Cebolla, romero, tomillo, malva, lima, ruda, orégano, naranja, ajo, apio con zanahoria, aloe, albahaca, árnica, betónica, caléndula, canela, artemisa y podría seguir con una lista interminable de otras plantas y frutas. Estos son solo algunas de las que Pilar me enseñó a reconocer y usar.

Decía:

Las plantas son un milagro, pero si la persona enferma no tiene al menos algo de fe en que esa planta puede curarlo, ¡entonces no la necesitará! ¡Pero que la planta sea un milagro, es un milagro!

Memoria de 2010. Latuvi, Sierra Norte, Oaxaca, México

Hoy es una de las primeras veces que Pilar me lleva a explorar su fragante y variado jardín. Obviamente, al encarnar a la perfección mi carácter escéptico y europeo, anticipo todo eliminando cualquier duda.

—Pilar, eh… me enseñas estas plantas y me dices que es para que un día yo pueda curar en mi país, pero las plantas que crecen aquí son diferentes a las que crecen allá, ¿entonces…?

Su rostro se ilumina en una sonrisa de tranquila certeza y no dice una palabra. Se adentra en las sombras, entrando en la casa. Entiendo por reflejo que he hablado fuera de lugar y la sigo con mirada contrita; lo mismo que los niños regañados por tomarse la libertad de no obedecer... ¿Qué hago ahora? ¿Cómo me recupero? Piensa Manu... Quizás, tal vez, lo que más me da pena es mi memoria que perezosa tendré que instigar.

—Jem, ¿Pilar…?

Deja la sombra volviendo a la escena con un bolso en la mano. Me lo pasa y me anima:

—¡Ven!

Lanzándose frente a mí, desmaterializa cada dilema, arrastra cada pensamiento y se acerca a un arbusto lleno de grandes hojas con forma de corazón. Libre y llena de alegría, la sigo sumergiéndome en la vegetación, feliz de participar al don de sí misma y de su visceral conocimiento.

Pilar tiene pasión por las plantas. Conoce a todas las que crecen en la Sierra Norte (Oaxaca, México), las ha estudiado y cuidado con obstinada atención durante casi cuarenta años. Tiene remedio para todo tipo de enfermedades. Las plantas, en sus manos, son herramientas capaces de concentrarse, primero, y luego de emitir el poder que le advierte. Hay un diálogo silencioso entre ellas, un aspecto del cual me doy cuenta solo a medida que avanza la aventura iniciática. Pilar esperó, antes de dejar escapar algunos asuntos intrínsecos del mundo chamánico:

  • hablar con las plantas;
  • crear la conexión que le permita al curandero identificar entre muchas la planta eficaz para curar la enfermedad de su paciente;
  • comprender si es el momento adecuado para recolectar una planta;
  • si la planta está cargada con su fluido curativo.

Son comunicaciones etéricas que Pilar decide inculcarme poco a poco, en el momento oportuno, para que todo esto no pase por el pensamiento, sino a través del sentir.

La comunión con la naturaleza es un asunto de amor.

A cada paso me muestra una, cuatro, cinco plantas de sus propios colores y formas, cada una con su especialidad: lila la flor, o blanca y también amarilla, roja y negra, el olor delicado, el sabor agrio, la hoja aterciopelada, nudosa o ancha, para la tos, su favor, para que ponga su calor.

Para Pilar, las plantas se dividen en frías y calientes, y las enfermedades también son frías o calientes. Son categorías opuestas y complementarias sobre las cuales, según la cultura zapoteca, se regulan diferentes sistemas naturales. Es una herramienta teórica muy utilizada por la medicina popular mexicana, especialmente por los curanderos, para caracterizar enfermedades y prescribir remedios, aunque no existe una correspondencia a menudo entre diferentes grupos étnicos. La nomenclatura inicial no es compleja. Es la variedad en la que se expresa la vida que deja espacio a la inventiva.

Para ayudarme a comprender mejor la clasificación del mundo en frío y calor, Victorina, la hija mayor de Pilar, un día probó a darme un ejemplo:

La betónica está caliente, entonces la tomo con limón que está frío, en el caso de la gripe que es una enfermedad caliente, ¡para que baje! Sí, porque el frío del limón con el calor de la betónica, juntos se vuelven tibios. Porque a veces tu cuerpo está frío, y si tomas algo frío, te duele y te enfermas, mientras que si tu cuerpo está caliente puedes usar algo que al estar frío te baja la temperatura. La gripe está caliente, la fiebre está caliente, la diarrea está caliente y luego es el momento de tomar algo frío. Por ejemplo, frotar alcohol en el estómago con tomates verdes, para que este paquete absorba el calor y enfríe un poco el estómago, ayuda a combatir la diarrea.

