Parece que nuestro mundo marítimo y oceánico tiene arreglo: podría darse la posibilidad de que, en un plazo, eso sí, mínimo de 30 años, pudiera recuperar cerca del 70% de su hábitat, origen de todo lo conocido. Según publica la revista científica Nature, investigadores de 16 universidades han elaborado un proyecto a seguir basándose en actuaciones de conservación que han tenido lugar desde 1970.

Como detalla Carlos Duarte, catedrático de la King Abdullah University of Science and Technology (Arabia Saudí) y autor principal del estudio, «el desafío de reconstruir la vida marina es factible si se toman medidas rápidas para evitar llegar a un punto de inflexión en el que el colapso sea irreversible. No podemos esperar una década más para mitigar el cambio climático».

En este sentido, los investigadores han identificado nueve ecosistemas diferentes para lograr la recuperación: marismas, manglares, praderas submarinas, arrecifes de coral, algas, bancos de ostras, pesquerías, megafauna (animales de gran tamaño) y las profundidades marinas; lugares donde se deberían aplicar medidas tales como la protección de las especies, pesca responsable, restauración de hábitats, preservar las áreas marinas, reducción de la polución y mitigación del cambio climático. «No se trata de devolver el océano a un punto de referencia concreto del pasado, porque los registros que se tienen están muy fragmentados y el océano ha cambiado de forma considerable», plantean.

Igualmente, Esther Sánchez, especialista en el tema, publica en el diario El País que «se parte de un escenario en el que al menos un tercio de las poblaciones de peces sufren sobrepesca, se han perdido entre un tercio y la mitad de los hábitats marinos vulnerables y una buena parte de las costas padecen contaminación —con el plástico como protagonista—, eutrofización (recepción de residuos orgánicos en exceso), agotamiento de oxígeno y estrés por la subida de las temperaturas. En este entorno, muchas especies marinas se encuentran en peligro de extinción».

Sin embargo, los científicos determinan que, a pesar de tan aciago panorama, «las pérdidas en la biodiversidad del océano son menos pronunciadas que en la tierra y la mayoría de las especies afectadas son capaces de recuperarse a un ritmo rápido cuando se eliminan las presiones. La prueba se encuentra en los aumentos espectaculares que han experimentado, por ejemplo, las ballenas jorobadas que migran desde la Antártida a la costa este de Australia, que han pasado de unos pocos cientos de animales en 1968 a más de 40,000 en la actualidad. O en los elefantes marinos, que han logrado dejar atrás los 20 ejemplares reproductores de 1880 —en el siglo XIX se cazó a la especie hasta casi la extinción— a más de 250,000».

Es más, para Duarte, «se observa un cambio de tendencia con un impulso enorme de la recuperación de especies y hábitats, que se puede incrementar si se hacen las cosas bien. A escala local y regional se ha logrado aumentar poblaciones de peces agotadas, con restricciones de capturas o regulación de las artes de pesca; recuperar bancos de ostras y otros invertebrados en una década al suprimir las causas del estrés o restaurar praderas submarinas, marismas y manglares en una o varias décadas».

Una de las iniciativas más exitosas que menciona el artículo es la del bosque del manglar del Delta del Mekong (Vietnam), el segundo mayor del mundo, devastado por el agente naranja y el napalm que arrojó la aviación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. «Es el mayor proyecto de restauración ecológica que se ha abordado en ningún lugar, en 15 años se replantaron con medios muy sencillos 1,500 kilómetros cuadrados de manglar», añade el catedrático.

También están aumentando los intentos de restauración de praderas submarinas que, en Europa, sufrieron pérdidas constantes durante la segunda mitad del siglo XX. En la última década se ha observado una recuperación del 15%, que se debe a la reducción de las emisiones de nutrientes que llegan desde la agricultura y desde las urbes que no depuran bien sus aguas.

El estudio es menos optimista en el caso de los arrecifes de coral. «Hemos comprobado que el cambio climático está teniendo un resultado devastador en estos ecosistemas. Pensamos que se puede recuperar entre un 60% y un 80% de lo perdido para casi todos los hábitats, pero para el coral la cifra baja a un 15% de incremento de arrecifes sanos, es el mejor escenario al que podemos aspirar», concluye Duarte.

Nota

Sánchez, E. (2020). Los océanos pueden recuperar la vida perdida en tres décadas. El País. Abril, 1.