Muy recientemente, el 10 de febrero de este año 2022, falleció en el hospital americano de Neuilly-sur Seine en París, el investigador francés Jean Luc Montagnier, a la edad de 89 años. Murió rodeado de fama por ganar el premio Nobel de medicina al haber descubierto el virus causante del síndrome de inmunodeficiencia humana, junto con su colaboradora Francoise Barré Sinoussi, pero denostado y rechazado en gran parte del mundo científico en los últimos años por sus posturas en contra del pensamiento académico ortodoxo, como en los casos del autismo, la homeopatía, la curación natural del SIDA, el origen de la COVID-19, su oposición a las vacunas, entre otras posiciones contrarias al pensamiento científico vigente. La publicación francesa Le Figaro resumió este ocaso de sus últimos años como «un lento naufragio científico». Incluso el diario El País de Madrid en su obituario (Ansede, M.) le llamó sin atenuantes, «el virólogo antivacunas que dilapidó su prestigio». Las causas o razones de este proceder las desconocemos. Algunos se han atrevido a suponer la «locura de un genio» o quizás su descontento con la ciencia, por la enorme polémica desatada con el virólogo norteamericano Robert Gallo, quién se atrevió a disputarle injustamente (y hasta canallescamente) la supremacía de haber descubierto el agente causal del SIDA. Al final, se reconoció que fue Montagnier y su equipo quienes lo hicieron, pero el largo y penoso altercado, tiene que haber dejado huella indeleble en la mente del investigador francés.

Sin embargo, nada ni nadie puede quitarle el mérito de su largo y laborioso trabajo en el campo de la virología.

Los primeros años

Nació en Chabris, un burgo como él mismo describió, «más grande que un pueblo, pero más pequeño que una ciudad», en Indre, en el centro de Francia, en 1932. Fue hijo único, siendo su padre el contabilista Antoine Montagnier, cuyos antepasados provenían de Auvergne, región de grande planicies y antiguos volcanes, estos últimos siendo quizás el origen de su apellido puesto que Montagnier significa «el hombre que vive en las montañas», y su madre Marianne Rouselletet, fue costurera y acomodadora de teatro. De esa época de su niñez, Luc recordó siempre dos momentos muy significativos: el ser atropellado por un carro que casi le cuesta la vida y que le ocasionó múltiples heridas, dejándole cicatrices que le acompañarían el resto de sus días, y, en segundo lugar, el estallido de la segunda guerra mundial (Luc Montagnier. Biographical).

Desde muy niño mostró interés por los asuntos científicos, por lo que su padre le compró un laboratorio que instaló en el sótano de su residencia, realizando experimentos inclusive con la peligrosa nitroglicerina. El bachillerato lo realizó en el colegio de Chatellerault y, una vez concluido, inició estudios de medicina en la universidad de Poitiers, y posteriormente en París, graduándose en 1955. De inmediato, obtuvo el cargo de profesor asistente de fisiología en la facultad de ciencias de la universidad de París y pocos años después, en 1960 logró obtener el doctorado en la Sorbona. Ya para esa fecha, pertenecía al Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS). Luego para fortalecer su formación académica y científica, especialmente en el campo de los virus oncológicos, pasó varios años en el Reino Unido, especialmente en Londres y Escocia. A su regreso a Francia, trabajó en el Instituto Curie, estudiando los retrovirus. En 1971, recibió el premio Rosen de oncología, como premios a sus estudios sobre el cáncer (Fernández, T. y Tamaro, E.).

Los años de gloria

Ya para esa época, es un científico reconocido y se le nombra jefe de la Unidad de Oncología del renombrado Instituto Pasteur, por el propio Jacques Monod, para ese entonces su director. Prácticamente es quien la inaugura. Muy pronto empieza a formar su equipo de trabajo, inicialmente llega Ara Hovanessian, que aporta nuevos mecanismos bioquímicos que apoyan la actividad antiviral y posteriormente se agregan otros investigadores entre los que se distinguirán Francois Barré Sinoussi y Jean Claude Chermann. Está comenzando la década de los años ochenta y llegan noticias a Europa, de que en Nueva York y San Francisco está apareciendo en jóvenes homosexuales, previamente sanos, una forma de tumor maligno, llamada enfermedad de Kaposi, que anteriormente se conocía que afectaba característicamente a personas mayores de 65 años, principalmente de origen mediterráneo. Muy pronto se conoce que el padecimiento destruye el sistema inmunitario y que la transmisión no solamente es por vía sexual, sino que también ocurre por la vía sanguínea, durante transfusiones. Los casos se multiplican y aparecen por doquier. En los círculos científicos se produce un frenesí por descubrir el agente causal de una enfermedad que ya tiene nombre propio. SIDA en español, AIDS en inglés (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

