En 1970, la canción Let it be, compuesta por Paul McCartney y lanzada como cara A de un sencillo fonográfico, alcanzó fama universal; con la efervescencia con que alcanzan la notoriedad popular pocas expresiones del talento humano, con la perseverancia emocional con que se instalan en nuestro recuerdo algunas canciones. 51 años después, Let it be sigue siendo una de ellas. The Beatles, bajo la firma de Lennon y McCartney o Harrison, registró algunas otras que también alcanzaron ese olimpo de melodías de ayer y de hoy que se vuelven perennes en la memoria.

Soy de los que consideran que las críticas a las letras simplistas en alguna de esas canciones están más que justificadas. Pero, de igual manera, pocos son los que dudarán de que su reconocimiento y gloria histórica están justificados más por las innovaciones musicales que por los argumentos de las canciones. Y también porque aquellos cuatro jóvenes de Liverpool trajeron entre acordes y voces soplos de libertad a una sociedad todavía postraumatizada y a una juventud deprimida aún por la herencia de la postguerra. Let it be les venía a insuflar la importancia de ser y estar en los momentos más difíciles; y de continuar.

Pero no vengo a hablarles de The Beatles, aunque el título y estos párrafos iniciales, los pudiera llevar a suponerlo. Suponer, anticipar es algo que con frecuencia hacemos los humanos, es muy nuestro, un hábito que a veces nos lleva hasta la ansiedad. Suponer tiene su lógica y también está lleno de riesgos. Como tendemos a hacer suposiciones de casi todo en la vida, acaba por ocurrir que algunos de nuestros criterios y de nuestras decisiones están más fundamentadas en supuestos que en realidades. Llegamos hasta a suponer lo que está pensando alguien, o cómo va a actuar en determinado momento. Cuando conocemos un hecho traumático podemos llegar hasta a desconfiar de alguien o a interpretar sus actos como propios de una conducta errática. Y es que cuando suponemos no solo personalizamos, sino que es fácil que malinterpretemos.

Aunque nos cueste, no suponer es siempre una mejor forma de comunicación. Así que, insisto, no voy a hablarles de The Beatles. Tal vez salpique alguna referencia aquí y allá, no lo sé, estoy empezando a construir el artículo. Pero, soy consciente de que dedicar tiempo en el anecdotario de obviedades y mitos de la banda de música más famosa e influyente de todos los tiempos, hasta el presente, no haría más que hacerles perder el suyo, su tiempo. Y eso es lo que más me aterra cuando escribo. Pretender aportar algo nuevo, novedoso sobre los cuatro escarabajos y su inmensidad musical, sería algo así como querer descubrir algo insospechado en la historia de Jesucristo, salvando las distancias. Hay quien asegura que, después de los Evangelios narrados, cantados o leídos, las canciones de The Beatles son lo más escuchado por las distintas generaciones que han habitado el planeta desde mediados de los años sesenta del siglo XX. No obstante, continuaré con mi argumentación a partir de la canción escogida.

El trauma no es lo que ocurre, sino cómo lo vives

Los traumas durante la infancia y la adolescencia tienen consecuencias importantes sobre la memoria autobiográfica. Los recuerdos son confusos y con frecuencia se construyen de manera que se puede vivir con ellos. Muchas de personas jóvenes desarrollan la resiliencia necesaria para afrontar estas situaciones haciendo uso de su ingenio y creatividad. En especial, la creatividad en los más jóvenes reduce los trastornos de ansiedad y los sentimientos de vergüenza interna; les permite, a través de la expresión, encontrar una puerta de salida a su conflicto interior.

Let it be es el fruto de un sueño, de una especie de vía de escape para Paul McCartney. En su biografía (Paul McCartney, la biografía Philip Norman) reveló el origen de esta canción. Algo similar expuso en un programa de la CBS a James Corden. Cuando apenas contaba con14 años, experimentó la pérdida de su madre, Mary, debido a un cáncer de mama. Fue después de una sesión extenuante con The Beatles, cuando calló rendido y soñó con ella: «Vi a mi mamá. Fue algo maravilloso, y ella me tranquilizó mucho. En el sueño me decía ‘todo saldrá bien’. ‘Déjate ser’. No estoy seguro de si usó las palabras ‘Let it be’, pero esa era la esencia». Durante años, el joven Paul vivió conmocionado por una situación traumática relacionada con el apego. Su canción vendría a ser algo así como una liberación del pasado.

En ocasiones, el trastorno emocional que supone la pérdida de una madre a edad muy temprana se prolonga en el tiempo como un conflicto psicológico sin resolver. Este hecho tiene gran parte de su fundamento en el hecho de que los niños tienen grandes dificultades para comprender el concepto de no retorno. No es difícil que una experiencia traumática de estas características (pero especialmente en aquellas que incluyen abusos y abandonos) desarrolle notable frialdad emocional y falta de empatía en la edad adulta, por lo que, sin duda, no hay que demorar el abordaje de estas situaciones. Es un viaje en el dolor que hay que aprender a gestionar. Y conviene, insisto, hacerlo lo antes posible. Los desórdenes relacionados con el apego y la seguridad son bien jodidos.

