El joven, al que le faltaban tres meses para cumplir diecinueve años, delgado, de aspecto agradable y de rostro decidido y desafiante, se preparó para iniciar clases de medicina una mañana calurosa de abril de 1897. El nuevo siglo corría presuroso para desplazar muy pronto al siglo XIX. Soplos de cambio político recorrían las calles de Río de Janeiro y de todo el país. Gobernaba la nación Prudente de Morais, primer mandatario civil de la república.

El joven hacía poco tiempo había abandonado el curso preparatorio de la prestigiosa Escuela de Minas de Ouro Preto, aprovechando el diagnóstico que le hicieron de una enfermedad cuyo nombre beriberi, le parecía proceder de la China o de algún otro país oriental. Había entrado a dicha institución, para convertirse en ingeniero, no por su gusto por las matemáticas, sino por insistencia de su madre.

Afortunadamente, poco tiempo después, estando ya en la casa materna y cuando se recuperaba de la enfermedad en la pequeña ciudad de Oliveira, en el Estado de Minas Gerais, se encontró con su tío médico, Carlos Ribeiro de Castro, profesional y escritor muy reputado, quién le habló de la conveniencia de estudiar medicina en Río de Janeiro, la capital del país para ese entonces, en donde precisamente tenía su consultorio. Su tío fue convincente y ante la displicencia que sentía por estudiar ingeniería, no le costó nada aceptar la idea, y así, encaminó sus pasos para convertirse en médico.

Antes de la clase inicial, se sentó para tomar un café y tuvo algún tiempo para recordar de dónde venía. Vinieron a su memoria los primeros años en una escuela jesuita, enviado por su madre, en el estado vecino de San Pablo. Sin embargo, duró poco tiempo allí. Era época de cambios, al acercarse un nuevo siglo. Se había decretado la abolición de la esclavitud en 1888, por el emperador don Pedro II y su madre tenía esclavos en las dos haciendas. Corrían en ese momento, rumores infundados de asaltos y matanzas. El niño, preocupado por lo que estaba pasando, solicitó estar con su madre en la hacienda familiar y fue complacido. Reinició luego los estudios escolares en una escuela religiosa más cercana a su hogar, en la población de San Antonio. Fue allí, un estudiante brillante, que descolló entre todos sus compañeros especialmente por su dinamismo intelectual (Leonard, J.).

Los estudios de secundaria los realizó en Itu, San Paolo y en Sao Joao del Rei, del Estado de Minas Gerais. Fueron tiempos de soledad, alejado de su madre, ya que prácticamente creció solo con ella, dado que el padre había fallecido cuando apenas tenía cuatro años. Muy pocos recuerdos borrosos tenía de él. Pero aprendió a ser fuerte y valiente en la adversidad y no tuvo problemas de cuantía, para adaptarse al hecho de que solo podía ver a su madre en las vacaciones o durante periodos de tiempo muy cortos.

Ahora, las cosas eran diferentes. Carlos Ribeiro Justiniano Chagas se consideraba un joven adulto que estaba decidido a no perder tiempo, y graduarse de médico en el menor tiempo posible.

Sus primeros años

Carlos Chagas nació el 7 de julio de 1878 en la Hacienda familiar «Bom retiro», Estado de Minas Gerais, siendo hijo de José Justiniano Chagas y de Mariana Candida Ribeiro de Castro Chagas, ambos descendientes de portugueses que había llegado a la región casi ciento cincuenta años antes. Fue el primogénito de los cuatro hijos que tuvo la pareja. Su madre fue una mujer ejemplar y de mucho temple, ya que viuda, con apenas veinticuatro años, con semejante prole de muy poca edad, tuvo que encargarse personalmente de la hacienda, así como de una finca de café situada cercana a Juiz de Fora, a mitad de camino entre Oliveira y Río de Janeiro, que había comprado con su marido.

Para la época era muy inusual que una mujer tomase las riendas de una hacienda, pero ella lo hizo, inclusive en contra de los consejos de su padre. En ese ambiente rural, el niño comenzó a crecer, con la buena dicha de que dos de sus tíos maternos eran abogados y uno médico. Se trataba de una familia muy unida, que se visitaba con frecuencia y Carlos tuvo así, un ambiente muy culto, que lo incitó a estudiar para convertirse en médico (Petraglia Kropf, S.).

Sus estudios de medicina los realizó entre 1897 y el 1903. Río, era una ciudad pequeña, pero en plena expansión, azotada por muchas enfermedades ambientales. Las epidemias de fiebre amarilla se sucedían a intervalos regulares y el paludismo era endémico. Igualmente eran muy comunes la peste bubónica y la viruela. Era conocido que muchos capitanes de navíos esquivaban desembarcar en Río, por lo insalubre de la zona. El inmenso país, que en esa época apenas contaba con 10 millones de habitantes, comenzaba a recibir gran cantidad de inmigrantes, y las clases políticas, así como las autoridades médicas, estaban conscientes de que era necesario el saneamiento de puertos y ciudades, para facilitar el progreso.

