Todxs, sin excepción, estamos en el derecho a mirar a lxs demás. Con esta frase, que nos acerca a la interpretación de los signos propios del lenguaje no verbal en el arte contemporáneo, propongo repasar el significado de muchas miradas avistadas en una muestra: las elusivas o esquivas que abundan; las fieras, infieles o puñal que hieren a profundidad; las compinches y, porque las hay, las del amor, aunque no todas sean correspondidas. En el Centro Cultural de España en San José, Costa Rica, curada por Marta Rosa Cardoso, se expone este proyecto para bordar un marco teórico y de referencias acerca del tema de ver al mundo y/o ver al otro(a), sobre manera, cuando esas ojeadas son feministas o incluso hasta ecológicas. La primera y más cercana la aporta Google en la siguiente cita:

El término «ecofeminismo» se refiere a una pluralidad de posiciones que han girado en torno a los movimientos de finales de la década de 1970 hasta principios de la de 1980: el movimiento feminista occidental (radical, liberal y socialista) y el movimiento pacifista.

Es una corriente de pensamiento y de activismo que analiza críticamente las creencias que apuntalan el modelo de vida ecocida, patriarcal, capitalista y colonial, que denuncia los riesgos a los que somete a las personas y al resto del mundo vivo y propone miradas alternativas para poder revertir esta guerra contra la vida.

Desde la perspectiva del ecofeminismo, la organización Ecologistas en Acción define que radica en una acción pluralista con una amplia diversidad de formas ancladas a rasgos comunes para cada individuo e incluso cultura:

  • Someten a revisión los mitos que provocan y mantienen la falsa fractura entre las sociedades humanas y la naturaleza y los cuerpos.
  • Deconstruyen y reformulan conceptos como el de economía, producción, progreso, trabajo o individuo.
  • Tratan de revertir una cultura jerárquica, que considera que unas vidas valen más que otras, y que somete con violencia todo lo que pretenda poner límites a la maximización del beneficio.

Al comentar una exposición importa reconocerse y preguntar ¿cuál es el origen o qué me lo recuerda? En mi caso personal, a inicios de la década de los años ochenta, me vi inmerso en un desfile de mujeres que llevaban en sus manos en alto ramas del árbol de mimosas (Acacia dealbata) gritando consignas de libertad y empoderamiento. Ahí fue cuando me dispuse a cavar en el significado del feminismo y surcó el concepto de liberación de la mujer desde sus liminares.

Leer miradas

En esta muestra en el Centro Cultural de España se colectan abundantes signos de esta práctica:

Elia Arce, Glass Ceiling (Techo de cristal), 2020, y Jiwasa, 2020, videoarte. Comenta Elia en la ficha de sus obras que, durante el confinamiento de la pandemia, las aves entraban a su casa en el Caribe Sur revoloteando, sin percatarse del cristal de las ventanas, a veces se golpeaban y no sobrevivían. Las fotografías para Techo de Cristal fue una continuación en diálogo con Jiwasa. La expresión «techo de cristal» o «glass ceiling» es reconocida extraoficialmente por los estudios de género como la limitación velada en el ascenso profesional de las mujeres y miembros de las minorías. Son un conjunto de normas no escritas difíciles de traspasar e impiden a las mujeres avanzar, como el vuelo coartado por el impacto del cristal.

Cinthya Soto, Estudio de Revés, 2002. (de la serie Artificio-Natura, 2002), videoinstalación. La artista, en la ficha comenta que, sirviéndose de cierta «naturalidad» con que la mediatización tecnológica trastoca nuestra percepción de la realidad, pero lejos de cualquier acercamiento de oposiciones binarias, la serie Artificio-Natura juega con la permeabilidad entre ambas construcciones conceptuales.

Priscilla Romero, Indicios, 2013-2019, grabado y latexgrafía. En esta pieza cada impresión remite a una huella latexgráfica extraída del cuerpo propio, un proceso técnico mediante el cual —agrega la artista—, se registran las marcas de la piel y múltiples niveles de significado: Un pezón podría remitir a un cráter, una vagina a un crustáceo o una flor…

Laura Cruz, I am nature, 2020, Animalia, 2019, y Registro de práctica ecoperformática en el paisaje acuático del Caribe sur de Costa Rica, 2022. Explora —dice la artista—, las posibilidades de movimientos en el agua utilizando como escena los distintos espacios en los que se manifiesta de forma natural: ríos, aguas termales, cenotes, mar. Diversidad de percepciones provenientes de la danza contemporánea, la improvisación de contacto y la danza profunda (utilizando técnicas de buceo libre) para crear un lenguaje que ella denomina danza acuática.

Mimian Hsu Chen, El elusivo lugar a donde pertenezco, 2023, ensamble de bordados. Entre varias lecturas buscadas por Mimian aflora la representación de un ecosistema pequeño de musgos, hongos y líquenes, un microcosmos que puede ser descubierto solo por quien se interna en un bosque y se detiene a explorar un universo que pasa desapercibido. Sugiere la vista, a vuelo de pájaro —agrega ella—, de una isla o quizás de un territorio habitado por miles de vidas que, desde la distancia, conforman un paisaje difuso, un territorio impreciso.

