¿Existe en la vida algo como un enemigo absoluto? No existe y nunca existirá, pues nuestros enemigos son seres humanos, iguales a nosotros...

Resumen: el 17 de diciembre del año 2015, recibo en mi bandeja de entrada un correo de un amigo con la bandera de urgente, cuyo cuerpo decía: "La web de mi empresa y mi muro personal de Facebook han sufrido un defacement y han sido comprometidas, solicito tu ayuda lo más pronto posible". Siendo franco, llamó mucho más mi atención el ataque hacia su cuenta de Facebook, por tratarse a todas luces de un target personal, que el daño efectuado a la página de la empresa, lo cual pudo haber sido únicamente un blanco fortuito y colateral, aunque evidentemente no menos importante. Entonces, al pasarme las credenciales de su perfil y abrirlo en mi propia máquina, un canto islámico sonó en mis altavoces...

... Solo hay enemigos en términos relativos. Hace algunos meses me dediqué a leer una obra de un escritor mexicano cuyos orígenes se hallan en la lejana Siria. Casa Damasco es el nombre de su libro, sumamente pesimista para mi forma de ver la vida, pero que cabalmente encumbra la verdadera realidad de las personas que están bajo el yugo absoluto de la violencia extrema. Una realidad tan real (valga el pleonasmo) y aparentemente tan alejada de la de mi país (muy afortunadamente, por cierto). En ésta opera prima, el escritor nos hace una pregunta fundamental: ¿se puede amar el mal?, y la formula a través de su protagonista mujer, Wissam, que se enamora de un miembro de la policía secreta del gobierno baathista; un verdugo cruel asesino en toda regla, pero por otro lado, y de forma muy extraña, un dulce, condescendiente y tierno amante con la chica. Una dualidad inexplicable para alguien supuestamente entregado al odio y a la muerte.

El libro es sin duda un espejo de los eventos que sacudieron al mundo recientemente. Ya se ha dicho muchísimo acerca de lo que sucede en Siria, del teatro Bataclan, de las innumerables víctimas, de las consecuencias para el hombre. Podríamos repetir nuevamente qué es el Daesh, y por qué hay un rencor generalizado contra todo lo que hoy parezca musulmán. Se esperaba una respuesta paralelamente violenta de Francia y occidente a lo ocurrido en París, y claro, como era de suponer, días después bombardearon la ciudad de Raqqa, bastión del Estado Islámico. Lo que no nos esperábamos ninguno, en ninguna clase de escenario posible, era la aparición casi shakespereana del grupo hacktivista Anonymous, de la comunidad hacker per sé (tan nítidamente visible en estos hechos de horror mundiales, para moverse ellos siempre en la secrecía) y la presencia inescrutable de una guerra cibernética; sobretodo llama poderasamente la atención la forma tan determinante en la que han influido dichos grupos en el desarrollo de este conflicto, y la lucha librada contra el "terror" global.

Anonymous es parte del hacktivismo, por medio del cual a través de acciones informáticas se realizan actividades de desobediencia civil, y principalmente combate cibernético contra grupos o personas de diversa índole. Es así como este grupo de hackers declaró la guerra directamente al Daesh, después de la masacre en París, y lo hizo de manera pública. Comenzaron entonces ataques informáticos a gran escala contra el grupo terrorista ISIS: sus webs, redes sociales, canales de comunicación, y fondos monetarios eran objeto del deseo para los hackers de Anonymous. Por supuesto, ISIS contestó estos ataques en el mundo virtual y añadió unos aparentes "consejos" de seguridad para cuidar a sus adeptos de los embates hacktivistas (los cuales no me termino de creer porque son extremadamente infantiles considerando que pueden pagar expertos informáticos)...

... En la pantalla de mi monitor aparece una imagen con símbología árabe y otra compuesta de un texto grande y brillante: "Daesh dominará el mundo". A su lado, la foto de un encapuchado en tonos grises y cubierto del rostro en su totalidad adornando una firma: "Hacked by Cybercaliphate". Y como colofón, una invitación personal del atacante a dejar de "desprestigiar" al Daesh con un amenazante recordatorio de que su mirada está puesta también sobre México.

Con la mirada perpleja y confundida en mi pantalla, me pregunto qué tiene que ver ese defacement con mi amigo, porque la verdad no le encuentro relación alguna. Lo primero que se me viene a la mente es que tal vez haya sido un error y quizá se haya descargado y ejecutado algún código malicioso que andaba libre por ahí, perteneciente al Daesh, provocando un defacement como parte de los vectores del ataque. Idea que de inmediato descarté por ser una estupidez bárbara y, básicamente, porque no tenía ni idea de cuál era la razón de que él se convirtiera en una víctima directa e inusitada del Estado Islámico.

