Según reporta la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el artículo titulado Vacunas contra la COVID-19:

Al 18 de febrero de 2021, hay al menos siete vacunas distintas que los países han empezado a administrar en tres plataformas, concediendo prioridad en todos los casos a las personas vulnerables. Además, hay más de 200 vacunas experimentales en desarrollo, de las cuales más de 60 están en fase clínica.

En otras palabras, a la fecha de publicación de este artículo es muy probable que al menos una vacuna más, haya dejado ya la fase clínica y sido aprobada por alguna agencia o centro autorizado a nivel mundial como el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

De las plataformas: Mecanismo COVAX, CEPI y Gavi. El Mecanismo COVAX es la única iniciativa que busca «colaborar con los gobiernos y los fabricantes para garantizar la asignación justa y equitativa de vacunas a todos los países». De las siete vacunas aprobadas que se distribuyen al mes de febrero del 2021, la vacuna Pfizer/BioNTech fue la primera en desarrollarse; la de mayor eficacia (95%) y la más extendida en su utilización (al menos en América y Europa). Le siguen vacuna de AstraZeneca/U. de Oxford, la de menor eficacia (70%) y la vacuna Moderna mRNA-1273 con 94.1% de eficacia.

En Asia, específicamente en China y Rusia, por razones geopolíticas obvias, la situación es diferente. En China, la vacuna Sinopharm lleva la ventaja en distribución. No así en eficacia; ya que, esta es apenas del 86%. La vacuna Sinovac (CoronaVac) tiene una efectividad comprobada del 50.4 %; sin embargo, un especialista (Fernando Ruiz, ministro de Salud de Colombia) que la defiende dice que ese porcentaje es solo en profesionales sanitarios; y que la eficacia de la vacuna Sinovac es del 90% en personas normales (no obstante, no aclaró de dónde sacó esa información).

En Rusia, la vacuna Sputnik V (Gamaleya) tiene una eficacia comprobada del 91.4% (dato confirmado en cada uno de los tres puntos de control de los ensayos clínicos). No obstante, la eficacia de la vacuna Sputnik V contra casos graves de infección por coronavirus fue del 100%.

Otras vacunas desarrolladas, ya aprobadas y prontas para su distribución son la vacuna de Janssen desarrollada por Johnson & Johnson/Janssen Pharmaceuticals que «tiene un 66 % de efectividad general para prevenir el coronavirus de moderado a grave tan solo 28 días después de la única inyección que requiere este medicamento», según reporta la farmacéutica; la vacuna Novavax que reporta «una eficacia del 95.6% contra la variante hasta ahora mayoritaria del coronavirus y del 85.6% contra la nueva variante surgida en el Reino Unido» (según los resultados preliminares de un ensayo clínico que la compañía ha anunciado en un comunicado); y la vacuna CureVac (empresa fundada por Ingmar Hoerr y financiada por Bill Gates) basada en Ácido Ribonucleico Mensajero (ARNm); el mismo del que está constituido el material genético del virus SARS-CoV-2, el causante de la COVID-19. Esta es la más rezagada de todas; pero también la más prometedora y podría ser producida por el gigante farmacéutico Bayer a partir del 2022.

En ese sentido, la iniciativa COVAX (siglas en inglés de: colaboración para un acceso equitativo mundial a las vacunas contra la COVID-19) de la OMS tiene 3 objetivos principales.

  1. Agilizar la búsqueda y el desarrollo de una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19 (que, como vimos, ya se logró).

  2. Ayudar a aumentar la capacidad de producción (que ya está próximo a lograrse).

  3. Colaborar con los gobiernos y los fabricantes para garantizar la asignación justa y equitativa de vacunas a todos los países.

Pero más allá de todo eso, está un punto sumamente importante, que pocas organizaciones o gobiernos mencionan, pero que está en la boca de la mayoría: la inmunidad de rebaño. Literalmente, la inmunidad de grupo, también llamada inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño, es un fenómeno bioestadístico que se observa en una población cuando parte de ella se ha hecho inmune a una enfermedad por contagio previo o porque ha sido vacunada y se interrumpe la cadena epidemiológica entre sus individuos, provocando una forma indirecta de protección contra una enfermedad previniendo que individuos no inmunizados se contagien. Eso significa dos cosas de suma importancia para la población en general.

La primera es que, dado que, el virus SARS-CoV-2 que produce el padecimiento conocido como COVID-19, se transmite entre la población humana de individuo a individuo. Cuanto mayor sea la población de individuos inmunes, ya sea porque se contagió o porque se vacunó, menor será la probabilidad de que un nuevo individuo susceptible a contagio por contacto sea infectado. De ahí la gran importancia de la vacunación, ya que, los individuos vacunados actúan como «cortafuegos» contra la diseminación de la enfermedad, disminuyendo la tasa de transmisión de la enfermedad a otros individuos.

Lo segundo es que, es más difícil (mucho más difícil) mantener la cadena de transmisión de la infección cuando gran parte de la población es inmune, ya que, los individuos vulnerables quedan protegidos indirectamente por los individuos inmunizados. Por ende, los vulnerables no contraerán la enfermedad de individuos infectados, ni la transmitirán a los susceptibles. De ahí la importancia de crear políticas gubernamentales de salud pública de inmunidad de grupo. De ahí también la importancia de proporcionar un nivel general de protección a la población vulnerable no vacunada. Valga la redundancia, a través de, la vacunación generalizada.