A ninguna nos han dado un manual de instrucciones sobre cómo funciona nuestro cuerpo, y sin embargo, es una partitura completa que, con cada línea y cada espacio, conforma esa gran obra que es la mujer.

No siempre somos capaces de entender este maravilloso compendio de órganos y sensaciones que bullen en diferentes direcciones, despistándonos a menudo.

Tampoco nos lo han puesto fácil.

La biología de la mujer dice que tenemos dos cromosomas y la capacidad para quedarnos embarazadas y dar a luz desde la pubertad hasta la menopausia. Pero es que, en medio de todo esto, pasan muchas cosas que necesitamos entender.

El cuerpo femenino se presenta a menudo como un templo misterioso, complejo y confuso. Y hemos estado a punto de comprar este mensaje porque la cultura en la que vivimos nos marca ese camino.

¡Pues no!

La palabra mágica es “naturalidad”. ¿Qué significa? Bueno, se trata de encontrar un espacio seguro a la hora de hablar de los aspectos y dudas que tenemos en torno a la salud femenina.

Desentrañar algunos de los misterios que rodean la biología de la mujer y explicar lo que ocurre bajo la superficie, es mi tarea a partir de ahora. Por el camino, vamos a ir desmontando algunos mitos que no nos hacen ningún favor.

Y lo haremos por entregas, ya que este manual es largo, pero también porque cada parte merece su espacio, su ritmo y su pausa.

Según la Wikipedia –estoy seguras de que vais a ir corriendo a mirarlo- una de las características que distinguen a los dos sexos es la capacidad de la mujer para realizar el esfuerzo del trabajo reproductivo: creación de bebés, tenerlos y alimentarlos. Vale, todo en orden. Sin embargo, aunque crear vida es sin duda una de las grandes maravillas de nuestro cuerpo, hay mucho más que una mujer puede hacer.

Lo que a primera vista parece una distinción sencilla y acertada, es en realidad un tema bastante más complicado. Para empezar porque hay que distinguir entre género y sexo.

El género está relacionado con la identidad y el sexo con la biología. Cada una de nosotras elige cómo sentir y vivir su propio cuerpo y eso configura la identidad de género. Se puede ser mujer sin tener todos los atributos ligados a la biología femenina, y se puede ser hombre teniendo alguno de ellos.

Aunque creamos que es un tema puramente biológico, la línea no está claramente trazada y si nos empeñamos en darle una respuesta, nos estaremos metiendo en el campo de la ideología, las creencias culturales y religiosas e, incluso, la política.
Creo que la definición de sexo está más allá del contenido de estas páginas. No tengo intención de clasificar a nadie según su sexo y género, nadie debería tener interés en semejante tarea.

Basta con dejar claro que todas somos iguales y diferentes simultáneamente. Somos iguales en nuestra búsqueda de una vida saludable y plena. Lo somos en el derecho a una atención médica de calidad. Y, por supuesto, en nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio bienestar.

Pero también somos diferentes, y es esa diversidad la que nos enriquece. Las experiencias, identidades y necesidades de cada una nos hacen singulares y extraordinarias. Y en la diversidad encontramos fortaleza y resiliencia.

Utilizaré los términos “mujer” y “femenino” en un sentido amplio, sin intención de clasificar ni encasillar, con el único objetivo de brindar información relevante y accesible a todas, independientemente de cómo nos definamos o identifiquemos.

El universo de la salud femenina

Te doy la bienvenida a este viaje a través del atlas del cuerpo femenino, diseñado para ser una fuente de movimiento, sensibilidad, fertilidad, fuerza y bienestar.

Cada región tiene su propio lenguaje y una historia única.

Toda la información que encontrarás en este libro está contrastada, elaborada a partir de estudios médicos, investigaciones científicas y fuentes fiables. Porque hablar de salud también es hablar de rigor. Con cada entrega, podrás ir consultando la bibliografía utilizada.

Entender nuestro cuerpo es la clave para mantener nuestra salud y bienestar. Así que, equipadas con nuestra curiosidad y con el mapa de la salud femenina en las manos, nos embarcamos en esta aventura de descubrimiento y aprendizaje. Cuanto más exploremos, más entenderemos. Y cuanto más entendamos, más poderosas seremos.

Así que vamos a descubrir los tesoros ocultos que se encuentran en el atlas de nuestro cuerpo femenino.

