Shaka Fumu Kabaka es un artista visual y músico de la ciudad de Kinshasa, República Democrática del Congo (RDC), África, y lo que para muchos en el arte actual representa el material: la tela, pigmento, metal, barro, madera, piedra, concreto, materias duras que a su vez se vuelven hormas que nos hacen en un impresionante interaccionismo simbólico, otros, como este artista congoleño —sensible, investigador y dedicado a probar todo lo posible en el arte—, encuentran lo necesario en su mismo «entorno», como los basureros de desechos globales con que los centros del poder hegemónico mundial atiborran a la periferia. Shaka Fumu Kabaka transforma estos materiales descartados con creatividad, astucia y el rigor de la práctica artística la cual enciende su acción, e impele a reutilizar lo encontrado destinándolo a crear verdaderas obras de arte: trajes-esculturas para sus performances que acrecientan el enigma de estos tiempos, la contradicción e incertidumbre.

Crear arte es un ritual

Reciclar —para este artista—, concede el rito, se trata en principio de salvar al planeta de todos esos desperdicios industriales y del comercio que embadurna la visual de las ciudades y comunidades rurales no solo en la RDC, sino en todo el mundo y en particular el sur global. El ritual se entabla al limpiar, salvar, descontaminar o sacar a flote una idea genuina propia del talento artístico para elaborar una materia por la cual antes nadie apostaba un céntimo, y que los centros globales quieren ver lejos de sus espacios y territorialidad.

A pesar de que en esos países del sur global drenen incluso los recursos naturales por nocivos procesos extractivos, destruyendo el remanente como es el caso de extraer el caucho de los árboles para la fabricación de neumáticos de rodaje en la industria automovilística, eso agrede la sensibilidad de quien ama y respeta al planeta, a la madre tierra y diosa de las aguas, con todos sus beneficios que llamamos recursos naturales hoy tan amenazados. Shaka Fumu Kabaka crea «trajes» a partir de esos desechos y con ello toma posición en su protesta ante la difícil situación de su país y el mundo, en el cual su trabajo es apreciado, pero que no tiene todas las respuestas a las interrogantes que a diario se plantea. El artista hoy no es insensible en tanto sabe que todos somos el medio para convivir en armonía y equilibrio, todos sumamos y transformamos para bien o para mal, y donde uno solo que falte el mundo entero lo resiente.

La antropóloga, artista, curadora y crítica de arte Maica Gugolati, interesada en la producción artística en el sur global, afirma, que no todos los países de este ámbito tienen las mismas realidades, por ejemplo en RDC a diferencia de Costa Rica no hay Internet disponible en todos los lugares y tampoco Wifi, ahí lo tienen en sus aparatos celulares y la cobertura es cara y no extensiva.

Maica comenta:

Shaka Fumu presenta video performances de callejeros andantes, y esta manera, denuncia constructivamente las adversidades de su país y su población.

Sus mensajes artísticos y musicales surgen de su experiencia personal de niño y son vivencias de la situación sociopolítica contemporánea en su nación, como la guerra en el este de su país, la corrupción, la explotación neocolonial de los minerales.

Conocedora importante del trabajo de este africano artista, la antropóloga y curadora Maica Gugolati, refiriendo a la exposición «Mediante un mosaico fluido» (2020) nos refiere a una de las piezas más emblemáticas de Shaka, que lo marcó en tanto fue su experiencia de infancia y crecimiento: la «Guerra de los seis días». Esta guerra fue un conflicto armado ocurrido en el año 2000, entre los ejércitos de Uganda y Ruanda y el de los rebeldes congoleños, tras el fin oficial del genocidio étnico en Ruanda. Debido a esta guerra, muchos niños perdieron la oportunidad de vivir su vida infantil durante ese tiempo, incluido el propio artista. Ella comenta:

Como testigo directo de este conflicto, Shaka transformó sus recuerdos impresos en inspiración para el diseño de disfraces de cuerpo completo y máscaras faciales hechos con materiales reciclados. Describe los trajes completos como cuerpos «muertos vivos» de los soldados de la guerra, a los que llamó «robots». Los trajes, hechos con un ensamblaje de piezas de desecho encontradas en los basureros de Kinshasa, son una representación de la descomposición que sufrieron los soldados. Para él, los soldados se convirtieron en almas contaminadas que, como basura en un vertedero, se estancan y ponen en peligro la vida cotidiana de los niños. Sin embargo, a través de su práctica de reciclar materiales, está reciclando esas almas y reutilizándolas en contraejemplos que reviven eventos y acciones, para que no se repitan.