No sirviendo de gran ayuda, abrí el caso a mis colegas, para que me asistieran en rastrear el origen del defacement, y sobretodo el móvil. Lo primero fue realmente fácil, se originó en Siria, con lo cual tenemos seguro a un grupo de hackers al servicio del Daesh para perpetrar este tipo de hacktivismo en todo el orbe.

A lo largo de las horas, recibí información de varias fuentes digitales que en esos días se iniciaron operaciones en Twitter y diversos grupos en Facebook con las keywords y hashtags referentes a #OpCalyphate, #AnonGhost, Middle East Cyber Army, etc. que se encontraban especialmente activos organizando campañas en contra de occidente y reclutando nuevos adeptos a lo largo del planeta para sus propósitos.

Al final, después de hacer una investigación conjunta de los blancos y metas que estas campañas tenían, llegamos a la conclusión de que el "hackeo" a la web de esta empresa y a la particular cuenta de Facebook del dueño, no tenía un objetivo en específico sino que era una campaña permanente e intermitente de canvassing por toda la red. Y sucedió que mi amigo fue perjudicado, porque tanto en su web empresarial como privada (por así llamarle a su perfil en Facebook), promovía una suite de antimalware-navegación-segura, para contrarrestar el uso indebido de las redes sociales y enumeraba algunos temas de considerable delicadeza que debíamos evitar a toda costa al navegar en Internet, como el cyberbullying, el ciberacoso, el gore, los sitios pornográficos, los sitios ilegales de gambling, etc. y también mencionaba de manera segregada evitar el contacto, el like, el follow, con grupos criminales o terroristas, poniendo como ejemplo al Daesh, entre muchos otros. Parece ser que eso fue suficiente para que los sitios de mi amigo se pudieran indexar directamente al ataque llevado a cabo por Daesh a diversas webs y perfiles, y ser parte de un defacement masivo y continuo a nivel mundial.

Se puede considerar que estos hackeos, trolleos, graffitis y devastaciones informáticas a las variopintas páginas web de los individuos son el símil iconoclasta, en una menor escala por supuesto, de la destrucción hecha en las edificaciones históricas de Siria perpetrada por el Estado Islámico.

Este paradójico intento del Daesh por borrarse a sí mismos de los anales de la historia, cuando fueron sus propios ancestros en Mesopotamia los fundadores de las primeras ciudades-estado del mundo, se traduce en una ofensiva mundial ya no solo llevada a cabo en el espacio aéreo, marítimo o terrestre de algún país, sino que pretende inmiscuirse ideológicamente a través de la vía virtual, llegando a despedazar el sentido de libertad e identidad digital que ya es inherente a todos como humanidad.

Cuando intento verle lo positivo a cualquier tipo de creencias y creyentes, personalmente me salen las garras; (por ejemplo hablando del catolicismo), y en este caso en particular de religión y hacktivismo. Y no faltará quien me diga que debo diferenciar a los buenos de los "malos". Pero esto no es tan simple por el hecho de que, como lo enuncié implícitamente desde el principio del texto, el tiempo permite cambiar las percepciones de amigo o enemigo, blanco o negro, y hasta del bien o del mal.

Para ser muy claro y honesto, a pesar de lo horrible de los actos llevados a cabo por el Daesh en cualquiera de sus vertientes, no comparto de ninguna manera la ofensiva manifiesta de Anonymous, pues raya inefablemente hacia la intolerancia, y genera de forma indirecta una polarización exacerbada contra todo lo que signifique ser parte del Islam.

Al final, esto nos demuestra que es factible cohesionar una campaña descentralizada y flexible contra algo considerado como violento y/o represor, además posiciona una nueva imagen de un escenario virtual de ciberguerra que apunta a un componente temerariamente asimétrico, donde se convoca a la persona a unirse a una especie de cibermilicia global y más que nada restándole importancia al hecho de que el individuo en cuestión tenga habilidades de hacker o no.

Y nosotros, los comunes, ¿de qué lado del tablero seremos utilizados igual que peones para jugar? ¿Cómo visualizamos el "otro lado" de la historia?. Blanco y negro, negro y blanco:

"Allahu Ákbar".

"Somos Anonymous, somos legión, no perdonamos, no olvidamos, espéranos".