinas y despeinas mi cabello, 2012-2013, técnica mixta con foto-transparencia, collage y acrílico, con motivos que observan la intensidad de esas contingencias que recrudecen en relación con los comportamientos en esta convulsa sociedad actual, y en particular, repito, la de esta faja terrestre entre mares y volcanes que llamamos América Central, y que año a año nos conmueven con altas cifras de violencia contra la mujer. Se aprecian de esta autora, además, algunos retratos de trazo gestual y potente plasticidad los cuales se exhiben en la sala de acceso, y que son su investigación sobre ese absurdo signo que arrecia, en este caso en la pintura. Entre las actividades complementarias a la exposición se realizó una acción performática por parte de esta artista Celsa Flores titulada Desde la Urdimbre, y un conversatorio con las artistas y equipo curatorial, tenido en Satisfactory (Barrio Escalante), espacio cultural fundado y dirigido por la también curadora Erika Martin.

La casa de Teorética en la barriada capitalina de Amón, luce renovada en su fachada principal, encendida, transformada como un nuevo soporte ahora para las letras centroamericanas, y en particular, del verso de la poeta hondureña de quien, como ya expresé, proviene el título de la actual propuesta, intertextualidad y verbalidad que nos interioriza y engulle a los abismos personales de muchas voces que sortean las rutas de tránsito en este «estrecho dudoso», tal y como lo llamó Virginia Pérez-Ratton en sus escritos de la primera década de este siglo.

Interaccionismo simbólico

En la primera sala del lado V de Teorética, se exhibe una de aquellas esculturas de Regina Aguilar, talladas en granito volcánico que estuvieran expuestas en la tan recordada «Mesótica II», evento que se convirtió en un punto de inflexión para un antes y un después de las prácticas artísticas regionales contemporáneas; el minimalismo y lenguaje de esa pieza evoca el potente arte originario maya que se transforma en cuanto a lenguaje, pero mantiene la esencia y el uso del material.

A partir de aquel proceso, muchos beneficios ocurrieron en Centroamérica respecto a su arte, circulación y visibilización, de un arte beligerante con resonancias a cañón y metralla, que fustigaba la anterior percepción con «cuadritos souvenirs» de flores multicolores y paisajes de ensoñación, que acudían a Venecia cada dos años llevados por los familiares y amigotes de los gobiernos de turno; eran representaciones alejadas de la realidad del arte centroamericano, y que, de alguna manera, la renovación puso las miradas en artistas que antes de 1997 nadie se fijaba.

Ese fue el gran legado de Virginia (creadora de Teorética en los albores de este siglo), como gestora cultural internacional, hasta su deceso en 2010, que nos dejó visibilizadas a artistas de la cala de Isabel Ruiz y Regina Galindo de Guatemala, la Patricia Belli y Claudia Gordillo de Nicaragua, Priscilla Monge, Karla Solano y Emilia Villegas de Costa Rica, Marta Eugenia Valle de El Salvador, Regina y Xenia de Honduras, entre otras tantas mujeres cuyos abordajes detonan en su acción y simbolismos de estos territorios encendidos.

Otra de las piezas que destaco por su naturaleza crítica, es La Red, de Regina Aguilar, con la cual participó en la Séptima Bienal de La Habana: una serie de cuerpos en blanco que flotan en un limbo que, por su título intrinca con la percepción de red humana, cuyo levitar se extiende hasta donde la imaginación de nosotros como espectadores pongamos límite, y que de otra manera visiona la realidad del istmo, de individuos que al buscar salir de la crisis flotan, hasta donde nadie imagina que existan oportunidades.

San Juancito de la Sierra

De esta misma artista se tiene muy presente el proyecto que en 1992 creó la Fundación San Juancito de Honduras, en un lugar donde ayer funcionaba una minería. Ahí Regina construyó su taller e integró a la comunidad de exmineros y jóvenes desempleados, para capacitarlos en técnicas artesanales y artísticas. Comenta, por su parte, los curadores Sánchez-Carballo y González:

Los estudiantes de la Escuela Taller San Juancito practican los oficios complementando su formación con un programa de educación artística y de microempresariado para que, al egresar del centro, estén capacitados para diseñar sus propios objetos y manejar sus talleres (Sánchez y Gonzáles 2022).

Este aspecto agrega una percepción más que observa la obra de arte actual en estos tiempos tan singulares, que no son solo esculturas, instalaciones, videos, fotografías, grabados, pinturas, collages, sino un proyecto del orden comunal y social, el cual marca a toda la comunidad, y se vuelve, tal y como se dijo, en una obra de arte muy consistente y actual, oportuna para representar a la región en los escenarios de alta visibilidad del arte contemporáneo internacional.

A manera de conclusión

Dije que tenía aspectos que relatar de las experiencias del montaje de «Mesótica II» y en particular de la pieza de Xenia en Roma y Turín. La pieza de esas memorias de Xenia en Mesótica, Memoria 1996, necesitaba de un entorno quizás ensombrecido y austero que afectara a los materiales y objetos de esa instalación, muy de carácter Povera, por los comales, las tortillas y los biberones. Pues Virginia y quien relata, nos fuimos a revolcar cartones y maderas de desecho en la construcción en ese año 1997 de una parte del Metro de Roma, que llega hoy hasta el Largo Argentina, cercano al espacio expositivo de Piazza Cairoli y al Campo de Fiori, precisamente donde un día ya lejano se erigió el monumento a un personaje sombrío y enigmático, ahí mismo donde pereció en la hoguera. Me refiero a Giordano Bruno, y el monumento agrega una frase lapidaria, pero de enorme carga de significado actual, precisamente cuando cunde tanta violencia y desesperanza en este mundo: «Ahí, donde el fuego arde».