Intentaba escribir una nota acerca de algunas estatuas representando insectos, pero no de las que pudiéramos encontrar en algún museo o galería, sino adornando alguna plaza o lugar público. Pensaba en cuáles destacar cuando mi amigo, el arquitecto venezolano Oscar Tenreiro me envió un mensaje, maravillado de haber «descubierto» a la pintora María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga (1908-1963). Incluía Oscar, además, una copia del cuadro Explorando las fuentes del Orinoco que ella realizó en 1959, presentando su particular visión acerca del mayor río venezolano, habiéndolo visitado casi una docena de años antes.

Remedios Varo vivió en Venezuela entre 1947 y 1949. Formó parte de una delegación francesa que llegó al país suramericano en apoyo a Arnoldo Gabaldón (1909-1990), pero también a su hermano mayor, Rodrigo, quienes luchaban contra el paludismo en Venezuela.

Arnoldo Gabaldón nació en Trujillo, capital del estado del mismo nombre, provenía de una familia adinerada, tuvo una infancia cómoda. Su crecer privilegiado lo aprovechó para educarse y leer todo lo que pasaba por sus manos, incluyendo la magistral obra Kunstformen der Natur, del naturalista y filósofo Ernst Heinrich Philip August Haeckel (1834-1919), quien popularizó las obras de Charles Darwin (1809-1882) en Alemania y quien crearía los términos phylum y ecología. Dicha obra y los conceptos de Haeckel lo marcarían.

Joven aplicado, a sus quince años termina la escuela secundaria, habla inglés, francés y alemán fluidamente. Sus padres lo envían a Caracas a estudiar a la Universidad Central De Venezuela, donde se graduará de doctor en Ciencias Médicas.

Siendo niño, habría visitado junto a unos de sus tíos el pueblo de Monay, de nombre francés, pero localizado en el centro del estado Trujillo:

«... era poco más que un pozo de enfermedades inundado de malaria (...) un área de juegos para niños hambrientos y pálidos: los jipatos, como se les conocía, recorrían los caminos de tierra del caserío. Los ancianos se habrían visto mucho peor si hubiera habido alguno, pero la esperanza de vida en la Venezuela rural en ese entonces era corta. Arnoldo (...) tenía menos de 10 años en ese momento (...) la imagen se quedó con él de por vida».

Estudiando medicina, se percatará que el terrible paludismo azota a numerosos pueblos de aquella Venezuela rural de los 1920. Se relaciona con los médicos Luis Razetti (1862-1932) y Enrique Tejera (1889-1980), pero también con jóvenes políticos que formarán parte de la insurgente «Generación del 28», quienes desafiarán al dictador Juan Vicente Gómez (1857-1935). Su actitud y el hecho de vivir con su primo Joaquín Gabaldón Márquez (1906-1984), más comprometido políticamente, le valió una corta estancia en la cárcel. Una vez liberado, finaliza sus estudios graduándose de médico en 1930.

En una de las habitaciones de su casa en Caracas, erigida por sus padres para que él y su primo vivieran en la planta alta, preparó un laboratorio personal muy bien dotado. Pretendía quedarse en Venezuela investigando sobre las causas y el control del paludismo, pero decidió viajar a Hamburgo, Alemania, para estudiar en el Institut für Schiffs- und Tropenkrankheiten fundado por el eminente médico, especialista en enfermedades tropicales, Bernhard Nocht (1857-1945) y dirigido entonces por su sucesor, el médico, parasitólogo, también especialista en enfermedades tropicales, Friedrich Fülleborn (1866-1933). Gabaldón se gradúa de Malariólogo en 1931, dirigiéndose entonces a Roma para tomar cursos sobre uso y aplicación de los fármacos antipalúdicos más recientes.

¡Ah! Disculpen, pero malaria y paludismo son sinónimos, y es el propio Gabaldón quien nos lo explica:

«… uno [malaria] viene de "mal aire" y otro [paludismo] viene de "paludes", que significa "lagunas"».

Tras regresar a Venezuela, visita San Fernando de Apure, donde el paludismo campeaba. Se percata que insecticidas, como el Verde de París, podía aplicarse con seguridad en Italia en pequeños pozos, durante el verano, eliminando los zancudos infectados. Sin embargo, resultaba inoperante en los llanos venezolanos donde impredecibles aguaceros «lavarían» al producto, permitiendo la reproducción constante de zancudos anofelinos en los casi permanentes pozos.