En la facultad de medicina estaban muy al tanto de los avances que se producían en Europa en el campo de la microbiología, parasitología, inmunología y la salud pública. La medicina tropical, que los países colonialistas había creado por necesidad de sus intereses económicos, tenía que llegar a Brasil, por sus características geográficas y socioeconómicas, y ya era aceptada como especialidad en el cuerpo médico. De tal manera que, el estudiante de medicina Carlos Chagas estaba en conocimiento de la patología infecciosa que predominaba en su país, así como de la importancia de la experimentación para desentrañar la causalidad de muchas enfermedades.

En este último campo, su formación recibió gran influencia de su profesor de clínica médica, Miguel Couto. También le fueron de mucho provecho, las enseñanzas del profesor Francisco Fajardo sobre medicina tropical, ya que fue uno de los pioneros en Brasil de la microbiología. En el laboratorio de Fajardo, Chagas practicó numerosos exámenes hematológicos y adquirió gran práctica en el diagnóstico de malaria. Vale anotar un dato curioso. En esa época, la facultad no contaba con luz eléctrica y era vox populi que la calidad y dedicación de un estudiante se medía en base a cuanta vela consumía de noche leyendo. Chagas siempre aventajaba a los demás, ya que nunca bajaba de dos velas.

Para obtener su título de doctor en medicina, Chagas tenía que realizar una tesis de grado académico y para cumplir tal requisito se dirigió al Instituto Seroterápico Federal, más comúnmente conocido como Instituto de Manguinhos, por llamarse así el barrio donde estaba localizado. Había sido creado dos años antes para la elaboración de suero y vacuna contra la peste bubónica, y para ese entonces estaba dirigido por el Dr. Osvaldo Goncalves Cruz, un joven microbiólogo, que venía de realizar estudios en el Instituto Pasteur de Francia. Cruz fue el tutor de Chagas iniciándose, así, una gran amistad que duraría hasta la muerte. La tesis trató sobre aspectos del ciclo evolutivo del plasmodio, para contribuir al diagnóstico y el tratamiento de la malaria. Le tocó defenderla con éxito en 1903. Cruz le invitó a trabajar con él, pero en ese momento Chagas prefirió tener más experiencia en clínica y aceptó un cargo en un hospital de Niteroi (Petraglia Kropf, S.). Quizás también, no se sintió preparado para entrar a una institución que ya comenzaba a crecer y tener fama científica.

Labrando su gloria

Antes de hacerse cargo de su nuevo trabajo, Chagas se casó con Iris Lobo, hija de un senador. Cuando llegó a Niteroi, ya había nacido su primer hijo, Evandro Chagas. Muy pronto, comprendió que los ingresos económicos que recibía, no le bastaban para sostenerse con su familia. De tal manera que cuando su profesor y amigo, el Dr. Fajardo, le ofreció un cargo mejor remunerado en una empresa que estaba construyendo las instalaciones del puerto de Santos, aceptó sin vacilación. Allí la malaria estaba causando pavor y Chagas tenía el reto de domarla. Fajardo sabía que su exalumno estaba capacitado para lograrlo. En efecto, así lo hizo. Como creía firmemente que casi todos los casos se trasmitían en el hogar, tuvo la idea de enfocar la lucha contra los anofeles en las viviendas, adelantándose así, a lo que varias décadas después sería la base de los programas mundiales de lucha contra la malaria.

La hazaña la hizo pese a que no existían para la época insecticidas eficaces y de larga duración. Ya con cierta fama, su colaboración fue solicitada por otras compañías y logró, a satisfacción de ellas, sanear determinadas áreas azotadas por la malaria. En ese momento, se sintió seguro de sí mismo y bien preparado para aceptar el nuevo ofrecimiento que le hizo el Dr. Osvaldo Cruz para ingresar al Instituto Manguinhos.

A imitación de los médicos colonialistas europeos que marchaban a África y la India para estudiar las enfermedades de esos países, el Dr. Cruz comenzó a enviar a sus investigadores al interior del vasto Brasil a estudiar nuevas entidades nosológicas y también a contribuir al control de endemias y epidemias que entorpecían el trabajo de infraestructura que el gobierno nacional y compañías privadas hacían para el desarrollo del país. Así fue como Chagas fue enviado al noreste de Brasil, para contribuir a la lucha antimalárica, en donde se hacía la construcción del ferrocarril central del Brasil, en el estado de Minas Gerais. Le acompañaba un ayudante de nombre Belisario Penna. Para su trabajo, la compañía le asignó dos vagones del tren, uno para pasar consulta y el otro para un pequeño laboratorio y que debería servirle también como dormitorio.

La comunidad en la cual tenía la sede de su trabajo fue Lassance, un pequeño poblado llamado antiguamente San Gonzalo y que estaba situado a orillas del río Picudo. La historia nos cuenta que un ingeniero de la compañía constructora de apellido Motta, le contó a Chagas, que, en esos parajes, con frecuencia se encontraba en las chozas y viviendas, un insecto hematófago, que gustaba por las noches de chupar sangre de la cara de los durmientes. Por tal razón, los lugareños le daban el nombre de barbeiro. De día, se ocultaba en los techos de paja y en las grietas de las paredes. Interesado en la información, el investigador decidió capturar y estudiar varios de estos insectos que resultaron ser del género Pantrongylus megistus. Para su sorpresa, cuando examinó su cloaca, encontró bastantes flagelados, que erróneamente le parecieron ser Crithidias.

