El primer artículo de esta serie describió la consciencia como la capacidad de tener una experiencia interna basada en sensaciones y sentimientos, lo que los filósofos llaman qualia, y destacó las características de los qualia físico, emocional, mental y espiritual. El segundo artículo exploró las propiedades básicas de los qualia, la percepción y la comprensión que nos permiten experimentar la vida y obtener significado y propósito de la vida consciente. El presente artículo argumentará que la consciencia es una propiedad fundamental de la naturaleza. Presentaré una nueva interpretación de las suposiciones básicas de la física con el potencial de reconciliar la existencia de la consciencia desde el principio de los tiempos.

Significado

Antes de dejar el tema discutido en el artículo anterior, me gustaría considerar la relación entre conocimiento y significado. El conocimiento se definió como el proceso que aumenta constantemente la comprensión por la integración de nuevos entendimientos a la comprensión anterior. Pero, ¿qué significa el conocer?

El conocer es obtener el significado de lo que se sabe. Conocemos a través de las imágenes mentales (qualia) que nos llevan al significado. Pero el significado es estrictamente subjetivo y privado. No puede ser conocido por ninguna otra persona que no sea su propietario. Para que otra persona sepa ese significado, debe ser transmitido con símbolos que pueden ser entendidos por los otros. Ejemplos de símbolos son: palabras habladas, gestos, imágenes o modelos físicos. Los símbolos que ya son entendidos, tanto por remitente como por receptor, se pueden comunicar casi automáticamente y pueden ser reconocidos sin intervención consciente.

El problema surge cuando hay un nuevo significado para el que nunca se había creado ningún símbolo o combinación de símbolos. Es aquí donde la capacidad de la consciencia para crear y entender nuevos símbolos en el contexto de su comprensión anterior es fundamental. Se necesita intuición para entender el nuevo significado y crear un nuevo símbolo, y de nuevo, la intuición es necesaria para que el receptor de un nuevo símbolo entienda su significado.

La traducción de un nuevo significado en símbolos como una nueva idea o una invención, no es automática ni inmediata, y también puede requerir la intervención de razonamiento consciente. El razonamiento utiliza símbolos mentales existentes a través de los cuales el significado y la representación simbólica se pueden perfeccionar a través del pensamiento lógico y analógico. Una vez perfeccionado, el significado se puede comunicar con mayor precisión. Este proceso solo puede funcionar si el nuevo significado está al alcance de la comprensión del receptor, en cuyo caso el nuevo símbolo funciona como una «enzima mental», reduciendo la barrera a la comprensión de otra persona. No obstante, para poder cruzar esta barrera residual todavía se requiere de la intuición. Después de que se ha producido la nueva comprensión, símbolos similares pueden ser reconocidos automáticamente sin necesidad de consciencia, al igual que lo que sucede con las redes neuronales artificiales entrenadas con muchos ejemplos. En el caso humano, sin embargo, solo una presentación del nuevo símbolo puede ser suficiente para aprender el nuevo significado y, más tarde, reconocer todos los símbolos similares.

Las redes neurales artificiales solo pueden descubrir las «correlaciones estadísticas» que ya deben existir en un gran número de ejemplos de entrenamiento para aprender algo nuevo. Este aprendizaje constituye un tipo ciego de «conocimiento» porque no implica comprensión consciente. Las computadoras solo pueden traducir un símbolo, o una clase de símbolos, a otro símbolo. Realizan una transducción típica, no una comprensión consciente (cognición) seguida de un reconocimiento como nosotros. El significado no existe para los ordenadores; es una propiedad fundamental de la consciencia, que requiere una cierta cantidad de intuición.

Porqué la consciencia es una propiedad fundamental

La física asume la existencia de materia, energía, espacio y tiempo (MEST) con ciertas propiedades y busca derivar todas las demás propiedades observables mediante el uso de una teoría matemática basada en las relaciones entre estas propiedades fundamentales. Estas relaciones definen las leyes básicas de la física que se consideran universalmente válidas e inmutables. La solidez de este enfoque se basa en las predicciones experimentalmente verificables hechas por la teoría cuando se aplican a cualquier fenómeno. Las suposiciones básicas, sin embargo, se consideran verdaderas sin pruebas.

