El 10 de julio de 2014 en la ciudad de París varios venezolanos recibieron un reconocimiento de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO por el Proyecto CARIACO. Entre ellos estaba el Dr. Baumar Marín, PhD, quien dijo allí en la capital francesa:

En el mar oriental de Venezuela se encuentra un lugar único: la Fosa de Cariaco. Sus características biogeoquímicas y su aislamiento de las aguas circundantes la hacen un lugar especial para la investigación oceánica. Se trata de la segunda cuenca anóxica natural más grande del planeta, después del mar Negro, y la única cuenca permanentemente anóxica en aguas marinas abiertas. El proyecto ha puesto a la disposición de la comunidad científica una serie de tiempo que permite evidenciar los cambios climáticos que ocurren a escala planetaria. Esta serie se inició en 1995 y se continúa al día de hoy, generando información hidrográfica, meteorológica, geológica, química y biológica, de utilidad para interpretar el impacto del clima sobre los recursos pesqueros en la zona de mayor productividad del Gran Caribe, así como el flujo de sedimento y carbono dentro del mar y hacia la atmósfera.

Baumar nació en Carúpano, una ciudad costera en la mitad del estado venezolano de Sucre, el 14 de noviembre de 1956. Su infancia la pasó en Caracas, donde estudió primaria. Pero su adolescencia transcurrió en Güiria, el puerto más oriental del país. En Güiria, realizó sus estudios de secundaria. Su hermana Rita cuenta que cuando se distraía lo hacía buceando a pulmón en las playas cercanas recogiendo algas para ella. También él, mientras estaba en esas aguas se imaginaba ser su admirado Jaques Cousteau que veía frecuentemente en la televisión. Fue quizás bajo esa inspiración que estudiaría biología marina en la Universidad de Oriente en Cumaná; antes había obtenido una beca para cursar estudios en Japón. Sin embargo, y a petición de su madre, se quedó en su país y en su querido estado Sucre, de lo cual nunca se arrepintió. El tiempo le daría la razón.

Como persona, Baumar era de esos seres humanos integrales en lo positivo. Y no es lisonja inmerecida, quizás no le conocí defectos o mezquindades porque nada de eso vi ni sentí. Lo cierto es que, de sus decenas de amigos y familiares que lo refieren, nadie tiene una queja o reflejo de egoísmos de su parte. Más bien, le recuerdan siempre con una sonrisa y buscando decir las fallas de la manera más diplomática posible. Tenía una voz suave, nunca alzaba el tono ni siquiera en circunstancias extremas. Tenía el hábito de silbar con una melodía indefinida mientras se ocupaba en sus tareas, lo cual se veía muy simpático y tranquilizador para él y los demás que lo estuviesen acompañando.

Mi recuerdo personal profesional de Baumar es a finales de los 80 cuando yo terminaba mis estudios de pregrado en Cumaná. Mi primer interés fue el zooplancton, que siempre sería la especialización del Dr. Marín, así que por allí coincidimos más. Antes, solo conocía a Baumar por el gusto musical que compartíamos en común, ocasionalmente me reunía con él y mi más cercano amigo Aquiles Penott, para disfrutar buenas piezas de rock, junto con varias cervecitas o un café. A veces, se le oía silbar alguna tonada rockera en su laboratorio.

Resulta que Baumar era experto en larvas y huevos de peces, los cuales forman parte importantísima del plancton animal que sustenta las grandes pesquerías y el resto de eslabones superiores de la cadena trófica de los océanos. Su tesis de pregrado fue con las muestras que había tomado el Calipso una década atrás, sí el mismo barco de Jacques Ives Cousteau cuando hizo muestreos en Venezuela en 1979. Una especie particular de pez del cual hablábamos mucho era Bregmaceros cantori, un gadiforme de menos de 7cm de largo que tiene la particularidad de bucear a «pulmón». Exacto, hacer apnea, es decir aguantar la respiración. …Pero, ¿cómo un pez bucea? ¿No tiene branquias para tomar el oxígeno disuelto en el agua marina? Resulta que, como todos los peces, este gadiforme tiene agallas; sin embargo, este pececito cuando es una larva e incluso de adulto logra migrar de la zona vertical con abundante oxígeno y luz a la zona más profunda donde no penetran bien los rayos del sol, aunque allí no hay mucho oxígeno disuelto que respirar. Y entonces, ¿para qué hacer esa migración? Pues para evitar a los depredadores o buscar alimento, y eso lo hace reteniendo la respiración o consumiendo muy poco oxígeno disuelto a esas profundidades. Baumar halló que este pez buzo hacía sus viajes de inmersión en la fosa de Cariaco entre el día, la noche y ciertas horas o temporadas. Un alumno del Dr. Marín, José Gregorio Núñez, hizo su tesis detallando este particular pececito.

De la Universidad de Oriente en Cumaná, también obtuvo su maestría en ciencias marinas y pesquerías, fue contratado como profesor e investigador para el Instituto Oceanográfico de Venezuela. Y, de 1991 a 1996, fue a estudiar su doctorado en la Universidad de Laval, en la provincia de Quebec en Canadá. Allí coincidió con varios amigos venezolanos, uno de los más relevantes fue el Dr. Cesar Lodeiros, PhD (Premio Polar 2011), quien es uno de sus grandes amigos y colegas.