Obtendrá una beca de la Fundación Rockefeller que lo lleva a estudiar al acreditado Hospital John Hopkins en Baltimore, Maryland. Entiende que la clave para el control del paludismo está manejar las relaciones ecológicas entre seres humanos, el vector y el ambiente. Se gradúa en 1936 y regresa a Venezuela. Es Enrique Tejera ministro de Salud, y considera necesario erradicar al paludismo para que el país pueda entrar en «la modernidad». Crea entonces la Dirección General de Malariología y nombra al joven Gabaldón como su primer director, con luz verde para decidir cómo enfrentar a la temible enfermedad. El primer problema a solucionar para poder erradicar el paludismo es educar y entrenar a sus empleados. Venezuela venía de pasar más de una treintena de años sumidos en «oscurantismo», solo unos pocos tenían acceso a educación formal. Gabaldón creó entonces una campaña de capacitación nacional. En crónica escrita por Juan Carlos Gabaldón leemos:

«[Gabaldón estableció una] ... campaña de creación de capacidad ... tan masiva como el trabajo de campo que debía preceder. Se firmaron acuerdos de cooperación con varias instituciones norteamericanas, miles de libros y películas se llevaron al país y se distribuyeron entre el personal de Malariología. En cuestión de meses, voluntarios de todo el país fueron capacitados para convertirse en enfermeros, inspectores y asistentes. La dirección de Malariología logró tomar a cientos de venezolanos sin educación y convertirlos en trabajadores de salud especializados. Esto resultó ser crucial para el éxito final del programa...».

En 1937 se casa con María Teresa Berti (1919-2005), hermana de su gran amigo, también luchador contra el paludismo, Arturo Luis Berti (1912-1999). Éste dirige la unidad de Ingeniería antipalúdica de Malariología, encargado de construir acueductos y estaciones de bombeo de agua para eliminar y drenar estanques y fuentes de agua que eran criaderos de zancudos.

Los conocimientos de ecología de Gabaldón fueron clave para eliminar buena parte del problema, sin embargo, a principios de la década de 1940 hubo un brote epidémico que provocó una gran presión para que el equipo de Gabaldón presentara mayores resultados.

Durante la Segunda Guerra Mundial, con las mayores escaramuzas en zonas tropicales y subtropicales, enfermedades como el paludismo mataban más soldados que las propias balas. Los países implicados tenían a sus laboratorios químicos trabajando en la búsqueda de soluciones para eliminar a los vectores de múltiples enfermedades tropicales. Fue así como se redescubrió al DDT, compuesto organoclorado originalmente sintetizado en 1874 por el químico austriaco Othmar Zeidler (1850-1911), cuyas propiedades insecticidas fueron determinadas por el químico Suizo Paul Hermann Müller (1899-1965). Este producto sería clave para el control no solo del paludismo, sino de enfermedades como la fiebre amarilla. Habiendo sido descubierta la relación de ésta última con el zancudo Aedes aegypti desde 1854 por el científico y naturalista nativo de Guadalupe, nacionalizado venezolano, Luis Daniel Beauperthuy (1807-1871).

Gabaldón viaja a Washington D.C. representando a Venezuela en la V Conferencia Panamericana de Directores Nacionales de Sanidad. Allí, el general James Stevens Simmons (1890-1954) le informaría sobre un «polvo blanco» que una vez mezclado con agua u otro solvente ofrece un buen control de insectos y serviría para atacar a los zancudos transmisores del paludismo.

Este insecticida era estable, económico y efectivo. Convencido el general Isaías Medina Angarita (1897-1953), presidente de Venezuela, se importa el producto químico en 1944. Gabaldón, además, conocía que el comportamiento de los zancudos transmisores del paludismo en Venezuela, al menos la especie más común y peligrosa, era muy particular. En descanso, se posaban en las paredes de las habitaciones de los infectados y enfermos. La estrategia adicional a la modificación de las condiciones ambientales para impedir el desarrollo de zancudos, sería rociar con DDT las paredes de las habitaciones.

