Los misterios, bien se sabe, han sido el abono de las explicaciones más disparatadas. Algunas de ellas, incluso, han acabado forjando la cultura de las sociedades, ubicándose en ese estamento abstracto llamado religión. Pero, ¿dónde quedan esas creencias populares sobre las que se asientan los procesos habituales que hilan las vidas? ¿Cómo nos enfrentamos a esas versiones infundadas para explicar los hechos más visibles e hirientes? Algunas de estas respuestas se dirigen a razonar sobre los funcionamientos de esos seres humanos que más dudas ofrecen: los bebés.

Los bebés son misteriosos. No tienen razones para hacer todo lo que hacen. De hecho, cuando acabamos creciendo no recordamos las causas de nuestros lloros, nuestros estados de ánimo y las causas de las noches en vela de nuestros cuidadores. Ante tal misterio, las sociedades se han apresurado a buscar respuestas. Ha sido una labor inefable, sin comienzo ni final, pero que ha acabado teniendo más peso que otras sesudas explicaciones científicas. El positivismo, a través del método científico, trató de acabar de un golpe con todos esos vaivenes de la lógica, olvidando que la cultura adquirida a través del paso del tiempo es mucho más profunda de lo que uno puede llegar a pensar. Aunque en Europa o Estados Unidos este tipo de mitos parece ya olvidados, en América Latina o África mantienen su importancia en la configuración de las sociedades.

Volvemos a esos tiernos seres enigmáticos. Los bebés pueden llorar por una causa y por la contraria. Los interrogantes de sus acciones han servido de gatillo para el disparo de estas explicaciones cercanas al mito. Mitos que han tenido una gran influencia en el pensamiento de las sociedades latinas y que se mantienen en el imaginario colectivo. Las cifras así lo atestiguan: en Colombia, un estudio realizado a 150 mujeres por la Sociedad de Pediatría del país americano asegura que el 76% de las madres entrevistadas tiene al menos una creencia popular sobre la crianza de los recién nacidos. Este dato no pasaría de la anécdota si no fuera porque en muchas ocasiones los profesionales médicos deben actuar teniendo en cuenta las tradiciones de estos ciudadanos. Para ello, lo más sensato es conocer esos mitos con el fin de concienciar a los pacientes de que no descarten la atención médica en el caso de que los recién nacidos se aquejen de alguna dolencia:

1. La camiseta roja

Es creencia popular en Colombia que una camiseta roja protege al niño o niña de posibles problemas respiratorios. Aunque esta estética no hace daño directo al bebé, es importante que las familias no olviden los tratamientos médicos específicos para conservar la buena salud del bebé.

2. El hielo del cementerio

Si alguien que ha ido a un cementerio o ha estado en contacto con un muerto carga al bebé, éste puede «helarse» o «secarse». Al producirse esta dolencia, al bebé le da diarrea y pierde peso. No obstante, existe solución: el bebé debe bañarse con agua de hierbas para calentarlo. En algunas zonas de Colombia, como el área de los Llanos Orientales, para proporcionar calor al bebé se llega a sacrificar una vaca y se introduce al niño en el vientre del bóvido.

3. El baño de Cleopatra

¿Quién no ha sufrido en alguna ocasión la interrupción del sueño por los lloros y gemidos de un bebé? Es sabido popularmente que el baño aplaca la tensión y tranquiliza a los recién nacidos. Sin embargo, se puede ir más allá: el baño de Cleopatra consiste en introducir al recién nacido en una tina con agua tibia, leche, brandy y hojas de lechuga. A pesar de que el baño no tiene por qué afectar negativamente al bebé, puede ocurrir que el crío ingiera alcohol involuntariamente y se intoxique.

4. Mal de ojo

No podía falta este mito milenario y que se encuentra presente en diversas culturas y sociedades. Ya sabemos cómo funciona: una persona con envidia de que el niño sea bonito o saludable penetra con una mirada inquietante en el recién nacido hasta provocarle orzuelos, inapetencia o dolores de cabeza. La forma de acabar con los efectos del mal de ojo, según la tradición colombiana, es cargando al bebé con piedras de azabaches desde su nacimiento. Sin embargo, esta práctica es peligrosa porque el bebé puede meterse en la boca las piedras y envenenarse.

5. Descuaje

Si el niño tiene una diarrea incontrolable puede ser que se deba a que el «cuajo», uno de los cuatro estómagos de las vacas y que también tienen los niños, se ha desprendido a causa de un golpe o susto. Si se da esta situación, los progenitores tendrán que darle una “sobandera” que consiste en medir las extremidades del recién nacido y comprobar si una es más larga que la otra. Si es así, el niño estará «descuajado» y tendrá que llevar una “soba” para igualar las extremidades y acabar con la diarrea.

6. Sereno

La intemperie de la noche no es, por motivos obvios, el mejor ambiente para los bebés. Sin embargo, según la tradición colombiana el niño nunca puede salir cuando el sol cae y el sereno impregna la atmósfera.

7. Pujo

Esta creencia afirma que, si una mujer con menstruación alza al niño, el bebé se volvería «pujón» y comenzaría a tener cólicos o estreñimientos. Para conseguir despujarlo, una mujer virgen debe colocar saliva de su boca en forma de cruz en la frente del bebé. Otro mito asegura todo lo contrario: una mujer con una actividad sexual activa deberá saltar sobre el bebé tres veces con una falda negra. Los médicos aseguran que el pujo existe pero que es propio de los recién nacidos y que es parte de su desarrollo.

8. Hernias

Para vencer las habituales hernias umbilicales de los niños, algunos padres colocan una moneda o un botón sobre el ombligo de los bebés. Sin embargo, las hernias acaban cerrándose solas a los 5 años del bebé.

9. Hipo

La costumbre para acabar con el hipo del bebé es tan inofensiva como aparentemente ineficaz. Consiste en que la madre coloque con su saliva un hilo, algodón mojado o un trozo de papel en la frente del recién nacido.

10. Remedios caseros

Existen otras soluciones basadas en las creencias populares con las que se trata de solventar algunas circunstancias propias de los recién nacidos. Por ejemplo, para la varicela, algunos progenitores colombianos preparan una infusión de toronjil con leche para tomar o bañan a los críos con agua de hoja de totumo. De esa forma, el brote de varicela se acelera y los bebés lo pasan antes. Según los expertos, esta creencia no es cierta e incluso puede perjudicar al bebé porque en estos casos la ducha no es aconsejable debido a que puede producir una sobreinfección. Para lograr que los niños caminen lo antes posible, algunas personas frotan clara de huevo en las rodillas y piernas de los críos.