Tan solo dos, dos obras, porque las obras ya no son indiferentes a la cantidad. Ya no. Dos, entonces, como nombre y enumeración a la vez, como si el número de obras fuese, en el espacio que ahora las expone, el nombre para llamarlas.

En otro orden de cosas, también es dual la relación entre invención y mímesis, entre repetición y vigencia. Aparece el parecido. Pausa. Desaparece el parecido. Pausa. Vuelve a parecer. De hecho la naturaleza entera no actúa de otra forma.

En botánica, el brotar del parecido es constante. No hay plantas radicalmente inventivas, tampoco las hay absolutamente miméticas. Es así.

De las dos obras expuestas, la primera de ellas, Madera adorada en piedra / piedra adorada en madera, presenta dos figuraciones que comparten la capacidad metafórica y la capacidad mimética de sus respectivas substancias. Es una obra creada en el marco de una intervención reciente en las salas barrocas del Museo Episcopal de Solsona y está aún tocada de transmaterialidada barroca.

La segunda obra, Palmera con corteza de alcornoque, insiste en la presencia de un cuerpo en otro cuerpo, en la posibilidad de habitar otro material de cuerpo y en los contagios y encarnaciones probables, en este caso entre el tronco de un árbol, una corteza que no le corresponde y la superficie del mar. Más allá de la proximidad, la relación que establece el oleaje del mar con la corteza de alcornoque viene reforzada por este revelador parentesco, en voz catalana, entre “suro” (corcho y alcornoque indistintamente) y “surar” (flotar). Piel y piélago. Reaparece el parecido. Reparece.

(Perejaume, Noviembre, 2021)