El 19 de agosto de este año se cumplió una década de la muerte en París de Raúl Ruiz, el director más importante en la historia del cine chileno. Sin embargo, Las líneas de Wellington, la película que diversas circunstancias convirtieron en un tributo póstumo a su figura, continúa siendo prácticamente desconocida en su país.

Ruiz, nacido en Puerto Montt el 25 de julio de 1941, falleció poco después de cumplir 70 años. Dejó una herencia cinematográfica de más de 200 realizaciones, la mayoría filmada en Francia, donde se exilió junto a su esposa Valeria Sarmiento después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile. En su vasta trayectoria no solo fue reconocido como un creador original que renovó el surrealismo desde temáticas insospechadas, sino que además trabajó con actrices y actores de primera línea del cine mundial, particularmente europeo.

Una neumonía contraída como secuela de un cáncer hepático, acabó con su vida cuando estaba embarcado en el proyecto de Las líneas de Wellington, una película histórica en que tuvo como guionista a Carlos Saboga, el portugués que lo acompañó en Misterios de Lisboa, uno de sus últimos filmes, de más de cuatro horas de duración.

Las líneas de Wellington, película concebida asimismo como una miniserie de televisión, recrea un episodio de las guerras napoleónicas de principios del siglo XIX, en que las tropas francesas lanzadas a la conquista de Portugal, fueron vencidas en 1810 por las fuerzas combinadas luso-británicas, al mando del general Wellington, artífice también de la última derrota de emperador Bonaparte en Waterloo, el 18 de junio de 1815.

Los sueños hegemónicos de Napoleón se vieron frustrados por el invierno ruso y los mariscales del zar, pero también encontraron una firme resistencia en la península ibérica. En España, los «gabachos» fueron combatidos por guerrilleros que no aceptaron la imposición como monarca de «Pepe Botella», el apodo que endilgaron a José Bonaparte, mientras las colonias de América juraban lealtad al depuesto rey Fernando VII para crear sus juntas de gobierno e iniciar su trayecto hacia la independencia.

Desde el surrealismo, Luis Buñuel hizo guiños a la resistencia española en su filme El fantasma de la libertad, de 1974. Más recientemente, en su novela El asedio, publicada en 2010, el escritor Arturo Pérez-Reverte reconstruyó en clave histórica y policial el prolongado sitio a Cádiz, que se mantuvo a salvo de la ocupación francesa gracias también al apoyo británico.

Los episodios portugueses de las guerras napoleónicas no han tenido tal vez la misma cobertura cinematográfica y literaria que en Rusia y España. Las lecciones de historia recuerdan que el entonces monarca portugués, Juan VI, huyó en 1807 de los franceses y trasladó la corte a Brasil, su gran colonia, donde permaneció hasta 1821.

«La primera derrota de las tropas de Napoleón fue en Portugal», me comentó Valeria Sarmiento para graficar la importancia para los portugueses del proyecto cinematográfico truncado por la muerte de Ruiz y que ella reemprendió para concluirlo el año 2012. En efecto, pese a su rey virtualmente fugitivo, las tropas lusas en conjunto con las británicas rechazaron tres sucesivas expediciones bélicas francesas, en 1808, 1809 y 1810.

La película gira en torno a la batalla de Buçaco, del 27 de septiembre de 1810, donde Wellington derrotó definitivamente al invasor napoleónico, comandado por el mariscal André Masséna. Fue una maniobra estratégica de largo aliento, que incluyó el repliegue de sus fuerzas con operaciones de «tierra arrasada», para ofrecer el combate final en un teatro bélico favorable, gracias a las líneas secretas de defensa que fue construyendo en Torres de Vedra mientras los franceses avanzaban a duras penas, carentes de suministros.

Fallecido Ruiz, los productores ofrecieron la continuación del proyecto a Valeria Sarmiento, imbuida del estilo del realizador chileno, no solo por ser su viuda, sino su compañera de trabajo, montajista de 80 por ciento de sus películas, además de su propia experiencia como directora.