La aplicación del DDT en Venezuela comenzará el 2 de diciembre de 1945 y el primer rancho al que se le aplica el insecticida es al de Melecio Castillo, en la población de Morón. Un par de años antes, en 1943, el gobierno había contabilizado poco más de 817.000 muertes causadas por la malaria. Años después, en 1958 solo se supo de 800 casos.

En entrevista realizada en 1973 por Sofía Imber (1924-2017) y Carlos Rangel (1929-1988), Gabaldón comentaría:

«...la gente joven conoce poco de este asunto porque el 77% de los venezolanos tiene menos de 35 años y como la malaria, realmente, se redujo a términos muy poco importantes desde el año 50 ó 55, la mayor parte de la gente no se acuerda de lo que fue. Y también que una tercera parte de los venezolanos que eran los que vivían en las zonas verdaderamente maláricas de Venezuela y unas dos quintas partes en la zona de la Cordillera de la Costa, que también era flagelada. De modo que el grueso de esta gente rural... eran analfabetas, no pueden echar los cuentos ... ¡Los médicos jóvenes no han visto un caso [de paludismo] en todo su adiestramiento!».

Gabaldón conformó un gran equipo de profesionales, técnicos y empleados entrenados. Gabaldón y sus técnicos, preparaban escritos informativos que se distribuían a las emisoras de radio. Aquellos que iban al campo, uniformados de gris, con cascos de aluminio, conocidos como «dedetizadores», visitaban y fumigaban ranchos y casas de ciudades, pero también del más pequeño pueblo, aldea o caserío. Se trasladaban en vehículos rústicos, botes, bicicletas, caballos y mulas. La campaña antimalárica cubrió todo el territorio nacional... y fueron todos ellos, comandados por Arnoldo Gabaldón quienes derrotaron al paludismo en Venezuela.

Conocí al Dr. Gabaldón a mediados de los 1980. Le llevaba algunas muestras de sangre de aves y pequeños mamíferos, que habíamos colectado en Rancho Grande guiados por el buen amigo, eminente malariólogo y zoólogo Gregorio Ulloa (1928-2016). Gregorio trabajaba desde 1946 con Gabaldón en sus diversos proyectos, pero sobre todo en las investigaciones sobre Malaria aviar. Muy lejos de sentarse a disfrutar una merecida jubilación, el Dr. Gabaldón continuaba activo. Me atendió por un par de horas en su laboratorio. Conversamos mayormente de los aspectos ecológicos de sus proyectos, así como los considerados al ejecutar su plan para erradicar al paludismo. Lamentaba que la gente solo se enfocara en haber utilizado DDT, cuando la solución había sido su manejo racional integrado a diversos recursos y técnicas. Fue esta inteligente combinación la que logró controlar las poblaciones de zancudos vectores. Me comentó también sobre la necesidad de no dejar de estudiar e investigar, a fin de cuentas el conocimiento es lo único que nos queda.

A este respecto, su hijo Arnoldo José Gabaldón Berti, ingeniero civil e hidráulico que alguna vez fungiría como ministro de Obras Públicas y también del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables, le comentaría a Juan Carlos Gabaldón:

«...solía contarnos [una historia] sobre uno de sus amigos en el ministerio, un médico español que vino a Venezuela para escapar de la dictadura de Franco. … el hombre había perdido todo en España, pero había logrado mantener su mayor tesoro: el conocimiento en su cabeza. Pueden tomar todo de ti, pero no lo que hay en tu cabeza...».

Se me antoja pensar que ese español fue Rodrigo Varo y Uranga, hermano de Remedios. Ésta, nacida en Anglés, Gerona, Cataluña, se formó artísticamente en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid para pasar luego a la Real Academia de Bellas artes de San Fernando. En 1929 estudia en París, para viajar luego a Barcelona donde se dedica al dibujo publicitario. Establecida junto a su primer marido, el pintor Gerardo Lizárraga (1905-1983), se involucra con el movimiento de los «Logicofobistas», quienes mezclaban arte y metafísica de una manera que desafía la lógica y la razón.

En 1937, durante la Guerra Civil española, se devuelve a París junto al poeta surrealista francés Benjamin Péret (1899-1959), quien la vinculará al también poeta Paul Éluard (1895-1952) y al escritor, ensayista, poeta, André Bretón (1896-1966), ambos fundadores del surrealismo, y el segundo reconocido teórico y líder de dicho movimiento. Conoce a Leonora Carrington (1917-2011) y Max Ernst (1891-1976), surrealistas también. Al año siguiente, estalla la Segunda Guerra Mundial y previendo la invasión por parte del ejército alemán, huyen a Marsella. Es detenida y luego de algún tiempo es liberada, cruza a Casablanca de donde se embarca a México junto a Péret, a fines de 1941.

