Llega la primavera y con ella florecen los jardines, brilla el sol y la temperatura se vuelve más cálida. Es la época del año del despertar de la naturaleza en todo su apogeo y, sin embargo, muchas personas se sienten apáticas y decaídas sin razón aparente. La astenia primaveral es un estado que afecta a una de cada diez personas, no suele requerir tratamiento alguno y remite en pocos días o semanas.

Todos hemos sentido en alguna ocasión esa sensación de no poder con nuestras tareas diarias, nos falta vitalidad, fuerza y no tenemos ganas de hacer nada. Es cuando utilizamos frases como “necesito un reconstituyente” y, en muchos casos, es justamente lo que nos hace falta. La astenia primaveral se traduce en una sensación general de debilidad tanto física como intelectual, y hace que nuestro día a día resulte especialmente duro porque nos impide llevar a cabo tareas sencillas y habituales.

La doctora Raquel Abalo Delgado, profesora del Área de Farmacología del Departamento de Ciencias Básicas de la Salud de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que “detrás de una astenia primaveral puede existir otro tipo de patología oculta, por lo que ante síntomas de cansancio es conveniente consultar al médico para descartar la participación de anemias y otras causas orgánicas”. A menudo, este estado propio de la estación primaveral tiene su origen en infecciones agudas, en la ingesta de tranquilizantes, ansiolíticos o anticonceptivos orales, en la presión en el trabajo que trae consigo nerviosismo y problemas para conciliar el sueño… y una larga lista de enfermedades o problemas psicosociales. Por eso, lo más conveniente es consultar con un especialista para saber si la causa de la astenia tiene un origen orgánico, psicológico o simplemente se debe a la adaptación que el organismo lleva a cabo para acomodarse a las nuevas circunstancias ambientales y estacionales. “Existen fármacos y suplementos vitamínicos que pueden estar indicados para la astenia –señala la doctora-, aunque en numerosas ocasiones son suficientes algunas medidas higiénico-dietéticas (aumentar el consumo de fruta y de agua, fomentar el descanso nocturno mediante el establecimiento de un cierto ritmo o rutina que favorezca conciliar el sueño…)”.

No a la automedicación

Las razones por las que aparece la astenia no están muy claras y los especialistas creen que podría deberse al cambio de estación y sus consecuencias en el organismo o a los procesos alérgicos que aparecen en esta época del año. Se sabe que alrededor del 2 por ciento de la población ha sufrido astenia en algún momento de su vida. Cuando ocurre, lo indicado es acudir al médico de cabecera porque es él quien conoce la historia del paciente y sabrá qué pruebas o exploraciones son las más indicadas. En ningún caso debemos automedicarnos, “la automedicación es siempre una práctica que entraña ciertos riesgos, pero en el caso de los mayores este riesgo se acentúa. Los riesgos más importantes son la dosificación inadecuada, con posibilidad, incluso, de intoxicación, y las interacciones con otros fármacos o con alimentos. Estos riesgos pueden ocasionar más problemas en la gente mayor que en la población general por diversos motivos: olvidos (de que ya se ha tomado una dosis, de que se están tomando otros fármacos incompatibles…), disminución asociada a la edad en la eliminación de los fármacos, existencia de patologías e interacción con los fármacos usados para el tratamiento de las mismas. Nunca se debe olvidar que los medicamentos de libre dispensación no están exentos de producir efectos secundarios que pueden agravar ciertas patologías presentes con frecuencia en el anciano (hipertensión, úlcera…)”, señala la doctora Abalo.

Está comprobado que nuestro cuerpo necesita más vitaminas y minerales al llegar la primavera y un aporte mineral o vitamínico extra puede resultar beneficioso siempre bajo control médico. “El efecto placebo (autosugestión) puede existir –continúa Raquel Abalo- , pero la mayoría de las plantas que se utilizan como automedicación sí contienen principios activos que son auténticos fármacos. De hecho, gran parte de los fármacos actuales son principios activos de plantas, derivados o análogos (por ejemplo, la morfina es un derivado de una amapola, y el ácido acetilsalicílico un derivado del sauce). Por tanto, es cierto que algunas de estas plantas pueden ser beneficiosas y, en casos leves, pueden ayudar. Sin embargo, su uso siempre tiene el problema de que al ser extractos, los niveles de cada uno de sus componentes no suelen ser constantes de un preparado a otro. Por lo tanto, los efectos no son siempre reproducibles y pueden producirse efectos adversos con frecuencia. Por otra parte, puesto que contienen auténticos fármacos, siempre se puede producir una interacción farmacológica con la medicación prescrita por el médico. Por tanto, nunca deberían utilizarse sin consultar al médico antes, ¡aunque la medicación prescrita por éste sea una aspirina!“.