Vamos a explorar su anatomía, su función, sus desafíos más comunes, y —por supuesto— vamos a romper unos cuantos mitos por el camino.

Primer continente: El cuerpo femenino y los órganos femeninos

Una visita guiada hacia nuestra zona más íntima: la vulva

Es el jardín secreto de la anatomía femenina, una puerta de entrada a la vida y una fuente de inmenso placer. Sin embargo, a menudo está envuelta en tabúes y malentendidos. La mejor manera de desmantelar estos mitos y temores es a través de la educación y la comprensión. ¡Hablemos de vulvas!

Todas tenemos una ahí abajo y sabemos más o menos para qué sirve, pero, ¿alguna vez te has tomado un momento para conocer mejor su anatomía y función?

Desde los labios mayores y menores hasta el clítoris y la abertura vaginal, cada parte tiene un papel crucial en el placer sexual, la reproducción y el bienestar general. Y si bien su estructura es siempre la misma, no hay dos iguales. Varían en su forma, color y otros aspectos.

Una aclaración: la vulva no es lo mismo que la vagina. La vulva es la parte exterior, mientras que la vagina es el canal interior. Vamos a ver cuáles son sus partes:

  • Monte de Venus: es la parte más alta de la vulva, cubierta de vello púbico. Su nombre proviene de la diosa romana de la belleza y el amor. Su misión es proteger el hueso púbico de cualquier impacto potencial. Como un airbag natural, por así decirlo.

  • Clítoris: es una estructura altamente sensible, ya que posee unas 8.000 terminaciones nerviosas, diseñada para brindar placer durante las relaciones sexuales o la masturbación. El clítoris está ubicado en la parte superior de la vulva, donde se encuentran los labios menores. Al igual que un iceberg, solo se ve una pequeña parte que se llama glande del clítoris. El resto se extiende hacia el interior del cuerpo y rodea la vagina. Está protegido por un pliegue de piel conocido como "capuchón del clítoris", que sirve para protegerlo.

  • Labios Vaginales: son unos pliegues alrededor de la abertura de la vagina, que se dividen en dos:

  1. Labios mayores o externos. Cumplen una función protectora de la entrada a la vagina y a la uretra. Su tamaño y apariencia son diferentes en cada una de nosotras, y pueden cambiar con la edad, el embarazo y variaciones hormonales. Están cubiertos por vello púbico y albergan glándulas de sudor y sebáceas, que ayudan a su higiene y lubricación.

  2. Labios menores o internos. Son pliegues de piel más finos y sensibles situados dentro de los labios mayores. Juegan un papel crucial en el sistema reproductivo femenino, ya que protegen la entrada de la vagina y la uretra de forma más exhaustiva. Así, evitan infecciones y proporcionan sensación de placer sexual debido a su alta concentración de terminaciones nerviosas.

  • Orificio de la uretra: es una abertura pequeña que está debajo del clítoris y es por donde hacemos pis. Puede tener forma de 'V', y a ambos lados del orificio externo de la uretra, hay dos aberturas diminutas que fabrican pequeñas dosis de fluido para mantener la zona húmeda.

  • Abertura de la vagina: cuando encuentras el orificio de la uretra, basta con que sigas hacia abajo en línea recta y ahí está la abertura de la vagina. Es como un globo y puede expandirse hasta alcanzar un tamaño bastante grande. Es la entrada para facilitar las relaciones sexuales con penetración (al dilatarse) y el lugar por el que expulsamos la regla.

  • Zona perianal y ano: siguiendo hacia abajo llegamos a la zona perianal y al ano. No forma parte de la vulva, pero lo mencionamos porque está en la misma zona del cuerpo.

Lección de anatomía más allá de lo visible

Ahora nos adentrarnos en los órganos y estructuras internas fundamentales para la reproducción y la función sexual. No los vemos, pero están ahí y son súper importantes.

  • La vagina: es un conducto musculoso que conecta la vulva con la cérvix y el útero. Una característica asombrosa es su enorme elasticidad gracias a la que podemos acomodar los tampones o copas menstruales y, por supuesto, tener relaciones con penetración. Además, da paso al bebé durante el parto, momento en el que se estira aún más. ¡A qué mola! Tiene otro truco bajo la manga: es ligeramente ácida. Su PH se sitúa en un rango de alrededor de 3.8 a 4.5. Ayuda así a mantener un equilibrio saludable de bacterias en su interior, creando un ambiente desfavorable para que nos ataquen infecciones.