Y aquí radica un problema, porque la existencia de nuestra realidad interior consciente no puede ser explicada con las teorías materialistas actuales. La consciencia no puede surgir de una materia desprovista de consciencia, igual que la electricidad y el magnetismo no podrían surgir de partículas elementales desprovistas de carga eléctrica y de giro magnético. La explicación «científica» actual de que la consciencia surge de organizaciones complejas de la materia inconsciente es completamente inadecuada porque la complejidad no tiene nada que ver con la consciencia. La única posibilidad razonable de progresar es postular que la consciencia es una propiedad irreductible de la naturaleza.

Si la suposición de que la consciencia es fundamental pudiese conducir a hacer predicciones verificables experimentalmente, esto tendría un enorme impacto en nuestra visión del mundo y para el futuro de la humanidad. Es demasiado pronto para saber si este enfoque es sólido, pero debemos insistir en esta línea de investigación, dada la imposibilidad de explicar el fenómeno de la consciencia de cualquier otra manera. La recompensa sería un nuevo modelo de realidad describiendo un universo significativo, en lugar de la cosmovisión actual en la que el significado está totalmente ausente.

El mundo físico es holístico

La física clásica (CP) comenzó estudiando los cuerpos celestiales y los objetos macroscópicos de nuestra experiencia ordinaria. Para este caso, al igual que el de las máquinas hechas de piezas que se pueden desmontar, el materialismo y el reduccionismo funcionan muy bien para describir sus comportamientos. Sin embargo, el hecho de que el funcionamiento de nuestras máquinas pueda ser descrito por las leyes reductivas y deterministas de la física clásica, no puede ser utilizado como evidencia de que la realidad misma es una máquina hecha de partes separables. De hecho, las partículas elementales no pueden describirse con leyes deterministas, lo que requiere, en cambio, es de leyes probabilísticas de la teoría cuántica.

En una máquina, diseñamos cuidadosamente cada parte macroscópica para que las interacciones no deseadas con el entorno se reduzcan al máximo. Sin embargo, esto es válido solo respecto a la función que la máquina está diseñada para realizar. Hay muchas otras interacciones fuertes entre las partes y el medio ambiente que, sin obstaculizar la función, pueden reducir sustancialmente su eficiencia. Estas interacciones «parasitarias» representan el alcance de las conexiones reales, aunque funcionalmente poco importantes de las partes con el conjunto total.

En la práctica, las máquinas funcionan según lo diseñado solo en rangos relativamente estrechos de condiciones ambientales (temperatura, presión, etc.); ya que las interacciones parasitarias no se pueden eliminar, y pueden impedir que la máquina funcione si se ejecuta fuera de su rango operativo. La teoría de campos cuánticos (QFT) es la mejor teoría que tenemos. Describe la realidad física como derivada de las interacciones de 17 campos cuánticos fundamentales que forman una totalidad indivisa. El mundo descrito por la QFT es ciertamente holístico porque los campos que componen el conjunto no tienen límites y no se pueden separar del todo.

El reduccionismo, la idea de que existen partes separables como las partículas clásicas, proporciona un modelo más simple de cómo funciona la realidad. Sin embargo, el reduccionismo excluye a priori la existencia de propiedades holísticas como la consciencia, por lo que ha sido reemplazado por QFT. De acuerdo con la QFT, las partículas elementales como los electrones no existen como objetos. Los electrones son estados del campo cuántico de los electrones, inseparables del campo, como una ola es inseparable del océano en donde que ondea. Por lo tanto, los campos cuánticos son las entidades ontológicas, y no las partículas. La idea de una partícula diminuta y dura, delimitada y separable, pertenece a la física newtoniana, también conocida como la física clásica, y es válida solo como una aproximación. Dentro de la QFT, las partículas elementales como átomos, moléculas, proteínas y células vivas comprenden sucesivos niveles jerárquicos de organizaciones de estados que pertenecen a los campos cuánticos. Estos campos son irreductibles e inseparables del espacio-tiempo que comparten todos ellos. Al interactuar entre sí, los campos cuánticos crean todo lo que existe en el mundo físico. En nuestro universo, en mayor o menor medida, todo está interconectado.