Luego fue el turno de la tía Oliva quien me explicó, a su manera, cómo los zapotecas interpretan todo como frío y calor.

—Manuelita, ya sabes, un poco de todo se divide en frío y calor: las estaciones, las horas del día, las plantas, las enfermedades y hasta la gente es fría o caliente e implican temperamentos diferentes.
—¿Cómo sabemos si una persona es fría o caliente?
—Por ejemplo, si usa agua fría o caliente para lavarse. Aquellos con sangre fría se lavan con agua caliente, mientras que aquellos con sangre tibia se lavan con agua fría. Las personas «calientes» tienen un carácter impulsivo y apasionado y son más explosivas, también tienden a sudar más. Las personas «frías» son tímidas, más pasivas y físicamente frágiles. Pero con el tiempo, las cosas cambian. De hecho, los niños son cálidos en comparación con los ancianos que tienen más frío, porque nosotros nos enfriamos con la edad. Y más allá de una predisposición personal, el «calor» o el «frío» de la persona está sujeto a aumentos y disminuciones circunstanciales a lo largo de la vida. Y fíjate en esto, para recolectar las plantas medicinales son preferibles las jovencitas, luego vienen las niñas y los niños, y solo luego los adultos… porque se necesitan manos calientes, pero en el punto justo, para que no muera la planta y que se quede con todas las propiedades. —¿Por qué, tía Oliva, dices que muere la planta? ¿Las manos frías o calientes pueden hacer morir la planta? —Las manos frías detienen el crecimiento de la planta, las manos calientes la secan. Son pocos los que pueden cosechar plantas sin dejar secuelas.

—Manuelita, sígueme te mostraré la betónica —Pilar me llama la atención.
—Esta es una planta con mil propiedades, es muy buena, muy buena para tratar fiebre, gastritis, cólicos, inflamación del intestino, fiebre intestinal, falta de apetito provocada por una fuerte producción de bilis y por tanto para trastornos del hígado.
—¡Vaya, Pilar, realmente tiene muchas propiedades!
—¡Sí! Entonces... toma una piedra y caliéntala ligeramente a la llama del fuego, luego le pones la betónica, esperas a que se enfríe, mientras sumerges una faja de algodón en el alcohol y envuelves la piedra y la planta sobre ella. Luego colocas el paquete en el abdomen. Será de gran utilidad en caso de cólicos y dolores abdominales. En el caso de una fuerte producción de bilis, sin embargo, se puede preparar en una infusión con artemisa y una pizca de bicarbonato de sodio.
—Pilar, ¿usas el alcohol y la betónica juntos para contrastar los cólicos, precisamente por sus propiedades frías y calientes?
—¡Sí!
—El equilibrio de las dos partes es fundamental para estar en salud. Puede suceder que, por diversos motivos, internos o externos, se cree un desequilibrio. Cuando el cuerpo tiende a estar frío, entonces está hambriento de calor. Como cuando comes demasiados alimentos fríos, puedes tener dolor de estómago, o tienes calor y bebes una bebida que está demasiado fría, la temperatura te dará un shock y es probable que de reacción te va a dar la diarrea y te enfermas. El estreñimiento en los niños también es causado por el resfriado o a los recién nacidos les da cólicos.
—Y entonces usamos elementos cálidos que ayudan a que entre el calor y que salga el frio...
—Se utilizan infusiones de plantas calientes para quitar el frío o baños con plantas de cocción o maceradas, baños de vapor, frotaciones o masajes con alcohol y mezcal o aceites y grasas.
—¡Sí, lo entiendo mejor ahora!
—¡Vamos, seguimos! Esta es el «berro», toma, y esta es la «yerba madre»... ¡vamos! Luego al entrar, escribiremos todo, ¡para que no te olvides de nada!
—Gracias Pilar, estaba un poco preocupada por tener que memorizar todo.
—No, no, entonces te lo repetiré todo cuando vayamos a la cocina.
—¡¿Sabes Pilar lo que haría falta?! Una buena cámara que capture estos momentos, por lo que haría todo el trabajo de recopilación de datos y podríamos tener un hermoso archivo de su conocimiento... ¡lo cual es titánico!
—¡Eh! ¡Quién sabe que un día Dios…! Ven, ahí está el «cacho de venado» al lado de ese árbol... vamos a verlo y te lo cuento...
—Sí, Pilar, ¡¡te sigo!!