Este proyecto ha sido ideado como una reflexión acerca de la representación del poder en la cultura occidental desde la Grecia clásica hasta la actualidad. Dado que el tema es muy extenso y puede ser abordado desde múltiples puntos de vista, mi aproximación se centra en la utilización de la escultura para elaborar retratos de personajes históricos directamente relacionados con el poder político o militar. Estos personajes van desde Julio César hasta Barack Obama, pasando por Felipe II, Napoleón Bonaparte o Iósif Stalin. Todos estos personajes han sido claves para entender la historia de occidente y todos ellos han utilizado el arte como una herramienta de propaganda al servicio de sus propios intereses.

Este proyecto se estructura como una narración cronológica, que comienza en el mundo clásico para avanzar a través de la Edad Media, el Renacimiento y los siglos XVII y XVIII. Durante estos siglos se repiten los mismos patrones de representación del poder, los monarcas europeos desde Carlomagno a Luis XIV utilizaron un simbolismo heredado del mundo clásico, adaptándolo a los usos y estilos de cada época. Esta narración avanza a través de las dos primeras décadas del siglo XX, que representan el comienzo del declive del género, que vive un resurgimiento repentino en el período de entreguerras bajo los regímenes totalitarios. Este recorrido termina en la actualidad con algunos de los pocos ejemplos contemporáneos del género: los retratos de gran tamaño del líder norcoreano Kim Jong-il o el doble retrato de los Bush.

Mi intención a la hora de plantear este proyecto es analizar las relaciones entre arte y poder a lo largo de la historia, desplegando una cronología vi­sual de imágenes que muestre al espectador como el arte ha trabajado siempre bajo la sombra del poder político. Esta estrecha relación de las artes plásticas con el poder y la propaganda parece ser una constante hasta comienzos del siglo XX, cuando las vanguardias artísticas erosionan esta unión en nombre de la autonomía del arte. Este proceso de ruptura con los intereses de los aparatos de poder ha demostrado ser, no obstante, una quimera. Hoy en día el concepto de propaganda ha mutado en formas más sofisticadas, pero todavía completamente funcionales.