Sus robots siguen el poder de las máscaras tradicionales de África Occidental de mediación entre el mundo espiritual y el humano. En el caso del artista, sirven para establecer nuevas comunicaciones que atraviesan el tiempo, desde los recuerdos del conflicto hasta la época actual de las generaciones más jóvenes. Bajo su representación, cada robot se convierte en una especie de «autómata» que atrae y asusta a los niños que caminan por las calles; los hace reír y desafía su valentía. Este juego renueva el sentimiento de asombro en estos niños, haciéndoles asumir su infancia. «Quiero decirles a los niños que no deben perder la esperanza, porque el futuro nos pertenece», comentó Shaka (M. G. «Through a Fluid Mosaic», exposición, 2020).

A través del acto de recolectar y volver a ensamblar objetos «rechazados» por la sociedad de consumo, nos da ejemplos de formas de volver a donar nuevos valores. Al hacerlo, da un mensaje de esperanza de un futuro sostenible y solidario para la gente de su país, especialmente para las generaciones más jóvenes que seguirán creándolo.

Precisamente, juntos con Maica Gugolati compartimos que Shaka crea esculturas móviles que se hacen para estar vivas y deambular por las calles de la capital. Las galerías o museos están en las últimas destinaciones de sus creaciones; cada robot contiene historias sociales de la vida real, de la gente de la ciudad que se narran de manera performativa a través del acto de caminar por las calles. Shaka narra a través del acto performático historias del país que podrían ser desconocidas para la mayoría de la gente inculta de las calles. La intención del artista es educar, sensibilizar y denunciar los problemas a través sus performances urbanos. Shaka imparte talleres artísticos con los niños donde aprenden la práctica del reciclaje artístico. Ahí él expande su crítica social como músico de Afrotrapp Slam y Rap en el grupo musical y artístico: Astropotes Kollectif.

Discursos del sur global

Ese es precisamente el sur global, el cual tanto nos interesa observar en nuestros estudios contemporáneos y ante la emergencia que reinicia el mundo después de la pandemia que del todo no desaparece, en tanto existan artistas que levanten la mano para ser sentidos y valorados apreciando sus propuestas, que son un universo disiente, pues los artistas congoleses no están conformes con solo lo que natura brinda, y trabajan por más. En este caso particular, el trabajo del arte contemporáneo resulta un fundamental aliado de todos estos procesos culturales, sociales y de descolonización que enmarcan la periferia más periférica del mundo.

Hacer trajes donde se reviste el cuerpo es una práctica compleja, en la cual se debe lidiar con la diversidad material, que implica la colecta, limpieza y ajustes, pero también está la temperatura, el clima, la estrechez económica, y sacarle el mejor provecho creativo a unas tapas de botellas plásticas para crear un vestido, el cual a su vez es un escenario donde demostrar que no hace falta tener materiales costosos ni estar en Berlín, Nueva York, Tokio, Venecia o París, para alcanzar la calidad y la hechura convincente de la obra de arte en estos tiempos tan difíciles. El artista obedece a su intuición, la más cara sustancia del entendimiento que le dicta hacia dónde ir, o cómo llegar, cuándo detenerse. Esa experiencia se perfila y acrecienta con la experimentación, en el trabajo del taller, al tratar de resolver problemas ingentes que de pronto desestabilizan la indumentaria creativa, pero si se tiene el rigor y visión de hacer las cosas de la mejor manera posible, eso calará tarde o temprano, ahí en el taller, o en el campo; no importa dónde se esté, la creatividad fluirá marcando un territorio creado por el arte. No se trata de la antigua idea romántica del poeta, el músico o el pintor encerrado en su torre de marfil, sino de un individuo que busca, ensancha su taller para dar cabida a esa energía creativa que afecta beneficiosamente y que transforma todas las cosas a su alrededor.