Montagnier, con su equipo, se unen a la búsqueda de ese agente mortal. Se sospechaba que el agente etiológico pudiera ser un retrovirus y precisamente el investigador francés estaba preparado para investigar esa hipótesis ya que, en su trabajo oncológico, se habían preparado para lidiar con retrovirus linfotrópicos en cultivos de células T humanas, que se sospechaban podían ser el origen de ciertos tumores. Los hechos que se suceden a continuación han sido narrados por el mismo Montagnier. A principios de 1983, una de sus exalumnas, la viróloga Francoise Brun-Vezinet, le envía una biopsia de un ganglio linfático de un paciente del Dr. Willy Rozenbaum, que mostraba todas las características de tener SIDA en sus inicios. Después de realizar las siembras respectivas, la investigadora Francoise Barre-Sinoussi le comunica que ha encontrado elementos de transcriptasa reversa en los cultivos de linfocitos, haciéndoles ver a todo el equipo de Montagnier que habían encontrado la presencia de un retrovirus y, lo más extraordinario de todo, que no se trataba de los dos únicos retrovirus conocidos hasta entones en humanos, que habían sido descritos en Estados Unidos por el equipo de Robert Gallo. Vino luego después la publicación en la reputada revista Science de un artículo encabezado por Montagnier, Barre-Sinoussi y Rosenbaum, describiendo el importante hallazgo, agregando que dicho retrovirus podía ser el elemento causal del SIDA (Loewy, M.).

Casi al mismo tiempo, en 1983, Gallo y su equipo anunciaban el descubrimiento del virus productor de dicha enfermedad, pero ocultó decir que el hallazgo se había realizado en una muestra que habían enviado desde el Instituto Pasteur para que ratificara el virus encontrado por Montagnier y compañeros. Este fue el motivo de una larga y ardorosa polémica entre ambos grupos de investigadores que se prolongó por muchos años, ya que también, aparte del prestigio de las personas involucradas, había de por medio intereses económicos en juego, debido a los gananciales de las pruebas diagnósticas que se estaban utilizando. Años después se produjo un arreglo entre ambas partes, reconociéndose el aporte que cada grupo había hecho, pero cuando se anunció la concesión del premio Nobel de medicina en el año 2008, Gallo no estaba entre los seleccionados, pero sí Montagnier, Barré-Sinoussi y el Dr. Harakd zur Hausen, este último premiado por su gran aporte al descubrir que el cáncer de cuello uterino era causado por el virus del papiloma humano. De hecho, en los mismos Estados Unidos, el Instituto Nacional de Salud reconoció que Gallo había incurrido en malas prácticas científicas y poco tiempo después, un informe procedente del Departamento de Salud norteamericano aceptó que el verdadero descubridor del virus causante del SIDA no era otro que Luc Montagnier.

Gallo, por sus inmensos aportes en el campo de la virología, fue galardonado con el premio Lasker, que viene siendo el equivalente del Nobel en Estados Unidos. También lo obtuvo Montagnier. Igualmente, ambos recibieron el premio Príncipe de Asturias, el prestigioso premio científico español. Aparte, el científico francés fue nombrado Caballero de la Legión de Honor, y recibió el máximo galardón de la Fundación Científica y Tecnológica de Japón. Igualmente, obtuvo el premio del rey Faisal.

Luego de conocerse el feliz hallazgo de Montagnier y su equipo de investigación en el Instituto Pasteur, el científico galo continuó su trabajo sobre el SIDA y, en 1986, él y su equipo hallaron el VIH.2, una versión un tanto diferente de la original, que predominaba en África.