Roxana Brizuela, Autobiografía, 2019, libro arte. Comenta que lo expuesto intenta ser un libro fusión entre el «libro de artista» con su espíritu de creación espontánea y el «libro álbum» con su explícito universo narrativo, con los cuales «viajo a mundos inusitados y entro en un espacio de silencio». Los hilos que recorren el cuerpo del libro son cómplices de memorias, miedos, desgarramientos, violencia, invisibilización, pero también son cómplices de la capacidad de resiliencia y regeneración.

Interpretar, referenciar y el sentido dialógico de ver

La mirada ecofeminista —argumenta Ecologistas en Acción—, contribuye a desmantelar el artificio teórico occidental que separa humanidad de naturaleza y cuerpos; se centra en la inmanencia y vulnerabilidad de la vida humana y proporciona bases sólidas para construir sociedades seguras que sitúan la vida en el centro.

Importa, como repito a menudo, la experiencia autobiográfica, al encontrar mi opinión de cuando nadé a contracorriente en las nada tranquilas aguas de los discursos actuales, acto que impele a ojear un artículo publicado en la revista Meer en 2002 acerca de este mismo abordaje: los impulsos de exposición, vinculación, proyección e investigación en arte contemporáneo por parte de agrupaciones o colectivas de género cercanas a este pensamiento, alcanzan zonas de amplia autonomía. Posibilitan desligarlas no solo de la oficialidad, sino que —y en tanto acción emergente e incluso contracultura—, miran hacia las periferias, hacia los estudios y talleres de artistas gestando estética y creatividad desde toda superficie cultural local. (Quirós, L. F. Casa MA y Arte Feminista. «Nuestros ojos no pueden parar de parpadear». Enero, 2020).

Cuando comenté esa propuesta dije que las organizadoras de Casa Ma se cuestionaban cómo establecer las perspectivas feministas inspiradas en el análisis de Orientación de Sara Ahmed, que operen en la articulación entre la corporalidad en lo espacial, y puedan ser visualizadas en un proyecto expositivo para incorporar nuevos debates, movimientos y «desorientaciones». Dije que importa abrir un boquete liminar o puerta en el muro de las argumentaciones teóricas donde orbiten otras palabras con distintas acentuaciones.

La huella contemporánea juega con la ironía, abre un intersticio lúdico a las armas de doble filo, y en tanto son una puerta introducen a la subjetividad y ambigüedad, por lo tanto, cargan al proyecto de la consecuente incertidumbre, instigadora a la discordia —como acotaría Mistcherlich en los setenta del siglo pasado—, pero acción esperable. Tratar de definir el término de puerta de acceso me condujo a la argentina Patricia Aschieri investigadora de la Universidad de Buenos Aires:

Lo liminal o liminar hace referencia a una zona de pasaje, a una puerta de entrada, al origen de una zona de ambigüedad en la que algo deja de ser lo que era, para potencialmente poder transformarse en otra cosa. Convoca lo lindante, lo fronterizo, lo que pareciera continuo pero que no lo es.

Al leer el título de esta muestra me vino a la memoria una novela escrita y publicada por mí mismo: Árbol de Miradas, 2006 (editorial Optyma), ilustrada por Eugenio Murillo, imagen sumida en ese juego de artificios de la referencialidad, un árbol en cuyos haces estaban dibujados muchos ojos, lo que también interpretó José Alberto Hernández invitando a crear la comunicación visual de la muestra y a entrar en esos boquetes de la interpretación, que en él siempre son profundos y eficaces.

Lecturas de miradas

Mariela Richmond, Mojojoy Agri-Cultura, 2018 -2023 y Envenenadas Estamos, 2023, aborda —explica Mariela— un proyecto de agricultura orgánica a través de procesos de trabajo en y con la tierra, reconocer que el concepto de desarrollo no se trata de monocultivos y enormes y costosas tecnologías, se trata de relaciones locales donde un pequeño sistema agroalimentario sostenido por personas es capaz de ofrecer caminos hacia una economía solidaria. Envenadas Estamos, muestra el otro lado de moneda, resultantes del trabajo con la tierra como una forma de sanar, conservar con lo natural.

Lucía Madriz, Forsalismo (For Sale), 2006. Lucía refiere al fenómeno de la venta de terrenos en las zonas rurales de Costa Rica —costas, montañas y ríos— con rótulos, y, para peor, pegados a los árboles infringiendo la ley. El deseo de vivir cerca de la naturaleza incluye el de la «comodidad» lo que significa la creación de calles pavimentadas, parqueos, piscinas, campos de golf, etcétera. En este caso, la naturaleza es vista como un artículo para ser explotado, en fin, para ser colonizado.

Alexa Barboza Joseph, Intimar espacios, 2021, aborda las barreras físicas para contener y limitar la noción de territorio. Barreras sociales y mentales intentan limitar la naturaleza, la condición femenina, el cuerpo mujer. Opresiones simultáneas acontecen todo el tiempo, intentan controlar, estereotipar, condicionar, subyugar la libertad de lo orgánico y natural.