  • Cuello uterino: es la división entre la vagina y el útero. Está ubicado justo entre los dos y parece una rosquilla con una abertura en la mitad. Si introduces un dedo en tu vagina, puedes sentir el cérvix (otra forma de llamarlo). Permite que el flujo menstrual salga del cuerpo y se dilata lo suficiente en el momento de dar a luz.

  • Útero: también conocido como matriz, o 'fábrica de bebés', porque es donde se desarrollan los chiquis. El revestimiento del útero se engrosa cada mes, anticipándose a un posible embarazo. Si no se produce, se expulsa en forma de (sí, has acertado) menstruación. Durante la excitación sexual, la parte baja se eleva hacia el ombligo y la vagina se expande. Es lo que se conoce como expansión del tubo vaginal.

  • Trompas de Falopio: son dos conductos delgados que transportan los óvulos desde los ovarios al útero. Sus extremos, que se abren hacia los ovarios, tienen una serie de extensiones en forma de dedo llamadas fimbrias o franjas ováricas. Cuando un óvulo es liberado por un ovario durante la ovulación, las fimbrias ayudan a guiarlo hacia el interior de la trompa de Falopio, donde puede ser o no fertilizado por un espermatozoide.

  • Ovarios: funcionan como la fábrica de hormonas y óvulos. Al nacer tenemos entre uno y dos millones de óvulos en los ovarios y cada mes, uno madura en uno de los ovarios y luego se libera, listo para ser fertilizado. Si no se encuentra con un espermatozoide, el óvulo se despide del útero en forma de menstruación.

  • Glándulas de Bartolino: están situadas a ambos lados de la abertura vaginal y se encargan de lubricar la vagina durante la excitación sexual.

  • Glándulas de Skene: se encuentran en la pared anterior de la vagina, alrededor de la abertura de la uretra. Liberan un fluido durante la eyaculación que se produce en el orgasmo.

  • Himen: es una membrana delgada y flexible que se encuentra en la entrada de la vagina. Los hay de muchas formas y tamaños. Algunos solo son un cerco de membrana y otros cubren por completo el orificio externo de la vagina. En este caso, tienen orificios para que salga la regla. Su única función es la de servir de barrera protectora a las niñas para prevenir infecciones en la vagina. A medida que maduramos, está función ya no es tan importante. Como te hemos contado, nacemos con el himen ligeramente perforado o incluso sin él. Así que, eso de que se rompe con la penetración es un mito sin ninguna base.

Un apunte de interés…

Es posible que creas que el suelo pélvico no es una de tus cosas de ahí abajo. Error. Sus músculos proporcionan un sólido mecanismo de soporte y amortiguación, tanto en reposo como durante la actividad diaria, incluyendo el ejercicio físico. Además, estos músculos se enrollan alrededor de la uretra y la vagina, y la sorpresa es que puedes controlarlos conscientemente.
¿Alguna vez has tenido que detener el pipí a mitad de camino? Eso también es gracias al trabajo del suelo pélvico. Y si tienes un parto vaginal, está ahí para ayudar a que el bebé salga. Y aquí va una perla: también puede darle un empujoncito a la intensidad de tus orgasmos.

¡Eureka, tengo tetas!

Una de las zonas más fascinantes del atlas de tu cuerpo son los pechos. Al igual que las montañas se alzan orgullosas y firmes en el paisaje, los senos destacan en nosotras, ofreciendo una silueta distintiva.

Como las montañas, resisten los embates del tiempo y las inclemencias del clima, desde la pubertad hasta la maternidad y mucho más allá. Son un símbolo de resistencia y adaptabilidad. Albergan una biodiversidad rica y vital para la lactancia y son fuente de placer y deseo en la intimidad.

Las tetas son como órganos sensibles y cambiantes que siguen un ritmo sincronizado con el ciclo menstrual. Su anatomía incluye zonas visibles e invisibles.

En su interior están compuestas por glándulas mamarias y tejido adiposo (grasa). Cuando ganamos o perdemos peso, aumentan o disminuyen de tamaño, y el tejido adiposo es el culpable.

Por su parte, la glándula mamaria está formada por mini lóbulos glandulares que tienen una especie de conexión secreta con nuestro sistema genital. Si tocas los pezones, puedes hacer que la glándula pituitaria entre en acción y libere una hormona llamada prolactina, que juega un papel crucial en la lactancia, estimulando la producción de leche materna después del parto.