Durante el año 1991, fue nombrado director de un nuevo departamento de retrovirus y SIDA ubicado en la misma institución pasteuriana en la que ya trabajaba, permaneciendo allí hasta que a finales de la década de los noventa fue jubilado. Desde 1993, presidió la Fundación Mundial para la Investigación y Prevención del SIDA, organización amparada por la UNESCO, que buscaba ambos fines en todos los países. Es entonces, cuando recibe la oportunidad de trabajar en los Estados Unidos al ser nombrado director del Centro de Biología Molecular y Celular en el Queens College de Nueva York. Debemos de recordar que la investigación científica anglosajona no le era desconocida, puesto que había pasado varios años en el Reino Unido trabajando en laboratorios de alta tecnología y además tenía su gran experiencia en Francia, tanto docente como de investigador. En la gran urbe norteamericana, utiliza sus grandes conocimientos en ambos terrenos, permaneciendo allí unos cuatro años (Fernández, T. y Tamaro, E.).

Los años de sombra

No me ha sido preciso ubicar el momento exacto en que Luc Montagnier comienza a emitir opiniones controversiales que coliden con el pensamiento científico vigente. Se conoce que desde los años noventa opinó, contrario a sus ideas originales, que el VIH por sí solo era incapaz de producir la enfermedad del SIDA y que requería de otros factores coadyuvantes para que apareciera, pero esta idea no era descabellada, dada la aceptación de la multicausalidad en la aparición de las patologías. En una ocasión, en el año 2014, durante una entrevista que le hizo la cadena televisiva France 5, Montagnier confesó: «siempre he buscado lo insólito. Me cuesta trabajar con una corriente ya establecida». Por esto último se definía como un «marginal». Algunos de los que lo trataron cercanamente refieren que era capaz de escuchar atento cualquier idea o hipótesis supuestamente científica, que le presentaran.

Son célebres su defensa de «la memoria del agua» y de las ondas electromagnéticas emitidas por el ADN de virus y bacterias, que robustecía la base de la homeopatía (El País). Agregó en un evento: «La base científica de la homeopatía se ignora porque se silencia lo que molesta a la economía». Propuso curar al papa y la enfermedad de Parkinson con papaya fermentada. En noviembre del 2017, levantó en su contra la opinión de 106 académicos franceses por manifestarse agresivamente en contra de la vacunación obligatoria de los niños, llegando a decir que las vacunas los envenenaban.

Antes, en el 2010, emitió una serie de teorías que explicaban el origen del autismo en la acción de algunos microbios, por lo que recomendaba como tratamiento proporcionar antibióticos. Más recientemente la emprendió contra la vacuna anti COVID-19, afirmando que «era un enorme e inaceptable error científico y médico», la vacunación masiva porque ella era la que había creado las variantes. También sostuvo que el SARS-CoV-2 procedía de un laboratorio, dado que se habían insertado secuencias de ADN del VIH en el coronavirus (INFOBAE).

Lamentablemente, por estas posiciones, en el ocaso de su vida, ha sido atacado duramente por el sector científico al que perteneció. Se le ha señalado como «promotor de la pseudociencia», líder de los grupos que apoyan «las teorías conspiracionistas» y ejemplo notable de lo que se denomina «falacia de autoridad» (defender algo como verdadero porque quien lo dice tiene cierta autoridad, aunque no aporte evidencia). Hace ya algunos años, un artículo publicado en Science decía expresamente: «Montagnier no está enloqueciendo. Montagnier ya enloqueció» (BBC News Mundo). Triste final para un gran científico que ganó el premio Nobel de medicina y nos dejó 350 publicaciones y más de 700 patentes.

Notas

Ansede, M. (2022). Muere Luc Montagnier, el virólogo antivacunas que dilapidó su prestigio tras ganar el Nobel por descubrir el VIH. El País. Febrero, 10.
BBC News Mundo. (2022). Luc Montagnier: muere el virólogo francés que ganó el premio Nobel de Medicina por descubrir el VIH. Febrero, 10.
Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografía de Luc Montagnier. Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea Barcelona, España.
INFOBAE. (2022). Luc Montagnier: el brillante científico que descubrió el virus del VIH/Sida y con sus ideas incomodó a la ciencia. Febrero. 10.
Loewy, M. (2022). Muere Luc Montagnier, codescubridor del virus de inmunodeficiencia humana y nobel, envuelto en polémicas. Medscape. Febrero, 10.
NobelPrize.org. (2022). Luc Montagnier. Biographical. Nobel Prize Outreach.