Un nuevo recurso, que funge a la vez como competición, ha nacido recientemente entre los pasteleros. Pero no se encontrará ya en escuelas de pastelería, confiterías, restaurantes o incluso programas de televisión. Esta disputa sin cuartel vive en los bolsillos y bolsos, en la pantalla de ese pequeño artilugio que hemos dado en llamar smartphone o «teléfono inteligente».

Creado en 2010 por Kevin Systrom (y adquirido en 2012 por Facebook), Instagram se ha convertido en una de las aplicaciones más utilizadas en todo el mundo. Con más de 300 millones de usuarios y más de 70 millones de fotos compartidas por día, para muchos usuarios su empleo diario es casi una necesidad. ¿Cómo funciona esta aplicación?

Se trata simplemente de una herramienta que permite al usuario crear un perfil e insertar sus fotos y videos, personalizándolos con «pequeñas cabezas amarillas» con miles de facetas. Como en todas las redes, existen códigos, formas de conquistar más o menos seguidores nuevos y una comunidad que se apasiona especialmente alrededor de fotos e imágenes.

Esta red está concebida para permitir que todos se expresen, se presenten al mundo y creen su propio universo on line. George Clooney, Cristiano Ronaldo y Marcel, su vecino en el camino, están en el mismo nivel, desde un punto de vista numérico, con la misma aplicación. Fascinante, ¿no?

Para muchos, Instagram se ha convertido en una vida paralela a su «vida real», tanto es así que, desde que uno se despierta por la mañana, todavía con los ojos medio cerrados, el primer gesto del día es revisar todo lo que sucedió mientras dormía. En otras palabras, revisa su cuenta de Instagram antes incluso de haber abierto los ojos completamente.

Adictos al me gusta

Cuando un usuario recibe muchos likes o, por decirlo en el idioma cervantino, me gusta, ya sea en Facebook, Instagram o Snapchat, se activa la sensación de emoción y placer en el cerebro. Cuánto nos satisfacen los me gusta y cuánto colman nuestra necesidad casi vital de presumir, mostrarnos, existir. Básicamente traducen un principio básico del egoísmo: «me gusta, así soy yo». Buscamos en las redes sociales recompensas narcisistas que nos permitan sentirnos mejor. La privación de tales recompensas puede tener el efecto contrario, llegando hasta a padecer problemas psicológicos y patología como ansiedad y depresión.

Además, Instagram le permite a uno crearse una imagen propia que es diferente del yo real. De hecho, como subraya Maquiavelo en su obra El Príncipe, aparecer es más importante que ser. La imagen que proyectamos ante los demás siempre es elegida y manipulada para nuestro beneficio. De hecho, tras utilizar los distintos filtros e instrumentos de la aplicación, una imagen banal de lo cotidiano puede acabar convirtiéndose en el paradigma de una felicidad que solo existe en la imaginación del usuario.

Por ejemplo, beber un café en una terraza puede convertirse, si uno es un instagramer reputado, en todo un acontecimiento, tan solo hay que elegir bien el ángulo, el color y la perspectiva de la foto para proyectar una sensación de felicidad absoluta y construir la imagen deseada.

Así es como acabamos creando «otro yo» mucho más feliz que el real, y capaz de disfrutar al máximo de la vida, cuando, en realidad, el café ni siquiera estaba demasiado bueno, paganos demasiado por él y el camarero se mostró hasta poco cortés. Pero en lugar de contentarnos con la vida real, preferimos hacer creer al munso y a nosotros mismos que hemos pasado una velada encantadora.

En cuanto al gremio de los pasteleros, de los que formo parte, con Instagram llegó la revolución.¡Los más avezados saben sacarle partido! Lo cierto es que, como cualquier herramienta de comunicación, Instagram es prioncipalmente un arma de promoción.

Promoverse y darse a conocer: tal es, en esencia, la tarea más importante de los nuevos maestros pasteleros y chefs de repostería (ver el artículo del 20 de febrero: La nueva pastelería). El empleado del chef pastelero no se conforma y toma fotografías de sus logros. El Gran Jefe presenta sus obras y retroalimenta su condición de jefe. Uno y otro buscan, sobre todo, tener más visibilidad.

Gracias al extraordinario algoritmo de Instagram, verás las tendencias en pastelería a medida que pasa el tiempo. Preparar un frosting o cobertura de chocolate o un pastel glaseado con «efecto espejo», crear una masa de hojaldre, mostrar un concurso de postres…. Todo se muestra y todo es seguido por miles de usuarios. Es entonces cuando el respostero se dice a sí mismo: «¡Caramba! ¡Yo también tengo que hacer un video!»

