En el capitalino barrio Aranjuez, espacio C.R.A.C. Art, las sedes del Centro Cultural de España en Managua (Nicaragua), Santo Domingo (República Dominicana) y San José (Costa Rica), coauspiciaron este singular evento, con la curaduría del dominicano Luis Graham Castillo. Expusieron frutos y/o repercusiones del programa Residencia de Artistas en Tránsito, 2018, removiendo la adormecida cultura tica, con el grupo conformado por los artistas nicaragüenses Federico Alvarado, Fredman Barahona, Paulette Franceríes, Ricardo Huezo, Darling López, y el nacional Alessadro Valerio.

Chimbombas amarillas, ¿a qué se debe tanto jolgorio?

En torno a un símbolo hecho de globos inflados (chimbombas, en la jerga popular nicaragüense), acolochados, en extrema tensión a punto de soltarse; con antelación nos puso al tanto de que precisamente ahí, sucedería un algo más que apreciar el trabajo del grupo, reunidos para la investigación y manifestación de los lenguajes del arte contemporáneo. Ése -el referido árbol de la vida que el colectivo ensambló con astucia-, era un ícono alusivo más, de aquellos terribles mamarrachos que la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, colocó por toda Managua; como si fuese rito propiciatorio que paliara los males que aquejan a nuestra vecina república, y que con los primeros actos de protesta por parte de los autoconvocados, abril 2018, fueron depuestos, tirados al pavimento, demostrando el odio que el pueblo nica resiente a la cúpula dictatorial que hoy los gobierna.

Pues eso es precisamente lo que me encanta del arte de los jóvenes emergentes, en ese caso de artistas que han crecido en torno a Espira Espora, y la acción educativa de Patricia Belli allá en Managua. Cuando uno entra a la sala, es incapaz de saborear siquiera algo de la sopa del arte que ahí se cocina, pero en la medida de confrontarse a cada pieza expuesta, fluyen los aromas de los ingredientes y empezaba a ceder la interrogante, a soltar el sabor de la sustancia.

De entrada, un corte transversal de tronco, al cual se trazó la silueta de los aborrecibles árboles de la Rosario, volcado, pues con ese gesto celebran la esperada caída de la pareja gobernante, saltó el hilo que debí tejer en la medida de situarme en la propuesta que consta de pinturas, dibujos, archivos, videos e instalaciones. Son como una brecha en el intrincado panorama para advertir la escaramuza del arte; ahí pude perpetrarme como observador de la reyerta, pero a la vez, disparar el veneno de mis propios darnos.

En frente a la «chuleta» del tronco (así se le llaman acá a esos cortes transversales de la madera), dos pinturas de pequeño formato -y que no doy nombres, pues, al parecer, la firma es del conjunto de residentes a esa resistencia pacífica al conflicto: En la primera pintura la memoria de Augusto César Sandino es alardeado por trazos pastosos y colores vibrantes, pasando por el crisol de la creatividad la insigne memoria del caudillo; y la otra, me motivó a relacionarla con la de Darling López recién expuesta en la Sala 4 del MADC, en la gran muestra de Raúl Quintanilla No tiene nombre, 2018. Ambas vuelven a acentuar la presencia de la discordia con esos herrumbres tirados al pavimento por la sublevación pacífica de los estudiantes universitarios, las madres, los médicos, los periodistas, los intelectuales y el pueblo que demuestra rechazo ante la patraña de los opresores, y que el arte, sin ser panfletario, alerta la conciencia colectiva.

Centroamérica y gestas heroicas

A la muestra la componen un cúmulo de evocaciones a las gestas actuales y de siempre, que nos mueven a reflexionar, no solo en el presente conflicto nicaragüense, sino también en el pasado del istmo, temple de nuestra conciencia social delante de las presiones hegemónicas y el filibusterismo de siempre. Son recurrencias que una vez más detentan otras caretas con tal de administrar las vidas de la población, pero resueltas a su manera, acto que evoca el Destino Manifiesto de William Walker, por lo cual guerrearon los antepasados para evitar la esclavitud centroamericana, que hoy vuelven a llegan pero con otros ardides y mecanismos de entronización del poder.