Aunque la QFT proporciona pruebas sólidas de que la realidad es una integridad indivisible, la mayoría de los biólogos moleculares todavía se aferran a la visión del mundo clásica al estudiar los organismos vivos. Afirman que la QFT es solo cierta para partículas elementales, átomos y moléculas, pero existimos en un mundo que se explica bastante bien por la física clásica, en el que la rareza de la física cuántica puede ser explicada por las leyes reduccionistas semiclásicas.

Por lo tanto, la realidad del organismo vivo se declara ipso facto física clásica. Esta visión es falaz, especialmente cuando queremos entender la inteligencia y la consciencia, que son propiedades generales del sistema, en lugar de propiedades localizables.

El holismo significa que el todo es más que la suma de las partes. Además, en un sistema holístico no hay partes separables, por lo tanto, el concepto de parte debe ser reemplazado por un nuevo concepto: una «parte-entera», algo que no se puede separar del todo —compartiendo así las propiedades del todo— y, sin embargo, debe tener algunos atributos únicos y duraderos que pueden distinguirlo de las otras «partes-enteras». Este es sin duda el caso de la QFT porque cada campo cuántico es una «parte-entera» con propiedades especiales que lo identifica de forma única. Todos los campos comparten el espacio-tiempo, y representan lo que todos tienen en común: su totalidad compartida.

Cuando un sistema holístico se reduce a la suma de sus partes aparentes, tal vez porque eso es todo lo que se puede manejar matemáticamente, podemos estar tirando al «bebé» con el agua del baño. El bebé en este caso es lo que une todas las partes juntas, la realidad interior que representa la consciencia. Después de haber rechazado la realidad interior —el «pegamento» holístico invisible que conecta todo desde adentro— solo podemos describir los aspectos externos de la realidad mediante la interacción de sus formas aparentes. Pero al hacerlo así, hemos borrado la unión esencial e irreductible de nuestra realidad interior, con la naturaleza infinita de la realidad, que «tras bastidores» juega un papel fundamental en la física cuántica y en los sistemas vivos por igual.

La consciencia es una propiedad de los campos cuánticos

Considero que la consciencia es una propiedad fundamental de los campos cuánticos que aún no es reconocida por la física clásica. Lo que quiero decir, es que cada campo cuántico es una entidad consciente, con una realidad interior propia y con libre albedrío, que se comunica con los otros campos cuánticos conscientes.

Las partículas elementales que observamos son simplemente la evidencia externa de las comunicaciones entre estos campos. A través de estas comunicaciones, las entidades conscientes también producen combinaciones de sí mismas, que son campos de campos cuánticos, nuevas entidades conscientes que aparecen simbólicamente como combinaciones de partículas, lo que llamamos átomos, moléculas, etc. En otras palabras, los campos cuánticos, de los cuales la física considera solo sus aspectos simbólicos externos, también tienen una realidad semántica interna representada por su consciencia individual y su libre albedrío.

La consciencia no existe en las partículas, átomos o moléculas, sino en los campos cuánticos y campos de estos campos de los cuales las partículas, átomos y moléculas son estados. Por lo tanto, los campos son conscientes, pero no los estados. Según la física, las propiedades clásicas físicas de un objeto que observamos son promedios de las propiedades cuánticas del gran número de estados individuales, estados de estados y así, sucesivamente, que forman el objeto. Aunque las partículas individuales se comportan probabilísticamente, sus comportamientos promediados nos parecen propiedades clásicas deterministas.

La situación cambia drásticamente cuando consideramos a los organismos vivos. Aquí las propiedades cuánticas «individuales» de partículas, átomos y moléculas son importantes para el funcionamiento general de las células vivas. Las células son sistemas cuántico-clásicos, no sistemas clásicos como se nos ha dicho. Su interdependencia esencial con el medio ambiente es otra pista de que no han perdido su conexión individual con la totalidad de los campos cuánticos, por eso considero que las células vivas son conscientes, aunque su consciencia es probablemente muy diferente de la nuestra. Se necesitan billones de células vivas íntimamente organizadas para formar un cuerpo complejo, y esa estructura está organizada por el uso explícito de propiedades cuánticas, a un nivel diferente al de cualquier máquina que hayamos creado. Volveré a este tema crucial en un artículo posterior al comparar organismos vivos con computadoras.