¿Alguna vez te has sentido atrapado en un torbellino de estrés, con la sensación de que necesitas desconectar urgentemente? Imagina tener a tu alcance un refugio instantáneo, un lugar donde los problemas se desvanecen y la calma se apodera de ti.

¿Quién no ha deseado en algún momento escapar de la rutina y encontrar un oasis de paz en medio del caos? La vida moderna, con sus múltiples demandas, a menudo nos lleva al límite. Pero, ¿qué pasaría si te dijera que existe una forma sencilla y accesible de encontrar ese refugio?

En esos momentos en que el mundo exterior parece agobiarte, la música es un gran aliado terapéutico, un faro al final del camino, un refugio seguro, un bálsamo instantáneo al bienestar.

Con cada nota, con cada acorde, cada estrofa, la música parecería ser que se convierte en una ola de calma que inunda las entrañas, disolviendo las tensiones y preocupaciones como la espuma en el mar. Es como si la música te transportara a un lugar mágico donde el tiempo se detiene y los problemas se desvanecen, un lugar donde invita a ser uno mismo, a conectarse con el interior. ¿Quién no ha experimentado alguna vez la sensación de ser envuelto por una melodía que nos hace sentir vivos, conectados y completos?

Ya lo decía Platón: “la música es una ley moral. Da alma al universo, alas a la mente, vuelo a la imaginación, encanto y alegría a la vida y a todo lo que existe”.

Todo lo que tu cuerpo siente al escuchar una melodía, no se trata solo de una sensación. La música tiene un impacto profundo en nuestro sistema nervioso autónomo. Estudios han demostrado que escuchar música relajante puede reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial, promoviendo así un estado de relajación. Por otro lado, la música enérgica puede aumentar la producción de adrenalina y noradrenalina, elevando nuestro nivel de energía y preparándonos para la acción.

Fisiológicamente, en el cerebro existe una amplia red de zonas involucradas con la percepción auditiva, procesamiento del lenguaje, atención y memoria de trabajo, memoria episódica y semántica, función motora, emociones y circuitos de recompensa asociadas con el procesamiento de la música que oímos1.

A lo largo de la historia, la medicina y la música han tejido un tapiz intrincado en la vida humana. Ambas disciplinas, profundamente arraigadas en la experiencia sensorial y emocional, han moldeado nuestra salud y bienestar. La musicoterapia, fruto de esta convergencia, aprovecha el poder curativo de la música para abordar el cuerpo, la mente y el espíritu, ofreciendo una vía holística hacia la sanación.

Es a mediados del siglo XX cuando la musicoterapia emerge como una disciplina terapéutica formal, con sus raíces en países como Inglaterra y Estados Unidos.

Desde el VIII Congreso Mundial de Musicoterapia en Hamburgo (1996), la Federación Mundial definió esta disciplina como el uso terapéutico de la música y sus elementos, aplicado por profesionales cualificados para mejorar la calidad de vida de personas de todas las edades y culturas. Esta definición, que ha servido como referente a nivel internacional, subraya la versatilidad de la musicoterapia y su capacidad para abordar una amplia gama de necesidades humanas. A través de la música, los musicoterapeutas facilitan la expresión de emociones, promueven la comunicación, estimulan el desarrollo cognitivo y contribuyen a mejorar el bienestar general de las personas.

Pero, ¿en qué consiste la musicoterapia? “La musicoterapia tiene como fin desarrollar potenciales y/o restaurar las funciones del individuo de manera tal que éste pueda lograr una mejor integración intra y/o interpersonal y, consecuentemente, una mejor calidad de vida a través de la prevención, rehabilitación y tratamiento”2.

El uso de la música y/o sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía y armonía) realizada por un musicoterapeuta calificado con un paciente o grupo, en un proceso creado para facilitar, promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, para así satisfacer las necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia tiene como fin desarrollar potenciales y/o restaurar las funciones del individuo de manera tal que este pueda lograr una mejor integración intrapersonal y/o interpersonal y consecuentemente una mejor calidad de vida a través de la prevención, rehabilitación y tratamiento3.

La evidencia científica respalda el uso terapéutico de la música para reducir el dolor, la ansiedad y el estrés en diversos contextos clínicos. Al inducir un estado de relajación y bienestar, la música disminuye la necesidad de fármacos analgésicos y sedantes, acelera los procesos de recuperación y mejora la experiencia general del paciente durante la hospitalización y la rehabilitación. Estudios han demostrado que la música clásica y ambiental, entre otros géneros, son particularmente efectivas en este sentido.

La música es el arte de los sonidos, y por tanto implica tanto a la expresión como a la percepción. Johan Huizinga la define como un “acto libre, autosuficiente, definido, serio, sugestivo, extraordinario, alegre, impulsivo e incierto” (Andrés, 2000, p. 229). Según la National Association for Music Therapy (NAMT): “La musicoterapia es la utilización de la música para conseguir objetivos terapéuticos: la restauración, mantenimiento y mejora de la salud mental y física”. Es la aplicación sistemática de la música, dirigida por un musicoterapeuta en un contexto terapéutico a fin de facilitar cambios en la conducta. Estos cambios ayudan a que el individuo en terapia se entienda mejor a sí mismo y a su propio mundo, llegando así a adaptarse mejor a la sociedad.

La música es un lenguaje universal que trasciende las barreras culturales y lingüísticas, conectando con lo más íntimo de nuestra humanidad. Su poder para evocar emociones profundas y resonar en nuestro ser es una experiencia compartida por todas las culturas.

En esencia, es una intervención terapéutica que utiliza la música como herramienta para promover la salud física, emocional y mental. A través de experiencias musicales cuidadosamente diseñadas, facilita el autoconocimiento, la expresión de emociones y el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas4.

El ser humano, por naturaleza, se conecta con la música sin importar el lenguaje, condición social o edad, se trata de un arte de los sentidos, una entremezcla de experiencias que involucra la estimulación visual, táctil y cinestésica que activa los canales sensoriales y activa emociones profundas, desde la alegría más intensa hasta la tristeza más profunda. Al activar regiones clave de nuestro cerebro, la música nos transporta a otros mundos, nos permite explorar nuestra creatividad y nos conecta con nuestro yo más auténtico. Es un arte que nos acompaña a lo largo de toda la vida, enriqueciendo nuestra experiencia y haciéndonos sentir más vivos.

Notas

1 Särkämö T, Altenmüller E, Rodríguez-Fornells A, Peretz I. Editorial: Music, Brain, and Rehabilitation: Emerging Therapeutic Applications and Potential Neural Mechanisms. Front Hum Neurosci. 2016; 10: 103-05.
2 Sacks, O. (2015). Musicofilia: Relatos de la música y el cerebro. Anagrama.
3 Andrés, V.P. (2000). El fenómeno de la música. En M.B. Toro, Fundamentos de musicoterapia (pág. 229). Morata. Definición de la World Federation of Music Therapy, aprobada en el congreso de Hamburgo, Alemania.
4 Augé, P.M. (2000). Visión general y teoría de la musicoterapia. En M. B. Toro, Fundamentos de musicoterapia (pág. 289). Morata.