Un día de abril de 1992, en Cartagena de Indias, Gabriel García Márquez escribió el prólogo de su libro Doce cuentos peregrinos1 bajo el título: Porqué doce, porqué cuentos y porqué peregrinos. El nobel había escrito esos relatos durante los últimos dieciocho años que antecedieron a su publicación definitiva; y, según sus propias palabras, resultaron «una rara experiencia creativa que merece ser explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores cuando sean grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir».

Esta bella colección de cuentos cortos que tienen su referente en hechos periodísticos, narrados con la poética y la inducción hacia el asombro distintivas de García Márquez, dos años después de su publicación nos sirvió de inspiración a Manuel Fernández y a mí, Niurka Rignack, para emprender un proyecto artístico. Contamos en aquel entonces con el apoyo y motivación de Rafael Gutiérrez, quien era el director del Gran Teatro de La Habana. Asumimos como un desafío las palabras del escritor quien, en el último párrafo del prólogo, sugirió: «El que los lea sabrá qué hacer con ellos. Por fortuna, para estos doce cuentos peregrinos terminar en el cesto de los papeles debe ser como el alivio de volver a casa».

Esta insinuación –sumada al asombro y la pasión de las historias y narrativa del escritor colombiano– nos condujo a vivir la aventura de soñar y crear una exposición de pintura que reuniera a doce artistas cubanos de distintas generaciones y estilos pictóricos. Al igual que nosotros, ellos/as debían dejarse sorprender y contagiar con los cuentos, para que cada uno creara una obra de arte con su sello y estética particulares, que de alguna manera reflejara esa estrecha relación, combinación y convivencia entre la pintura y la literatura.

Con ese propósito, iniciamos una búsqueda y análisis para determinar si era posible conseguir una imbricación entre la imaginación pictórica, la destreza técnica y la mística de la literatura garciamarquiana. De forma tal que los cuentos de dicha colección y las obras plásticas lograran una unidad indisoluble y digna de mostrar; de provocar al público visitante, a fin de que hiciera de la experiencia artística, un motivo para que quienes no hubiesen leído los cuentos, los leyeran; un juego de encuentros y dinámicas relacionales provocadas a través de la mirada apreciativa de las formas, colores y texturas que presentaban las pinturas.

Comenzamos el proceso los curadores y los artistas seleccionados, quienes aceptaron el desafío de un trabajo conjunto, que incluía lecturas, tertulias, diálogos y encuentros maravillosos. Estos intercambios frecuentes nos permitieron conocer sobre los procesos creativos, inmersiones y búsquedas, los cuales dieron frutos al final del tiempo dedicado; no de resultantes ilustrativas, sino de fantásticas recreaciones de atmosferas mágicas nacientes, emanadas de la concatenación de letras e imágenes.

Hoy, vuelvo a mis recuerdos como co-curadora de esa, mi primera curaduría colectiva, la cual marcó el inicio de mi carrera profesional. Con profunda gratitud, quiero presentarles, con todas las posibilidades que nos brinda este universo digital, después de 26 años, las obras y artistas que la conformaron.

Los dejo a ustedes, respetados lectores, libres de crear sus propios imaginarios y conexiones, como una provocación e invitación a leer o releer estos cuentos. Guiados a través de la visión de una retina atenta ante cada una de las obras aquí reproducidas, dejen volar su imaginación. Por supuesto, nunca será igual la experiencia vivida ante una obra vista en un lugar físico; sin embargo, invito a aprovechar las bondades de la expansión universal digital para acercarnos al arte.

A continuación, me permito compartir las obras y pequeños extractos de los cuentos con los cuales estas se relacionan y conectan. Es una manera de agradecerle a cada uno de los grandes artistas cubanos que dijeron sí al reto, pusieron su confianza en nosotros, y bien merecen extender a través del tiempo el conocimiento sobre esta muestra, ahora desde la virtualidad.

Su dolor está aquí, de Ileana Mulet

La primera se titula: Su dolor está aquí, inspirada en el cuento Buen viaje, señor presidente, recreado por Ileana Mulet.

«La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?». Una buena frase extraída de este cuento, que bien podría servir para presentar la obra de esta artista, quien se caracteriza por la recreación de paisajes urbanos, y la cual logra insertar la figura del presidente que se deja abrazar por un entorno y un contexto. En esta, la arquitectura se presenta como un acompañante de los procesos de mestizaje cultural que rodearon al presidente protagonista de este cuento (ver imagen 3).

La santa, de Ernesto Rancaño

De otra parte, Ernesto Rancaño, entonces el más joven del grupo de los doce artistas, con su obra homónima del cuento La santa, nos ofrece un regalo especial para los curiosos. Semejante al siguiente fragmento del cuento, su pintura está dotada de una notable fuerza poética (ver imagen 5):

La incorruptibilidad del cuerpo era un síntoma inequívoco de la santidad… no parecía una momia marchita como las que se ven en tantos museos del mundo, sino una niña vestida de novia que siguiera dormida al cabo de una larga estancia bajo la tierra. La piel era tersa y tibia, y los ojos abiertos diáfanos, y causaban la impresión insoportable de que nos veían desde la muerte.

