Hacía muchos años que Roma no albergaba una reseña tan completa de la obra de Joan Miró (1893-1983), el gran artista catalán que dejó una huella inconfundible en el ámbito de las vanguardias europeas.

La exposición presenta más de 80 obras que no habían llegado nunca a nuestro país, entre las cuales 50 óleos de belleza sorprendente y de gran tamaño, así como terracotas, bronces y acuarelas. Se podrán admirar entre estas obras maestras los óleos Mujer en la calle (1973) y Sin título (1978); bronces como Mujer (1967); bocetos como los realizados para la decoración mural de la Harkness Commons-Harvard University, todos provenientes de Palma de Mallorca, donde la Fundació Pilar i Joan Miró conserva muchas obras del artista, concedidas excepcionalmente para su presentación en Italia.

Con el patrocinio de la Embajada de España, la exposición ¡Miró! Poesía y luz es producida y organizada por Arthemisia Group, 24 ORE Cultura - Gruppo 24 ORE e DART Chiostro del Bramante, en colaboración con Fundació Pilar i Joan Miró. La exposición tendrá sede en el Chiostro del Bramante, en Roma, desde el 16 de marzo hasta el 10 de junio de 2012.

La curadora es María Luisa Lax Cacho, considerada una de las mayores expertas sobre la obra de Miró, que ha ilustrado la última fase de la producción de la larga vida del artista, cuando finalmente logró materializar en Mallorca, en 1956, una gran ilusión: un amplio espacio completamente suyo, donde trabajar protegido por el silencio y la paz que sólo la naturaleza podía ofrecerle. En ocasión de la exposición, el taller que Miró había deseado tanto será reconstruido en el interior de los espacios expositivos.

La exposición está subdividida cronológicamente y temáticamente entre las nueve salas del recorrido, donde se podrá admirar la producción de Joan Miró de los últimos treinta años de su vida en Mallorca. La historia del maestro está indisolublemente ligada a este lugar que, como lo evidencian sus mismas palabras, representaba para él poesía y luz.

Desde el principio de su actividad Miró consideró que el objetivo del artista debía guardar relación con proyectos de gran alcance, como los murales y otros trabajos de arte público, que ofrecían también la oportunidad de colaborar con arquitectos y artesanos, dejando la pintura en una posición secundaria.

Los proyectos de arte público de Miró, caracterizados por una síntesis entre arquitectura y artes plásticas, que derivaba también de su profunda admiración por Antoni Gaudí, en la exposición están ejemplificados por obras como Boceto para la pintura mural del Terrace Plaza Hotel de Cincinnati (1947) y Boceto para la pintura mural de Harkness Commons, Graduate Center, Universidad de Harvard (1949-1951), y los dibujos para el Proyecto de un mural para la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1952-1953).

Dese 1956 Miró vive en Palma de Mallorca y empieza un intenso periodo de trabajo en el curso del cual retoma los viejos bocetos para pintar encima de ellos, después de una dura autocrítica. Entre estas pinturas y dibujos, en la exposición está el óleo citado de 1908, el primero que se ha conservado de Miró, y que el artista había cubierto a causa de esta tarea de depuración. La obra Sin título se ha convertido de este modo en la parte anterior de un óleo de 1960.

También pertenece a este periodo la obra Sin título, un hermoso óleo y acrílico sobre lienzo con un personaje, una especie de muñeco, en el que se empieza a percibir la desaparición del estilo figurativo del artista.

En los años Sesentas y Setentas, las imágenes y los títulos nos remiten a sus temas preferidos como mujeres, paisajes y pájaros. Pero la iconografía se vuelve abstracta y las figuras se amplifican. La convivencia de estilos y de diferentes modos de ejecución da vida a obras estáticas como Mosaico (1966) y a obras con pinceladas confusas como Poesía (1966). Éste es el momento en el que, dejando de lado el caballete, Miró pinta en el suelo, camina sobre sus lienzos, se extiende encima produciendo rociados y goteados como en Sin título, también de 1966, un óleo, acrílico y carboncillo negro con huellas de colores rojo y azul.

Los paisajes monocromáticos son de los años Setentas, como Sin título de 1973, y otras pinturas fundamentalmente monocromáticas, como las telas de gran tamaño y otra serie de cinco óleos, de 1978, esfumados, visionarios, minimalistas, evanescentes y dinámicos, reunidos en una sala, que evocan la predilección de Miró por el color negro de los expresionistas abstractos americanos y la caligrafía oriental.

Los últimos años del artista – cuando pintaba con los dedos extendiendo el color con los puños y se ejercitaba en la pintura matérica, distribuyendo los empastes sobre aglomerado, cartón y materiales reciclados – se ilustran con obras como Personaje, Pájaro de 1976, un óleo sobre papel de lija, madera y clavos. También en esta fase recurren en su producción los fondos azules, etéreos y modulados, de la que se muestran algunos ejemplos, como el intenso Sin título de1978.

También se exponen algunas esculturas, fruto de las experimentaciones que el artista hizo en el curso de su vida con diferentes materiales y técnicas, como collage, “picto-objetos” y otras obras que a medida que pasaban los años se inspiraban en todo lo que el artista coleccionaba y que, de otro modo – como el mismo escribió – “serían cosas muertas, de museo”.

Se exponen bronces como Mujer (1966) y El equilibrista (1969), ensamblados como Personajes (posterior a 1973) que reúne pintura y esculturas y que desciende directamente de los “picto-objetos” de los años Treintas, y terracotas como la máscara (Sin título, 1981) y la cabeza de cerámica (Sin título, 1981) que forman parte de un conjunto de piezas que Miró realizó en colaboración con Hans Spinner, e Saint-Paul-de-Vence.

Ya se ha hablado de la importancia del sitio de trabajo para Miró; es por este motivo que ha sido reconstruido íntegramente en los espacios expositivos el taller en el que creó sus obras maestras. Se exponen también todos los objetos, pinceles e instrumentos que Miró usaba y que se han conservado gracias a la actividad de la Fundació Pilar i Joan Miró.

“El encuentro de fantasía y control, de mesura y generosidad, que quizá puedan ser consideradas características de la mentalidad catalana, puede explicar, al menos parcialmente, la base fundamental del arte y la personalidad de Joan Miró”. Así ha escrito Gillo Dorfles en su ensayo sobre el artista catalán. Y también por este motivo nos parece adecuado el marco renacentista del Chiostro del Bramante como contrapunto del espíritu multiforme de Miró y de su lenguaje hecho de manchas, grafismos, rociados, improntas, abrasiones, suturas y clavos.