Astenia crónica

La astenia se produce a nivel fisiológico por una disminución de las betaendorfinas en el plasma, que son las sustancias que regulan el sistema bienestar-malestar en las personas y que, al verse alterado, provoca la sensación de decaimiento y el resto de síntomas. Aunque depende de cada persona, el estado de astenia no debería durar demasiado tiempo. Cuando se prolonga más allá de seis meses y sabemos que no hay causas físicas ni psicológicas que lo provoquen, podemos estar ante lo que los especialistas denominan Síndrome de Fatiga Crónica (SFC). Este es un problema más difícil de detectar, ya que presenta los mismos síntomas de la astenia con la diferencia de que no tiene cura, al menos conocida. Se sabe que es una enfermedad de larga evolución en la que se experimentan épocas de mejoría para volver al estado inicial. En muchas ocasiones se confunde con la depresión porque sus síntomas son muy parecidos y, de hecho, los especialistas suelen prescribir los mismos fármacos que están indicados para la depresión porque son con los que mejores resultados se han obtenido. Son los denominados psicofármacos o fármacos psicótropos, sustancias “con acciones en el sistema nervioso central. Hay varios tipos de psicofármacos, con diferentes mecanismos de acción. En general, los podemos clasificar en estimulantes y depresores. Entre los estimulantes podemos citar la cafeína, los antidepresivos y las drogas de abuso de tipo cocaína y anfetamina. Entre los depresores encontramos los opioides, las benzodiazepinas, los antiepilépticos… Los fármacos estimulantes actúan aumentando los niveles de neurotransmisores excitadores y/o activando directamente los receptores sobre los que estos actúan. Los depresores inhiben la transmisión nerviosa, bien en regiones específicas hiperestimuladas o bien de un modo generalizado”, explica la doctora Raquel Abalo. Estas sustancias ayudan a mejorar la calidad de vida de los enfermos y, en muchos casos les permite llevar una vida prácticamente normal.

Aunque las causas de la fatiga crónica son desconocidas, algunos estudios apuntan a que podría estar causada por una inflamación del sistema nervioso, otros señalan que se presenta tras una infección vírica que se complica al producirse una respuesta inmune inadecuada. También se apuntan factores como la predisposición genética, la edad, el medio ambiente… Es mucho más frecuente en las mujeres –el 80 por ciento de los enfermos lo son-, lo cual indica que su origen puede estar relacionado con factores hormonales. En este sentido, el médico evalúa qué tipo de tratamiento debe prescribir en función del sexo. Es lo que se denomina la “farmacología sensible al sexo”, un término que “hace referencia a que el efecto de un fármaco determinado puede depender del sexo del paciente a quien se administre.

Estas diferencias son aquellas derivadas de la presencia de diferentes niveles hormonales (que pueden influir en la función de determinados órganos diana o modificadores de algunos fármacos), un ejemplo típico de factor a tener en cuenta cuando se da un fármaco a uno u otro sexo es que la mujer suele tener mayor proporción grasa que el hombre, y, por tanto, la distribución del fármaco en el organismo puede también ser diferente. Otro ejemplo de la diferencia en función del sexo se refiere a la menor tolerancia que las mujeres suelen tener hacia el alcohol y aquellos fármacos que se metabolizan como él. Esta diferencia implica que se deben utilizar dosis menores para conseguir los mismos efectos, o que dosis semejantes pueden ocasionar efectos adversos más fácilmente”, concluye la doctora Abalo.

El Síndrome de Fatiga Crónica no puede detectarse a partir de ninguna prueba objetiva y, de momento, no tiene un tratamiento definitivo ni exclusivo. Si cree que puede padecer esta enfermedad, sepa que existen multitud de acciones médicas que pueden garantizarle una calidad de vida óptima. Lo más conveniente es que se ponga en manos de un especialista cuanto antes.