Pero el suspenso ante lo esperado hacía hervir la conciencia de los asistentes a la sala, lo prometido era el Chimbombazo, un performance que, en mi caso, pensé que serían liberados los globos, como en una de las pinturas expuestas, el pueblo liberaba globos azules y blancos (que pareciera que hoy es un color prohibido en ese país), para que surcaran los aires y frías ventiscas de ese diciembre; como frío era o está nuestro propio interior ante las afectaciones y conflicto, pero cuya sangre vertida en las marchas, tranques y plantones es a costa del pueblo nica.

De repente, nos fue repartido un alfiler, y ahí fraguó el entendimiento… Todos seríamos parte de aquel fogoso remover los símbolos por los cuales aún se protesta, y se mantiene encendida la discordia al otro lado del río San Juan. De pronto, los espectadores se lanzaron con odio hacia el árbol de globos para pincharlos, estallarlos, engalillando el... ¡Chim-Bom-Bazo! Sólo pensemos en lo que representa hoy para estos hermanos centroamericanos, la posibilidad de un grito, gesto de sublevación pero que en su caso es acallado por las balas. En el pavimento del espacio C.R.A.C.Art, solo quedaron hules reventados, cuerdas y un silencio azul recubrió lo que antes era amarillo.

Urdimbre de una gesta que se repite

Intentando enlazar los significados implícitos en la propuesta, cotejar datos, fechas, y, sobre todo, pensar en la moraleja que podría deducirse de aquellos gritos o Actos de reparación, es que Nicaragua, representado por el arte de sus jóvenes artistas, está herida. Hurgar en lo que provoca, es imposible, pues no es uno, ni el grupo, ni una ciudad, es toda la población la que sangra bajo la amenaza de la bota policial y militar del estado que responde con dobles caretas diciéndole al mundo que ahí no ha sucedido nada.

Pero he aquí que asoma la paradoja -el perro que persigue para morderse su propia cola-, cuando me parece pernicioso de que suscite en la conciencia de la juventud, un odio, pero no por el metal herrumbrado con que construyeron esos acolochados símbolos de poder, y que creo que hicieron ricos a algunos, quienes obtuvieron el contrato de construirlos e instalarlos, táctica de corrupción que enarbolan también algunos gobiernos de la región, y otras pantallas para disfrazar “el chorizo” (se refiere a la corrupción en el vocabulario popular tico), sino por la madera, por el árbol, que cada día es devastado para comerciar ese divino fruto de la tierra.

Sobre todo, y cuando se critica al vecino país de talar sus bosques naturales. Trasciende que en la situación de los artesanos nacionales (los de este lado del río fronterizo), quienes elaboran productos artesanales con ese preciado recurso material, van hasta ese país para comprar la materia prima. Es sabido que acá se tienen rigurosas prohibiciones para detener la deforestación, e incluso, los árboles son inventariados por EPS, para controlar cualquier intento de explotación, al margen de las leyes forestales. Lo que me preocupa es que nuestros vecinos del norte se ensañen aún más, ante esos signos de la testarudez de sus gobernantes, y en vez de sembrar árboles, destruyan el remanente; como ocurrió ante el anuncio de construcción del canal interocéanico pues podría desaparecer el corazón verde de las forestas vecinas. Eso sería fatal, trágico, no solo para la ecología del istmo, de las cuencas o vertientes que abastecen lagos y ríos como el San Juan, sino para todo el planeta, que actualmente no sabe qué hacer ante la escalada del calentamiento global, los huracanes y otros males derivados de disturbios atmosféricos que encuentran su origen en prácticas poco sostenibles y sobre todo la corrupción.