Quiso inocular dicho material a monos titíes, pero todos ellos estaban ya infectados. De inmediato, envió al Dr. Cruz varios insectos infectados, quien los inoculó a algunos monos, encontrando, un mes después, tripanosomas en la sangre del animal. Este llamó a Chagas quien, al observar al microscopio, descubrió que se trataba de un Trypanosoma, totalmente diferente a los que conocía. Por eso, lo denominó Trypanosoma cruzi, en honor a su amigo y maestro. Posteriormente, inoculó a varios perros, conejos y cobayos, obteniendo los mismos resultados. Chagas reseñó todos estos hallazgos en un artículo que apareció en Brasil Médico, el 15 de diciembre de 1905. Faltaba solo un detalle. Conocer si afectaba a los seres humanos (Reyes López, P. A.).

De regreso a Lassance, dispuesto a descubrir el T. cruzi en la sangre de sus pobladores, al principio encontró dificultades ya que no tuvo éxito. Pero cómo él mismo cuenta:

Por casualidad encontré con fiebre a una niña de dos años que vivía en la misma casa en que yo había encontrado un gato infectado… Tenía además agrandamiento del bazo, aumento del tamaño del hígado, un grupo de ganglios periféricos hinchados. Lo más notable era una infiltración generalizada, más acentuada en la cara, que no tenía las características de un edema renal, sino más bien de un mixedema (relacionado con el hipotiroidismo).

El 14 de abril de 1909, Carlos Chagas descubrió en la sangre de la niña, de nombre Berenice, Trypanosomas cruzi y de inmediato comunicó el hallazgo al Dr. Cruz. Ocho días después, el director del Instituto Manguinhos, en una reunión de la Academia Nacional de Medicina de Brasil, informó sobre el importante descubrimiento científico logrado por su colaborador. En el acto, se ordenó que varios de los miembros de la Academia, junto con el Dr. Cruz, se dirigieran a Lassance para confirmar el hallazgo. La noticia dio la vuelta al mundo:

Era un hecho inusitado en los anales de la medicina, que un mismo investigador, en un corto periodo de tiempo, había descubierto una nueva enfermedad humana, su agente etiológico y su trasmisor (Petraglia Kropf, S.).

Los años finales

La fama de inmediato arropó la vida de Carlos Chagas. La Academia de Medicina lo aceptó como miembro, de manera excepcional ya que no había plaza vacante. El Instituto de Enfermedades Tropicales de Hamburgo le concedió el premio Schaudinn, que se otorga cada cuatro años al mejor trabajo de medicina tropical y protozoología, Entre otros aspirantes al premio figuraban algunos ya famosos científicos como Paul Ehrlich, Emile Roux, Ilya Mechinikof, Charles Laveran y Charles Nicolle. Al morir prematuramente el Dr. Osvaldo Cruz en 1917, el Dr. Chagas aceptó la dirección del Instituto, que ya se llamaba Osvaldo Cruz. Posteriormente fue nombrado director del Departamento de Salud Pública de Brasil, pero conservando la jefatura del I. O. C. hasta su muerte.

En sus tareas sanitarias tuvo destacada actuación durante la gripe española, así como en lucha contra la tuberculosis, la lepra, las enfermedades infecciosas infantiles, las enfermedades de transmisión sexual y otras enfermedades endémicas rurales. Fue nominado al premio Nobel de medicina dos veces: en 1913 y en 1921 (Química.es), pero nunca se le otorgó, quizás por algunas controversias que hubo sobre algunas de sus ideas, como la de que el bocio endémico era causado por el T.cruzi. Recibió innumerables condecoraciones y fue miembro de muchas academias científicas del mundo, entre ellas presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias.

A consecuencia de un infarto al miocardio, falleció en Río de Janeiro el 8 de noviembre de 1934, a los 56 años. Probablemente contribuyó a una muerte tan prematura, el estrés causado por el exceso de trabajo que llevó toda su vida y el haber sido fumador.

Sus dos hijos fueron también grandes investigadores. El mayor, Evandro Chagas murió a los 35 años, a consecuencia de un accidente aéreo. El segundo, Carlos Chagas Filho vivió más tiempo, ya que falleció a los noventa años, en el 2000.

Notas

FECIC. (s/f). Chagas y Houssay. Una amistad sin fronteras.
Leonard, J. (1991). Carlos Chagas, pionero de la salud en el interior del Brasil. Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana.
Petraglia Kropf, S. (2009). Carlos Chagas y la ciencia en Brasil: entre el laboratorio y el debate público. Revista biomédica.
Química.es. (s/f). Carlos Chagas.
Reyes López, P. A. (2009). Vida y obra de Carlos Chagas. Editorial. Archivos de cardiología de México.