En Canadá, cuenta su colega y amigo de vida, que Baumar fotocopiaba todo libro, todo paper interesante, toda información, con el afán no de tenerlo, cual coleccionista que era, sino de llevarlo a su amada Universidad de Oriente, donde los recursos no alcanzaban para tener esa bibliografía a mano (este hábito cambió con la llegada de la digitalización, y Baumar seguía en los tiempos recientes digitalizando bibliografía para todos, de la cual muchos nos hemos servido).

En Canadá Baumar y su amigo Lodeiros, todos los martes se iban temprano a la biblioteca de la Universidad Laval, pues ya tenían controlado cuando llegaban los últimos números de las revistas científicas, para devorarlos e impregnarse con sabiduría científica y específica; no tengo la menor duda, que esos martes fueron base de la gran formación que ambos recibieron, y con ello sus logros. Lodeiros cuenta, que el horario de Baumar y el suyo, era de 6 pm a 10 am, porque todos los estudiantes se iban y dejaban las computadoras y todo el laboratorio para que ambos desarrollaran sus tesis doctorales. Recuerda Lodeiros, y aún siente el recuerdo vivo, aquellas tertulias nocturnas a las 2-3 am, llenas de rock, ciencias, etc.

En la Universidad de Laval, los locales le tenían un alias; Bonman, era una mezcla de bueno en francés y hombre en inglés. Esto quizás revele no solo lo difícil de pronunciar su nombre en español sino también parte de su buen carácter. En realidad, su nombre es la mezcla de Baudilia, su madre, y Marcelina, su bisabuela paterna.

En lo familiar, eran cuatro hermanos, dos varones y dos mujeres. Se casó con la química docente, Iray Fornerino, en 1991, unos meses antes de irse a hacer el doctorado en Canadá, y tuvieron dos hijos: León y Jean Carlos. Un dato interesante es que los hermanos Marín, junto con sus esposas, formaron la Fundación Pequeños Guardianes del Ambiente para concientizar a los jóvenes sucrenses de los valores de la naturaleza en 2007.

Cuando regresó a Venezuela retomó sus rutinas de docencia, investigación, su parte durante el proyecto CARIACO, las salidas de campo, más un largo etc. Esos primeros años del retorno dieron muchos frutos del trabajo hecho antes, los resultados de CARIACO que, aunque era coordinado e impulsado por el otro venezolano, Dr. Frank Müller-Karger, tenían el fuerte componente del zooplancton y las pesquerías que lideraba Baumar.

Baumar era un excelente malacólogo, era el exponente máximo de la taxonomía del Grupo de Biología de Moluscos al cual pertenecía y ayudaba a impulsar, en unas vacaciones forzadas, por allá en 1999 con un paro universitario, se reunía todos los días con el Dr. Antulio Prieto y César Lodeiros, y de su selección de moluscos, y otras de proyectos que realizaron, publicaron el Catálogo de moluscos del oriente de Venezuela: clase bivalva, un libro que todo malacólogo en Venezuela y fronteras caribeñas tiene para sus trabajos.

En el lustro reciente, especialmente entre 2018 a 2019, sobrellevó la destrucción del Instituto Oceanográfico, la quema de las bibliotecas, el saqueo de los laboratorios, la humillación salarial y falta de presupuestos para los programas e investigación. Es una época dura para la ciencia en el oriente del país. Con todo y eso continuaba trabajando con su carácter tan afable y esperanzador. Se lo vio rescatando libros de los restos de las bibliotecas y salvaguardando los laboratorios. Lo que siempre fue su refugio de trabajo, era la estación biológica de Turpialito donde iba frecuentemente.

A mediados de abril de este 2021 murió el Dr. Marín como otra víctima de la COVID-19, esto con la particularidad de que Baumar tenía 64 de edad, hipertensión y algunas deficiencias cardio-respiratorias. Esto lo hizo presa fácil de este virus, que afectó a toda su familia, y esto incluyó otra baja familiar. También es responsable de su deceso, la falta de infraestructura médica adecuada en Cumaná, la carencia de un seguro hospitalario, la década de pésima remuneración para el profesorado de la Universidad de Oriente y un Estado al cual no parece dolerle su pueblo por quien tanto dice ser su razón de ser.

Para sus familiares, amigos y colegas, que se reunieron por las redes sociales con más fuerza gracias a su recuerdo, quedará la memoria de la persona, su más de medio centenar de publicaciones arbitradas, tesis guiadas, estudiantes y profesionales que formó, más todos los amigos que atesoró. En mi opinión diseñar un programa de becas que lleve su nombre, para que estudien ciencias marinas los venezolanos motivados por el mar, sería su mayor honor. En mi obituario faltaría mucho más para completar una vida tan productiva; sin embargo, este es mi homenaje a él con ayuda de Rita y Cesar.

Sigue navegando Baumar… Doctor del mar oriental venezolano.