Adela Marín Villegas e Iracema de Andrade, presentan el videoarte Espectros de agua, 2021. Traslapa ámbitos disciplinares música e imagen, procesos creativos simultáneos desde la sororidad y el diálogo. Adela comenta que urge de acercamientos conceptuales a inquietudes femeninas y humanas, que derivaron en la búsqueda de arqueologías personales, familiares y sus contextos espaciotemporales.

Daniela Martén, Diosas en Eclosión, 2020. Según afirma la autora son una interpretación pictórica del origen de la creación, de la energía primigenia. Ella comenta: la Madre Tierra que proporciona alimento material y espiritual a la humanidad, más allá de territorialidades y diferenciaciones impuestas. Vida y muerte, encierro y libertad, contención y fuerza, vulnerabilidad y resistencia son un atavismo apara visibilizar la capacidad de resiliencia y la ineludible potencialidad regeneradora del gran útero cósmico del que dependemos para existir.

Verónica Navas, Ritual de epitelización, 2022. Las inteligencias vegetales sostienen una red de bienestar humano que ocurre paralelamente a la interacción mercado-extracción-cuerpo-territorio. Verónica plantea preguntas desde el ejercicio consciente de la territorialidad y explica que, estos dibujos tienen su origen en la acción en donde cultiva una jícara, la vacía y le traza un mapa que ayude a cicatrizar esas heridas en la piel de la cultura y herida colonial.

Verónica Alfaro Rodríguez. Entre A y B, 2018, investiga el diseño de estructuras, de los pequeños movimientos que enmarcan distintas dinámicas de poder, absurdas comunicaciones y funcionalidades hoy obsoletas, pero cuya influencia, incierta, nos marca.

María José Bejarano Salazar, Desde Adentro, 2021 y Sostenibilidad desde Adentro. El proyecto nació en una conversación entre las mujeres y la tierra, entre la regeneración del suelo y la regeneración de nuestras vidas internas en las cuales se percibe la oquedad, las grietas e interioridades de la psique humana.

Herederas, 2022, dirigida por Silenny Calderón Montero, es el documental filmado en Fray Casiano de Madrid, Puntarenas, Costa Rica. Agrega la artista que el camino hacia un mar en agonía, cada día más contaminado y con menos peces, es emprendido por una abuela pescadora a punto de retirarse, y una niña, quien aún no sabe si la pesca sea la mejor opción para su vida, o lo que minimiza el rol de las mujeres.

Sofía Ureña Lab, Esto que crece y crece, 2023. Con celulosa bacteriana obtiene tejidos vivos, amigables con el ambiente acompañados de objetos/materiales encontrados, prolongando su vida útil y creando una obra en constante transformación según su materialidad y vinculación con el entorno, comentó la artista.

Susana Sánchez Carballo, Costa Rica’s Million Dollar Gift of Happiness, 2020, a partir de los eslóganes para promocionar turísticamente al país en el mercado internacional —comenta Susana— propone una reflexión sobre las relaciones realidad-ficción desde una perspectiva crítica que alude a dichas tácticas de la imagen creada de un país que, ante los ojos del mundo, se identifica como una suerte de «paraíso tropical», pero desconoce los conflictos y las formas veladas de agresión: la xenofobia, la transfobia, el racismo, la misoginia y una extensa lista de acciones violentas que se obvian en virtud de sostener una falsa apariencia de confort. Se lee el ambiente y el nombre del país, e incluso el calificativo «esencial», pero al intentar visualizar las letras que conforman el nombre del país, aparecen las memorias de los crímenes al expoliar las tierras de los pueblos originarios y otros conflictos sociales.

La práctica artística contemporánea, insisto —y con esto concluyo este acercamiento a la lectura de las miradas—, significa dar un paso por lo (dis)continuo e incierto, pero poseedor de pulso y reto, hacerlo desde el territorio de los conocimientos sin dejar de lado los afectos y en los que se cree, lo cual conlleva materializarlo, pero también moverse en el terreno de lo subjetivo, obligando a ser reingeniería con nuestros lenguajes o manifestación crítico-creativa, y hasta quizás, empatar con la idea de (des)orientación de Ahmed citada en las definiciones liminales.

Pero importa no mirar atrás como la situación ocurrida a la bíblica mujer de Lot, si no es para desaprender de esas jugadas del destino; bríos que nos motiven a catar al dar paso a paso, entrando en los vericuetos de la percepción, la comprensión humana y lo que nos devuelve la mirada esquivada porque lo permite la tecnología con la cámara vigía: nos hace ver a nosotros mismos al interno de la obra, como en el caso de la obra de Cinthya Soto, Estudio de Revés, 2002, de la serie Artificio-Natura.

Hoy, desvinculándose de los intereses oficiales la contracultura o no oficialidad, posibilita ver hacia otras fuerzas fronterizas personales, privadas y/o de grupos recíprocos y autogestión de los discursos que alcanzan mayor interés en las manifestaciones críticas del día a día. Reto a interpretar y distinguir cuáles de esas miradas atañen a nuestra propia territorialidad y materialidad, que nos atraviesan desde dentro de nuestro propio boquete en la pared de la memoria.