Esta reflexión entablada a partir de los trabajos críticos de Shaka Fumu Kabaka, en este 2022 tan paradigmático, nos muestra las armas creativas, que, si no se saben sostener y sacarles provecho, se pueden devolver y golpearnos. Se corre el peligro de que estos trajes matéricos, colectados en basureros y remanentes de lo que viene de los países centrales en forma de subproductos, se nos peguen a la piel y sean difíciles de remover, aquellos espejismos de una vida prestada que solo sabe sacar réditos a todo lo que hagan ellos mismos, de sus mismos productos y discursos centrales ya cansados por el ajetreo de la vida moderna, y pueden comportarse, como viejos «gangoches» que, en vez de servirnos y hacernos la vida más cómoda, se aprovechan de nuestra fragilidad, y, tal como un día dijo acá en Costa Rica nuestro poeta turrialbeño Jorge Debravo: «terminan siendo nuestros carceleros». A veces —aconseja el poeta—, «hay que rasgarlos y deshilacharlos y quedarnos al frío desnudos en medio al viento, pues así buscaremos un traje nuevo que nos quede a la medida de nuestras necesidades y no ese fantoche deshumano que además es ajeno» (Debravo. Nosotros los Hombres. 1970. p. 36).

Estas prácticas culturales de la periferia, aunque ya son bastante conocidas, siempre traen un nuevo matiz, un rasgo de identidad que es único, pero que no está aislado, pues se conectan en ese reservorio del talento y entendimiento crítico de un ser humano que llamamos artista, plástico o visual, y de pensamiento crítico.

No conozco en persona a Shaka Fumu Kabaka, tan solo comparto con él algunos mensajes en inglés por Messenger o WhatsApp, pues su lengua materna es la Lingala, swahili y el francés, recuérdese que su país fue colonizado por Bélgica, pero lo intuyo, lo adivino, lo advierto, sé cómo actúa al doblar algunos elementos de sus trajes, al pegar esas tapas o atisbar a un horizonte creativo que se proyecta en la gran pantalla de la imaginación, más allá de su paisaje propio, ese con que cada uno de nosotros tenemos sintonía, y en tanto creemos en ello, somos fieles a nuestro talento creativo que nos ofrece soluciones aunque estén totalmente escondidas, llega el momento en que todo clarea, todo se descubre, y de pronto nos percatamos que eso era precisamente lo que andábamos buscando.

En sus propuestas —y con esto concluyo este acercamiento—, y sus colegas hombres y mujeres congoleses, están presentes soldados, figuras amorfas o morfológicamente correctas, con partes de radios u otros recuperaciones de la electrónica que asemejan al mito del «robocop» o del «transformer» que nos trajo el cine y TV de estos tiempos, amplio imaginario que constituyen esos trajes que, además de representar el disenso de un individuo y de una comunidad respecto a su entorno, y lo que les rodea, perfila un discurso honesto que exige equilibrio, simetría, consonancia o disonancia que se propongan aportar y que no se hagan solo de oídos sordos, por el verdadero desarrollo de estos pueblos del mundo, hoy tan ninguneados bajo la bota del poder, del mercado, y las nuevas hegemonías globalizadas.

Notas

B-one-tv(2022). Shaka Fumu Kabaka, un artiste pluridisciplinaire. Febrero, 9.
Debravo, J. (1970). Nosotros los Hombres. San José: Editorial Costa Rica.
Gugolati, M. Through a Fluid Mosaic. Artpool.
National Geographic. (2022). These artists transform garbage into garb to take a stand. Mayo, 10.
Pannecoucke, K. (2021). ‘They call us bewitched’: the DRC performers turning trash into art. The Guardian. Agosto, 20.