Los pezones forman parte de la zona exterior de los senos, junto con la areola, zona circular y sombreada que rodea al pezón.

El tejido de las mamas se extiende hasta las axilas en una zona llamada “prolongación axilar”. Ahí es donde se esconden los ganglios linfáticos, que hacen su trabajo para drenar el exceso de líquido y los desechos del tejido de los pechos. Cuando tenemos un bebé y la leche materna empieza a fluir, podemos notar que las axilas se hinchan un poco debido a todo ese tejido extra.

Una de las cosas más bonitas de las tetas es que cada una las tiene de una manera diferente, y las hay de todos los tamaños y formas. Lo mismo ocurre con los pezones.

Es importante saber que las tetas pueden variar en forma y tamaño, y no todas se ajustan a una sola categoría. Es posible tenerlas redondas y asimétricas, por ejemplo. Toma nota de las características que se utilizan para describir su forma: - Tetas redondas. Tienen una forma circular y proporcionada. Suelen ser simétricas.

  • Tetas cónicas o cilíndricas. Su forma recuerda a un tubo alargado y suelen estar más llenas en la parte superior. Son bastante comunes entre las mujeres de todas las edades.

  • Tetas precipitadas. Con una parte superior delgada y una base más ancha, se asemejan a una lágrima o a una pera. Son típicas en la adolescencia cuando nos estamos formando.

  • Tetas caídas o saggy boobs. El pezón apunta hacia abajo y son más frecuentes en pechos grandes. Es natural que con la lactancia, los cambios de peso o por la edad, pierdan su firmeza y se caigan un poco. Seguro que ya has adivinado que nuestras tetas cambian a lo largo de la vida.

  • Tetas asimétricas. Todas tenemos un pecho ligeramente mayor que el otro. Esta variación puede ser más o menos perceptible.

  • Tetas este-oeste. Es la descripción de los pechos que tienden a apuntar en direcciones opuestas, hacia el este y el oeste, en lugar de apuntar hacia adelante. Esto puede ser más notorio cuando estamos tumbadas boca arriba.

Ahora, le toca el turno a los pezones:

  • Pezones comunes. Suelen sobresalir unos pocos milímetros por encima de la superficie de la areola y se endurecen en respuesta al frío o la estimulación.

  • Pezones planos o cortos. Se caracterizan porque no sobresalen del nivel de la areola, pero pueden endurecerse y elevarse con la estimulación.

  • Pezones invertidos. Están retraídos dentro del pecho, en lugar de sobresalir. Aunque pueden parecer poco comunes, los pezones invertidos son completamente normales y no representan ninguna amenaza para la salud. Es frecuente que solo uno de ellos sea el que está “para adentro”.

  • Pezones supernumerarios. A veces la naturaleza nos regala pezones extra. ¡No nos estamos quedando contigo, es más habitual de lo que crees! Suelen aparecer cerca de los pezones principales y a veces son tan pequeños que no nos damos cuenta de que los tenemos.
    Oye, ¿sabes qué? Eso de las “tetas normales” es un mito que deberíamos dejar atrás. Todas son igual de poderosas, capaces de nutrir, de brindar consuelo y placer, y sí, igual de bonitas.

Tus tetas molan, sean como sean. Lo más importante es que estén sanas. Así que, si tienes alguna pregunta o inquietud sobre ellas, no dudes en consultarlo con tu gine. ¡Brindemos por unas tetas felices y saludables!

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Prevenir mejor que curar - Revisión ginecológica paso a paso

Nuestra primera visita al ginecólogo o ginecóloga suele ser alrededor de los 20 años. La verdad es que nos da palo ir por primera vez a la consulta del “mecánico de las partes nobles”. Miedo, vergüenza, falta de información o lo que sea, pero no vamos por iniciativa propia.

De hecho, según un estudio de 2021 de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), el 72 por ciento de las españolas menores de 20 años no ha ido jamás. No es que haya una edad obligatoria, pero lo mejor siempre es desdramatizar las situaciones para encontrar un punto de equilibrio, ¿no crees? Los especialistas recomiendan que nos hagamos ese primer chequeo en la pubertad. De cualquier manera, hay situaciones en las que las excusas no sirven y es obligatorio ir: - Si experimentas cambios en tu zona íntima, como picor o dolor. -Si ya tienes relaciones, necesitas ir, entre otras cosas, para conocer los métodos anticonceptivos y las enfermedades de transmisión sexual. -Si te duele muchísimo la regla o notas que tus periodos son raros en cualquier sentido.