El arte y lo político

Aquí aparece de nuevo la manifestación del arte político, cuando su mensaje es desestabilizante hacia ambos lados del borde fronterizo, donde se gestan problemáticas como el poligallerismo en las Crucitas, empujado por la fiebre del oro. También trascienden los accesos de la rebelde policía sandinista a las fronteras nacionales, en tanto que la cúpula gobernante anunció una táctica más de penetración, ahora disfrazada de preservación ecológica. Cada vez más, a esos conflictos, los enciende estrategias como las del otrora filibustero, durante la Campaña Nacional: las batallas de Santa Rosa y Rivas tanto como el heroico enfrentamiento de San Jacinto, un 14 de setiembre de 1856, cuando los patriotas nicas terminaron de clavar la estocada a los secuaces de Walker, fusilados al pisar el territorio de Honduras.

Este sensible abordaje, me motivó a tener en mente una vez más a la artista disidente cubana Tania Bruguera, cuando debido a su detención por intentar realizar un performance en la Plaza de la Revolución de La Habana en 2015, publicó en el Huffington Post un texto el cual replicó en el blog colombiano Esfera Pública, que amarra a su vez este concepto que tanto interesa a los estudios teóricos del arte en la actualidad:

«El arte político es incómodo, jurídicamente incómodo, cívicamente incómodo, humanamente incómodo. Nos afecta. El arte político es conocimiento incómodo».

Los lenguajes y discursos de punta, nos requieren mayor atención al acto de la mirada crítica, no se asumen solo con llegar a una muestra y recorrerla a ver que nos cuentan, o con que me deleito o que encienda la curiosidad, como ocurría con la pintura o la escultura del ayer, tratamientos de puras apariencias, o lo que yo llamo mitotecnia o ciencia de apantallar o crear mitos. Lo que realmente importa de esa narrativa de lo actual, se (de)construye en el mismo sistema de expresión que llamamos arte contemporáneo, lo encontrado y visualizado es una refriega más de la cual debemos salir airosos; pero, sobre todo, emerger aprendidos, alimentados por aquella sustancia a que me referí al inicio: «la sopa del arte», palabras que tomé prestadas al célebre crítico cubano Gerardo Mosquera.

Creo que, al visitar una muestra, y sobre todo del arte emergente, en tanto los jóvenes acuden a todo tipo de tácticas para abastecer la refriega de la interpretación, sucede algo así como la crecida de un río, cuyas aguas enturbian, y si se le antepone algún obstáculo, arremete provocando deslaves, lo derriba. Esta metáfora me sirve para explicar mi conceptualización de lo que es apreciar e interpretar, recurso que utilizo para sazonar mis comentarios. Para estudiarlo, para deducirlo, se requiere incluso del tiempo y la distancia -por lo menos en mi caso personal-, para dejar que esas aguas se transparenten y dejen ver el paisaje de los fondos, los cuales están constituidos por amplia riqueza y diversidad de mensajes, connotaciones sociales, políticas, pero todas profundamente humanas.

La estocada final

Con este pensamiento puesto en la muestra del espacio C.R.A.C. Art, cito una hoja suelta, autoría del grupo de residentes, que repartían en la entrada de la sala:

«La crisis política en Nicaragua sigue cobrando vidas, dejando marcas imborrables e, inevitablemente, provocando expresiones de protesta anónima en un país donde la manifestación pública está prohibida. Estas expresiones son pedacitos de orden de cara a la entropía, que, aunque frágiles, son actos de vida frente a la muerte.

La liberación de globos (chimbombas) azules y blancos, el coloreado de adoquines y barricadas, la suspensión de zapatillas en el cableado eléctrico… pertenecen al repertorio de actos furtivos que evitan exponer el cuerpo de los manifestantes y levanta la moral popular, no por sus formas alegres, sino porque materializan modos creativos de seguir resistiendo».

También -y, con esto cierro el presente comentario, que pretendo levante de alguna manera la moral de estos artistas en resistencia reunidos en Casa Caníbal del CCE en San José-, me emocionaron las frases de Paulette Franceríes: Qué se rinda tu madre...; y Es cuando unas hormigas te hacen quedar en ridículo..., del inquieto Darling López, en un performance actuado en la ciudad de Los Ángeles, California, como para punzar con el alfiler de la eterna discordia y avivar el grito de Chim-Bom-Bazo que sacuda las nocivas prácticas de poder ante estos Actos de reparación.