Y así todos los pasteleros se lanzan en pos de la gloria en Instagram con intención de mostrar que ellos también saben cómo hacerlo, es más, que ellos saben hacer ese postre mejor, más sabroso y delicioso.

Hoy uno se pregunta si la calidad y el conocimiento de un chef de repostería se juzgan más por su cantidad de seguidores en Instagram que por su trabajo real. Esta aplicación se ha vuelto tan poderosa que acaba convirtiéndolos en verdaderos instagramers.

Algunos pasteleros, especialmente los menores de 30 años, que crecieron ya con teléfono inteligente y Facebook, se han convertido en verdaderas «estrellas de Instragram». Más allá de su verdadero talento como chefs reposteros, presentan en Instagram sus nuevas creaciones, que a menudo son reinterpretaciones de recetas clásicas.

Con más de 100.000 seguidores, estos desconocidos para el público en general se han convertido en grandes entre los grandes, apartándose de las efímeras escuelas de pastelería. Así viajan por todo el mundo para demostrar en vivo sus recetas colgadas previamente en Instagram. ¡Qué alegría para tanta gente poder presenciar en vivo y en directo una receta vista más de veinte veces en la pantalla del smartphone! Aquí es donde finalmente llega el dinero después de tantos me gusta. Previamente, se trata de forjar su ego y crear una alegría paralela a los sinsabores de la vida: «¡mi última foto de repostería tuvo más de 15.000 me gusta», «está bien, puedo ir a descansar…». A partir de su pasión, construyen un negocio real. Otros pasteleros se convierten en «embajadores de la marca», como los moldes de silicona, para crear la última pastelería en Instagram o como una gran marca de chocolate.

Los chefs pasteleros con más de un millón de seguidores ya no están disponibles para realizar el espectáculo en todo el mundo. ¡Son los fanáticos los que se acercan a ellos!

En otras palabras, ¿comemos las nuevas reinterpretaciones de los clásicos porque son tendencia en Instagram o porque es el chef pastelero quien, sin mirar su teléfono inteligente, decide de esta manera? ¿Cómo se puede evaluar el talento de un pastelero: por sus obras o por el número de seguidores?

La respuesta a esta pregunta tal vez necesite otra pregunta previa: ¿de qué generación eres? Para los más jóvenes, es decir, para los futuros pasteleros del mañana, Instragram se ha convertido en una herramienta de influencia sin precedentes y no dudarán en utilizarlo como escaparate.

A día de hoy, la resistencia a esta propaganda se centra en desarrollar pasteles y recetas de acuerdo con dos criterios tradicionales: por un lado, el pastelero busca satisfacer la demanda de sus clientes reales, aquellos que frecuentan su local y con quienes puede intercambiar y saber entonces sus opiniones. Por otro lado, los pasteleros de la «resistencia» prefieren destacar su sensibilidad y su «verdadero yo» como artesano.

Al tener 35 años, estoy atrapado entre estas dos categorías y generaciones de pasteleros. Me topé con Instagram y entré de lleno en la generación Z, es decir, la generación zombie - reconocible porque sus miembros acostumbran mantener cabeza baja e inclinada sobre el teléfono, completamente desconectados del mundo que los rodea - me llevó a caer en las redes de su preocupante juego.

Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba produciendo mis recetas bajo el control y la influencia de Instagram y otras redes sociales principalmente, y solo de forma secundaria pensando en los consumidores reales de mis pasteles. Así que decidí tomar el control de mí mismo y de mi praxis pastelera. Desde entonces, todos los días me conecto un poco menos.

¿Deberíamos eliminar nuestra cuenta de Instagram? ¿Cuál es el límite entre utilizar Instagram y volverse adicto? ¿Dónde comienza la sumisión a Instagram y dónde termina nuestra propia libertad para decidir nuestras propias acciones? La respuesta depende de cada uno.

Por ahora, todavía hay cosas que son intemporales y que resistirán la influencia del mundo digital: ¡los libros de cocina!

Los invito a leer a mis hermanos y hermanas de gremio críticamente. E invito asimismo a quienes empiezan en el mundo de la repostería a leer libros de recetas de los viejos maestros para encontrar la inspiración necesaria. Ya lo dijo un sabio hace muchos siglos: ¡somos enanos a hombros de gigantes! Solo a partir de las enseñanzas y la experiencia de quien nos procede, podremos desarrollar y mejorar nuestro propio arte.