El avión de la bella durmiente, de Ernesto Bonachea

La tercera obra escogida es de autoría del ya fallecido artista Vicente Bonachea. Esta comparte el lenguaje surrealista propio del cuento recreado: El avión de la bella durmiente. Se destaca su paleta azul cobalto, usual en este pintor, la cual provoca que cada espectador viva una sensación similar a la que nos regala García Márquez en la siguiente conversación sacada del cuento, la cual es memorable: «A modo de disculpa le pregunté si creía en los amores a primera vista. ‘Claro que sí’, me dijo. ‘Los imposibles son los otros’». Y más adelante, como gran cierre –que también se deja ver en el trasfondo del cuadro–, se nos presenta en las alturas de las grandes torres neoyorquinas, rodeada de ojos vigilantes, la luminosidad de una luna atrevida y cómplice del sueño de una noche sensual y erótica, escrita en el año 1982.


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Me alquilo para soñar, de Zayda del Río

A su vez, la obra homónima del cuento Me alquilo para soñar es una gran pieza de arte onírico, la cual se inserta muy bien en todo el universo fantasmagórico creado por García Márquez. Como dice uno de sus personajes de modo contundente y veraz: «–Solo la poesía es clarividente». Los invito a fantasear con esa mujer que sueña despierta e inventa las mejores formas de leer a Borges. Asimismo, la artista Zayda del Río nos convoca a leer al nobel a través de esta protagonista, la cual representa movimientos lentos y sutiles (ver imagen 1).

María, de Ernesto García Peña

Por otro lado, Solo vine a hablar por teléfono fue el cuento seleccionado por el pintor Ernesto García Peña, quien escogió a la protagonista, María, para crear y titular la obra. Esta narra el dolor, la soledad, el encierro, sufrimiento y la belleza de esta mujer, que bien pueden ser los de muchas otras. De ese tiempo y de hoy, en el que aún se continúa luchando para que la voz femenina y su sentir no solo sean escuchados, sino acatados a través de súplicas que invitan a luchar contra la incomprensión. Atesoro en mi retina los detalles de esta obra, con la delicadeza que se merece (ver imagen 2).

Espantos de agosto, de Alicia Leal

Otra obra llena de una gran carga dramática y narrativa es la homónima del cuento Espantos de agosto, pintada por la artista Alicia Leal. Ella escogió este fragmento del relato que, al parecer, la impactó sobremanera, y quiso dejar en el lienzo su visualización material exclusiva de esta historia: «Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas».

Los invito a recorrer cada fragmento de esta pintura, y a descubrir un detalle particular: un diminuto retrato del nobel observando la escena, cual testigo fehaciente de lo real maravilloso.


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María dos Prazeres, de Alfredo Sosabravo

Pequeños fragmentos de esta colección de cuentos transformados en una exposición. «María dos prazeres» fue representado por el emblemático artista pop cubano Alfredo Sosabravo, precursor del arte moderno. Con el colorido y estructuras geométricas que lo identifican, juega y muestra con gran creatividad, la gran cabeza llena de tubos lanzadores del personaje, un gran tablero sobre la mesa. Ante todo, la visualización de esta obra me lleva al enfrentamiento con ese gran momento de reafirmación que nos regalan las relecturas que definen lo valioso de la espera; de volver la vista atrás para disfrutar de nuevas y mejores lecturas, que nos permiten ver lo que antes, por diversas razones, no habíamos visto o entendido.


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Diecisiete ingleses envenenados, de Cosme Proenza

El cuento Diecisiete ingleses envenenados fue escogido por el artista ilustrador y dibujante Cosme Proenza. Dotada de gran misticismo y una atmosfera alada, en su obra recrea a los personajes flotando, en un ascenso sutil cubierto por una cuidadosa y sentida paleta de colores pasteles, en estrecha relación de sentido con la historia del cuento.


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Tramontana, de Flora Fong

A su vez, Tramontana se nos presenta en abstracción, estilo propio del istmo en que evoluciona la obra de la artista Flora Fong. Con fuertes trazos que nos conducen a un viaje imaginario, cargado de la fuerza dramática expresada por las gruesas líneas que irrumpen para hacernos vivir la experiencia de sentir ese viento fuerte, que envuelve y nos abre camino hacia un laberinto de fuga que guía como medio de escape a la muerte, como lo describe el noveno cuento (ver imagen 4).

El verano feliz de la señora Forbes, de Juan Moreira

El verano feliz de la señora Forbes fue el cuento que representó en acrílico el artista, generalmente cubista, Juan Moreira. Atrapó su atención la gran serpiente, como un acto premonitorio de una muerte feliz, descrita al principio del cuento, y que Moreira nos presenta con un trasfondo del mar azul que acompaña la historia, como un personaje más de la misma (ver imagen 6).

La luz es como el agua, de Nelson Domínguez

Desbordada de imaginación aparece La luz es como el agua, del artista Nelson Domínguez. La misma carga poética y un humor negro que convive con la locura de sus personajes, representados con texturas y fuertes trazos negros delimitantes. Estos intensifican el drama del cuento homónimo.


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Rastro de tu sangre en la nieve, de Roberto Fabelo

Finalmente, El rastro de tu sangre en la nieve fue recreado por Roberto Fabelo, de manera majestuosa, en formato de diamante. Este formato hace apología y metáfora al provocador anillo que introduce el drama narrado, bordeado de la atmosfera helada que acompaña la historia. Un hermoso perfil del rostro imaginado de la protagonista que se desdibuja en el fondo, y que solo aquellos capaces de ver en perspectiva y con el respeto que se merece el arte, lo descubrirán (ver Imagen 12). ¿Pudiste tú, querido lector? Gracias por lo nuestro.


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Nota

1 Gabriel García Márquez, Doce cuentos peregrinos, Madrid, Mondadori, 1992. Todos los fragmentos citados son de esta edición.