“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad”, Pearl S. Buck.

Y justo cuando parecía que la semana se había pasado muy lentamente y que el último madrugón costaba demasiado, me di cuenta de que apenas unas horas más tarde emprendería, por fin, mi viaje a Asturias. Esa región desconocida para mí y de la que solo escuchaba cosas buenas: sus paisajes, sus playas, su tranquilidad, el aire puro… Bueno, una cosa mala sí que tiene y es que estuvimos sufriendo con el tiempo hasta el último minuto. Pero, aun así, es gracias a ese sirimiri constante el que hace posible sus maravillosos paisajes.

Cogimos las maletas y nos pusimos rumbo al norte. Teníamos un planning perfecto para ver todo lo más importante de Asturias en tres días… ¡y lo cumplimos!

El primer día nos aventuramos a subir a los Picos de Europa. Concretamente a Covadonga, una parroquia preciosa junto a su santuario que pertenecen al concejo de Cangas de Onís. Además, visitamos rápidamente los lagos Enol y Ercina, también conocidos como los lagos de Covadonga. Son una auténtica maravilla y más aún si el cielo está despejado y te deja disfrutar de este entorno natural.

Más tarde paramos en Ribadesella a comer el típico cachopo asturiano en una sidrería a pie de playa y dimos un paseo por toda la costa. Lo más característico de esta localidad es el descenso del Sella en canoa. Un ‘must’ de Asturias que jamás olvidarás, en el que podrás bajar por el río entre 7 y 15 km y tendrás que poner a prueba tu habilidad para no caer al agua. Es apto para cualquier público, tanto niños como mayores.

Última parada, Llanes. ¡Qué bonito! No hay palabras para describir la sensación que te transmite caminar por el Paseo de San Pedro, sentarte en uno de sus bancos y contemplar el atardecer mientras miras al infinito y te pierdes en tus propios pensamientos.

El segundo día comienza con Luanco y Llastres, dos pueblos costeros con verdadero encanto que no te dejarán indiferente. En este segundo, Llastres, es donde se grabó la famosa serie de Doctor Mateo, una referencia que se atiene a todo el pueblo y de la que han sabido sacar una ruta propia para los fanáticos de la serie. Y a comer… a Gijón. Nada como tomar unas sidras alrededor del ayuntamiento, donde las risas de la gente forman parte de un ambiente de fondo que no cesa nunca. Más tarde, Cudillero, un pueblito costero en el que la mejor excursión es perderte por sus calles y dejarte llevar por la imaginación.

Y entre pueblo y pueblo… faros, miradores y acantilados; una de las experiencias más bonitas para mí. La playa del silencio, Gulpiyuri, el Faro de Llastres, el Mirador de Boriza… pequeñas bellezas naturales que te encuentras por el camino y que tu instinto no te dice otra cosa más que obligarte a parar el motor, dejar el coche en una esquina de la carretera dos minutos para poder observar toda la costa de una manera muy peculiar.

El domingo a Oviedo. Un paseo por los mercadillos que hay junto a la catedral, unas sidras en la calle Gascona y visita exprés por las iglesias de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.

Esta fue mi visita exprés pero contundente por Asturias. Todos los planes que no te puedes perder si lo visitas. Yo, como necesitaba una nueva excusa para volver, decidí dejar el descenso del Sella para la próxima ocasión que, espero, sea pronto. Y así terminó una semana que conseguí hacer algo más especial.