A estas edades, la expresión del dolor tiene buen pronóstico a través de la expresión de gran valor terapéutico, como son las historias donde se comparten sentimientos, los juegos imaginarios y otras manifestaciones que sean capaces de estimular los talentos subjetivos de una persona. Hijos que perdieron a sus progenitores en los atentados del 11-S, consiguieron superar el trauma a través del proyecto Art for Heart en Manhattan. La pintura, en este caso, fue una forma de afrontar el proceso de duelo de forma adaptativa, incorporando los sentimientos y las emociones experimentadas a la historia de sus vidas, pero sacándolas de sus presentes.

Let it be fue el recurso utilizado por el Beatle para exteriorizar un hecho dramático que le perseguía desde hacía años, y parece que le sirvió. Let it be es un himno al querer ser y al saber estar, como formas constructivas de superar adversidades. Y es que la creatividad alimenta la resiliencia.

La creatividad ante el trauma

El trauma es una característica de la experiencia cotidiana de cada uno, que se manifiesta a través de pequeñas y grandes discontinuidades en la vida diaria. Muchas de las personas que sufren algún tipo de trauma o de un trastorno de estrés postraumático suelen pasar por múltiples intentos psíquicos erráticos en busca de posibles soluciones. Las intervenciones psicoterapéuticas basadas en el desarrollo de dinámicas creativas se han venido a demostrar eficientes en la activación de recursos para afrontar este problema. Es decir, los traumas, como eventos circunstanciales, suelen superarse mejor por una mente creativa. Ser capaz, o aprender, a pensar de manera creativa nos proporciona recursos y beneficios importantes para mejorarnos en prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas, incluidos los psicológicamente conflictivos.

Lograr convivir con el trauma implica la búsqueda de soluciones creativas. La música y, en general, todas las artes son un excelente medio para motivar la imaginación. Les he compartido algunos ejemplos (podríamos encontrar cientos y puede que mejores) de cómo una mente creativa reduce los intentos psíquicos erráticos, encontrando mejores alternativas para relegar los condicionamientos producidos por los traumas. No obstante, la creatividad que nos puede permitir superar este tipo de situaciones mediante la activación de recursos para afrontar el trauma, no solo no siempre y no necesariamente está relacionada con áreas específicas de las artes.

Let it be, podría ser, perfectamente, una expresión que nos serviría, igualmente, para entender que dejarte ser, buscar tu espacio, saber estar, forman parte de las claves que nos distinguen a los seres humanos a la hora de razonar y tomar decisiones y la capacidad para aprender resiliencia para afrontar adversidades, para aceptar o para cambiar las formas en que nos gira el mundo cuando algo se acaba o cuando algo de repente tiene que volver a empezar.

Dado que sabemos que el trauma ataca la expresión de la capacidad creativa y generativa, es una muy buena idea utilizar la imaginación para liberarnos de los contextos que nos generan estrés o nos desubican física y mentalmente. La imaginación es una vía accesible para la reflexión. Centrarnos en potenciar nuestras capacidades, «Déjate ser» como parecía que le repetía en su sueño la mamá de Paul, es una buena forma de abrirnos a las emociones, tanto las que habrá que superar, como las que nos ayudarán a conseguirlo. La creatividad, como fenómeno multifacético, nos permite recomponer partes nuestras disociadas por el trauma.

La creatividad humana, en el ámbito que sea que se exprese, es una construcción divergente. Nos proporciona anclajes efectivos con los cuales explorar soluciones centradas en abordar los conflictos para resolverlos. A diferencia de los tratamientos biomédicos en uso, la creatividad, como parte integrante del abordaje psicoterapéutico, no solo afronta los síntomas del trastorno, sino que nos permite emanciparnos de los recuerdos que perturban la mente y el equilibrio nervioso. Es decir, la catarsis como forma de afrontamiento del trauma. Generar movimientos psíquicos positivos, para evitar la negación o a huida del vacío y del sinsentido traumático, permite eliminarlo como elemento perturbador de nuestra paz interior.

La creatividad, creo haber comentado ya algo, es una excelente puerta de salida para nuestra resiliencia. A través de la creación de un imaginario que podemos compartir con otras personas, somos capaces de establecer nuevos significados personales, que ayudarán a darle mayor coherencia a una realidad perturbada por los eventos o sus efectos postraumáticos, incluso en los casos en que la ruptura con la realidad pueden conducir al delirio. Alcanzar la resiliencia implica un proceso previo de trabajo que permita la mejor expresión posible del mundo interior. Como ocurre cuando la expresión del trauma es la construcción misma de una obra de arte, los efectos de la resiliencia son el logro de la seguridad afectiva y de la responsabilidad en generar un nuevo proyecto de vida.

Las diferentes formas en que podemos utilizar la creatividad, tanto para afrontar las pequeñas contrariedades cotidianas, como los traumas persistentes, facilitarán que podamos poner en orden nuestro mundo interior y, cómo no, que finalmente seamos capaces de «dejarnos en paz».