Establecida en México, se dedica al arte y al dibujo publicitario. Se casaría con Péret en 1946, para separase al año siguiente cuando decide viajar a Venezuela. Formará parte de una delegación francesa de apoyo al proyecto antimalárico de Gabaldón. Su hermano Rodrigo era jefe de Sanidad de una zona de trabajo. El viaje le serviría para reencontrarse con su madre. Ya en Venezuela se involucra con el piloto y aventurero francés Jean Nicolle.

Remedios estudia zancudos al microscopio, realiza dibujos y afiches de estos insectos para la campaña antipalúdica. La empresa de productos químicos Bayer la contacta y le solicita cuadros de corte publicitario sobre varias medicinas y plaguicidas. Estos son firmados con el apellido materno Uranga, y enviados a México. Allí, la calidad de los mismos llama la atención de los medios. Las noticias del país azteca la motivan a regresar. Viaja al Orinoco, el mayor río venezolano, intentando buscar oro para pagar su viaje de regreso a México. El gran río se convertirá en fuente de inspiración futura. Consigue finalmente el dinero necesario y se marcha definitivamente a México, donde realiza trabajos comerciales, se une a Walter Gruen (1914-2008) y se dedica de lleno a la pintura.

Gruen diría de ella:

«… los hermosos rasgos de su cara, su imponente melena de fuego con reflejos de cobre, su costumbre española de gesticular en forma muy elocuente con sus manos tan finas, su manera de retorcerse un mostacho imaginario cuando hacía bromas, su conversación fascinante e inteligentísima que sabía hacer caso omiso de la esterilidad racional, su capacidad de observación, su gran amor para toda la creación que nos rodea, una cierta coquetería femenina, su ser accesible a los inevitables homenajes del otro sexo (lo que quizá la predispuso a fungir como 'femme enfant' y musa, figuras tan idolatradas en los círculos surrealistas), su amplitud de criterio y su generosidad, que la hicieron mantener sus amistades fielmente hasta el final de su vida, a pesar de algunos desengaños, su enorme curiosidad hacia todos los aspectos de la vida y la ciencia...»

Remedios Varo, artista representativa del surrealismo, pudo unir diversos mundos en ese gran lienzo que fue su vida. Sus cuadros, mezcla de imaginación, poesía y humorismo, quedaron para el disfrute y denuncia del

«... submundo en el que obligaban a vagar a las mujeres; en los pasillos silenciosos de la injusticia social — o de género — (...) dejaría involuntariamente un legado feminista que permearía en la conciencia de la época y que junto a otros grandes intelectuales y artistas (...) sumarían al gran contexto cultural de la década de los 50 (...) su inimitable personalidad y temática artística llegará a alumbrar al surrealismo plástico de México».

A Venezuela, país bizarro, más que surrealista, regresó el paludismo desde la primera década del siglo XXI y hoy trasciende sus fronteras. En el año 2009 se diagnosticaron 35.725 casos originados en el país; la cifra de contagios ascendió a un millón de personas a fines de 2018. Pero no es solo el paludismo, sino el sarampión, la difteria, la hepatitis, el mal de Chagas y otras enfermedades que habían sido controladas, hoy «inundan» al país, producto del desmantelamiento del sistema sanitario. Ésta es la «gran obra» de una veintena de años de una fallida «revolución», oscurantismo criminal liderado por un militar mitómano, su inculto sucesor y sus adláteres, todos ineptos, corruptos, ignorantes y resentidos, propuestos tan solo a permanecer en el poder a expensas de la miseria de los venezolanos.

La división de Malariología, creada en 1936 por Gabaldón, en la cual trabajaron Rodrigo, Arturo Luis, Gregorio y Remedios, así como muchos otros dedicados servidores públicos, «le dio un futuro al país».

Desafortunadamente, de aquel «futuro» solo queda la estatua metálica de un zancudo caído y un pequeño obelisco en el lugar donde alguna vez estuvo el rancho de Melecio Castillo.