Hace algunos años el concepto de Baños de bosque, derivado del término japonés shinrin-yoku, empezó a introducirse en nuestro país, si bien su significado y operatividad son mayoritariamente desconocidos.

En la década de los ochenta el Gobierno nipón puso en marcha una red de bosques con el objetivo de dar uso al casi 70% de suelo forestal existente promoviendo el contacto con la naturaleza por parte de una población urbana fuertemente sometida al estrés, víctima desde hacía años del fenómeno social conocido como Karoshi o «muerte por exceso de trabajo».

Cada año entre 2 y 5 millones de japoneses acuden a las sesiones de «terapia del bosque» en alguno de los centros oficiales designados por la Agencia Forestal de Japón. La sesión consiste en unas dos horas de paseo relajado con ejercicios de respiración dirigidos por monitores. Antes y después de la caminata se mide la presión arterial y otras variables fisiológicas para que los participantes puedan comprobar la eficacia del tratamiento. Las evidencias sobre los beneficios de estas sesiones llevaron al gobierno japonés a prescribir estos paseos como medida preventiva al desarrollo de determinadas enfermedades con el objetivo de reducir el gasto en sanidad a medio plazo.

En Estados Unidos el entusiasmo por los baños de bosque crece a tal ritmo que diferentes organizaciones ofrecen cursos para obtener un certificado de guía de terapia de bosques. Seguramente muchos se preguntarán qué pinta un guía en una actividad que no comporta riesgo ni dificultad, para Amos Clifford, fundador de la Asociación de Terapias de la Naturaleza y el Bosque (Association of Nature and Forest Therapy), con sede en California, la razón es que a veces se necesita de otra persona para ayudar a «bajar las revoluciones, a calmarnos». Se trata de llevar la inmersión en la naturaleza a otro nivel, reparar en los sonidos, los olores o la textura de un tronco o de la tierra.

En Europa varias entidades oficiales y programas comunitarios apuestan por sensibilizar el sector médico al respecto. Dentro de nuestras fronteras contamos con la Asociación Sèlvans, cuya misión principal es conservar el patrimonio forestal más singular e implementar itinerarios forestales terapéuticos de alto valor natural.

Profesionales sanitarios e investigadores de la Universidad de Girona han confirmado que los bosques con árboles viejos son medicinales, demostrando sus beneficios entre enfermos de fibromialgia que realizan ejercicio moderado en este tipo de bosques terapéuticos. El estudio revela que los paseos entre árboles centenarios mitigan el dolor y combaten el insomnio de los pacientes.

Desde la década de 2000, uno de los pioneros sobre el estudio de los beneficios del baño forestal, el antropólogo y fisiólogo Yoshifumi Miyazaki, ha demostrado que, en comparación con los paseos por la ciudad, los baños forestales logran reducir en más de un 12% los niveles de la hormona del estrés y en casi 1,5% la presión arterial. Asimismo, el contacto con la naturaleza disminuye la actividad del córtex prefrontal, responsable de funciones cognitivas como la planificación, y aumenta la actividad en otras áreas cerebrales vinculadas con la empatía y las emociones.

Si bien la mayoría disfrutamos del contacto con la naturaleza, tomar conciencia de su influencia en nuestra salud tal vez nos permita apreciar más profundamente la riqueza del planeta y revaluar el trato que le dispensamos.