¿En qué consiste el examen?

Lo primero que hará tu gine es tener una conversación contigo. Sí, como lo lees. A través de una serie de preguntas irá elaborando tu historial – en su idioma se llama anamnesis-.

Durante la entrevista, te hará preguntas relacionadas con tu salud en general: si tienes alergias, enfermedades, peso, altura… Después, seguramente se centrará en saber cada cuándo te baja la regla, si notas algo raro, a qué edad te vino, si tienes relaciones sexuales…

Nuestra recomendación es que seas muy sincera y aproveches para preguntar todas tus dudas o curiosidades. ¡Nada de lo que comentéis va a salir de allí!

  • Exploración genital: la enfermera o la propia doctora te darán una bata y te pedirán que te quites la ropa de cintura para abajo. Es el “momento camilla”, lugar en el que te vas a acomodar para que la gine examine tu vulva –así se asegura de que no hay alteraciones-.

  • Exploración pélvica: momento de ver si tu cuello del útero, vagina, ovarios y demás órganos tiene algún tipo de alteración. Lo bueno es que dura unos segundos y no duele.La gine te va a pedir que te relajes para poder introducir en la vagina el espéculo –el famoso “patito” es un aparato que la ayuda a ver bien el fondo de esa zona-. A continuación, introducirá uno o dos dedos y sentirás una ligera presión en la vagina. Una vez haya explorado tus órganos internos, se acabó. ¿A qué no era para tanto?Si aún no has mantenido relaciones sexuales, es probable que se salte este paso, a menos que lo considere necesario. También es muy posible que opte por hacerte una ecografía abdominal (en la barriga) para no molestar mucho.

  • Citología: es una prueba que sirve para estudiar las células del cuello uterino y así detectar si hay infecciones, lesiones o algún tipo de alteración. La citología puede hacerse anualmente a partir de los 25 años o cuando el médico detecte algo. Dura menos de un minuto y como mucho, sentirás una sensación desagradable. Pero no duele, tranquila. La gine introducirá un bastoncillo en el cérvix (cuello del útero) y lo frotará ligeramente para obtener la muestra de células. Después, al laboratorio con ellas.

  • Ecografía vaginal: seguramente te la harán porque es un procedimiento con el que se obtienen imágenes de mucha calidad de órganos como el endometrio, ovarios y útero. Se hace introduciendo una sonda en la vagina con una funda protectora (parecida a un preservativo) y un poco de lubricante. Durante el embarazo quizás opten por la ecografía abdominal, pero eso dependerá del criterio médicx. De nuevo, te aseguramos que no duele.

  • Exploración mamaria: y con ella, termina el examen ginecológico. Aunque esto no son matemáticas y puede que la gine decida hacerla en otro momento de la visita. El procedimiento es sencillo y rápido. La doctora se pondrá unos guantes y comenzará a explorar tus pechos para ver si hay alguna alteración. Prestará atención también a las axilas y la zona de la clavícula, lugar en el que están ubicados los ganglios. Por último, echará un vistazo a tus pezones para descartar signos de descamación, hinchazón o secreción.

Algunos consejos para afrontar la visita:

  • Relájate: respira profundamente y recuerda que los ginecólogos están ahí para cuidar de tu salud.

  • Vístete cómoda: opta por ropa que sea fácil de quitar y cómoda de llevar.

  • Limpieza básica: una ducha rápida antes de la cita puede hacerte sentir más segura, pero ¡no es necesario exagerar!

  • Anota tus preguntas: no te preocupes por hacer preguntas, anota todas tus dudas para no olvidarlas. Ninguna pregunta es incómoda.

  • Lleva un registro: si puedes, lleva información básica sobre tu salud ginecológica, como la fecha de tu última regla o detalles sobre tu ciclo menstrual.

  • Evita relaciones sexuales previas: abstente de tener relaciones sexuales el día de la cita y, si es posible, el día anterior. El sexo puede alterar los resultados.

  • Confianza y sinceridad: responde con honestidad a todas las preguntas para que el diagnóstico sea lo más preciso posible. Piensa en algo: la doctora no te va a juzgar, y aunque lo hiciera, recuerda que ella se queda en su consulta y tú te vas a casa.

  • Considera llevar a alguien contigo: si te sientes nerviosa, puedes pedir a una amiga o familiar de confianza que te acompañe.

Bibliografía

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