«Las líneas… es el filme en el cual yo he tenido más medios, seguramente fue porque como era un proyecto de Raúl y yo lo filmé, los actores y los técnicos se creyeron en la obligación de rendirle un homenaje. También lo pensé yo. En todo caso Raúl estuvo presente como un fantasma en toda la filmación», me dijo Valeria en un contacto vía correo electrónico desde París.

En efecto, la película contó con un elenco de lujo, en un tributo póstumo al gran director. John Malkovich, que había trabajado con Ruiz en El tiempo recobrado (1999) y Klimt (2006), hizo el papel protagónico de Wellington. Participaron además Marisa Paredes y Vincent Pérez, de España; de Francia Michel Piccoli, Isabelle Huppert, Elsa Zylberstein y Catherine Deneuve junto a su hija Chiara Mastroianni, y Melvin Popaud; Nuno Lopes, Soraia Chavez y Victoria Guerra, de Portugal.

Las líneas de Wellington debutó en el Festival de Venecia de 2012 y tuvo un aplauso casi unánime de la crítica cinematográfica especializada de Francia. De acuerdo a su escala de 5 a 1, el sitio especializado AllóCine, registró calificaciones máximas de Le Point, Les Inrockuptibles y TeleCine Obs. Con nota 4 calificaron la película Cahiers du Cinema, Critikat.com, Le Figaroscope, Le Monde, Les fiches du cinema, Liberation, Marianne, Positif, Transfuge y Telerama.

Cahiers du Cinema escribió que la obra fue «una bella sorpresa», donde las dos horas y 36 minutos de la película pasan a una «velocidad loca», al recoger un «pasaje emocionante y desconocido» de las guerras napoleónicas y gracias al virtuosismo con que va «de una historia a otra» en sus personajes. The New York Times destacó los roles femeninos en un drama «cuidadosamente investigado, bien actuado y siempre absorbente».

Un filme «lleno de vida», según The Guardian, que rescató la lograda dimensión humana con que Sarmiento retrató «la industria satélite de comerciantes y prostitutas» que acompaña a las guerras. En Italia Il Manifesto escribió: «La directora chilena-nómade Valeria Sarmiento en Las líneas de Wellington ha completado magníficamente el filme iniciado por su compañero Raúl Ruiz». John Malkovich, como duque de Wellington, «es maléficamente perfecto».

Valeria Sarmiento apostó a una obra de arte más que a un producto comercial. El crítico del Corriere della Sera vio en la película piedad, fuerza evocativa y visión trágica de la humanidad, todo lo cual «restituye al espectador el placer del cine narrativo sin perder la profundidad de la reflexión».

«Raúl –rememora Valeria– estuvo presente como un fantasma en toda la filmación. Me siento orgullosa de haberlo llevado a cabo, no era un film fácil de realizar: muchos actores, una época desconocida de la historia (la primera derrota de las tropas de Napoleón fue en Portugal) que yo traté de acercar, ligando el exilio chileno a la inmigración de ese pueblo portugués de sus propias tierras».

En la novena versión del SANFIC (Festival Internacional de Cine de Santiago), de 2013, se hizo una exhibición de Las líneas de Wellington. El 21 de enero de 2014 hubo otra presentación para la comunidad de académicos y estudiantes del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, donde Valeria Sarmiento contó algunas anécdotas de la filmación. Por ejemplo, que para caracterizar a los numerosos extras de las tropas francesas, británicas y portuguesas, resultó más barato mandar a confeccionar los uniformes a China que alquilarlos a especialistas europeos de vestuarios históricos.

No se sabe de otras presentaciones en este país. «Las líneas de Wellington no se han exhibido en Chile, porque nadie se ha interesado en distribuirla. (El distribuidor y productor) Alex Doll estuvo interesado, pero yo creo que pensó que no era suficientemente comercial como para pagar los derechos de exhibición», me comentó la directora.

Una situación lamentable pero comprensible, en un país donde las grandes distribuidoras estadounidenses tienen copados los circuitos de exhibición cinematográfica, apostando a las películas de impacto comercial más que a la calidad. Raúl Ruiz no se merece esta omisión, y tampoco Valeria Sarmiento, que más allá de «la viuda de…», es una de las mayores cineastas chilenas, luchadora incansable contra el machismo en el arte.