Tejer, para Marie Hazard, no consiste únicamente en producir una superficie decorativa, sino en construir un lugar. Cada hilo estirado, anudado, torcido; cada material elegido; cada gesto repetido es una forma de habitar el espacio, de construirlo pacientemente en el telar con la fuerza de los brazos y las piernas. El textil se convierte así en arquitectura, una arquitectura flexible, móvil e íntima; en un lenguaje de construcción, en un medio capaz de estructurar un espacio y, al mismo tiempo, dejarlo respirar.

Al cuestionar la autonomía de la obra y su subordinación al muro, la artista se adentra por primera vez en esta exposición en exploraciones conceptuales de la tridimensionalidad. Sus piezas se desprenden del muro para afirmarse en el espacio: se vuelven paneles, columnas, contrafuertes, portales. El objetivo no es levantar recintos cerrados, sino abrir, crear pasajes, umbrales porosos que inviten a atravesarlos. Es en la construcción, tanto concreta como simbólica, de un espacio propio, un lugar de libertad y creación, donde Marie Hazard se compromete verdaderamente. Si un lugar, en el sentido antropológico, es un punto de referencia para las personas, un sitio cargado de historia y escenario de relaciones sociales, los espacios a los que sus obras nos transportan tienden, por el contrario, a desestabilizar nuestras certezas. Ella propone una experiencia distinta: la de la soledad, el deambular y la introspección personal.

Aquí, tejer es un acto encarnado. Involucra a todo el cuerpo: la repetición del gesto, su ritmo y su duración se convierten en coreografía. Formada en danza, Marie Hazard teje como quien compone un movimiento, encadenando gestos como pasos, en un vaivén entre la tensión y la relajación, entre la concentración y el olvido de sí. El telar impone una disciplina y una frontalidad, pero los materiales escapan a esa rigurosidad. Papel, lino, rafia, cámara de llanta, cobre, plata: todos estos materiales portan una memoria, un origen. Algunos son nobles, otros reciclados o en bruto, pero todos son reinvertidos y transformados. Este interés profundo por la materia permite a Marie Hazard proponer obras con cualidades táctiles y sensuales, separaciones permeables, ni exclusivas ni restrictivas, que invitan a atravesar su superficie y a relacionarse con la materia.

Los tejidos de Marie Hazard son ensamblajes, fragmentos dispuestos como una frase o un poema. El textil se convierte en lenguaje, un lenguaje sin gramática fija, hecho de asociaciones sensibles y ecos íntimos. La escritura está en todas partes: en la estructura misma del hilo, en los motivos, en las fotografías en blanco y negro incrustadas en la materia, en las interrupciones de la trama, en los cambios de material. El texto se oculta ahí y respira, como en los títulos de las obras, en esas piezas perforadas que dejan pasar el aire, la luz y los recuerdos. La memoria siempre aflora en estas piezas: memoria de un gesto, de una herramienta, de un lugar, de un cuerpo frágil. También la memoria de una habitación, esa “habitación propia” que la artista evoca como un espacio protector, una envoltura de supervivencia que poco a poco se abre a los demás.

En sus texturas y formas abstractas, las obras de Marie Hazard son mundos envueltos que invitan al deambular y al viaje. Concebida como un recorrido a través de estos entornos y paisajes, la exposición se articula en torno a tres espacios distintos, cada uno a su manera envolvente y habitado, personal y compartido.

(Texto por Marie Perennès. Julio 2025)