Importa afirmar que el arte contemporáneo elabora una propuesta artística a partir de lo ordinario, natural o hasta de factura industrial, pero que al pasar por las manos del artista y poner su mirada previsualizando una apariencia y función muy distinta a la competencia original; el sujeto u objeto ya no va a ser el mismo: morir a la función significa renacer, en este caso en una obra de arte que aborda la comprensión de lo cotidiano. Cuando su autor lo reinventa, lo saca del contexto habitual y dispone en los estrados del museo o galería, media el sentido de regenerar el status de quien lo posee, colecta o usa, y de esta manera cumple el cometido de la práctica artística.

En la década de los años noventa del siglo anterior, perseguí con ahínco el significado del arte objetual del guatemalteco, radicado en México, Darío Escobar. Intentaba definir y esclarecer los contextos y teorías del arte respecto a las ideas de revertir el significado de un artefacto, al apreciarlo en otros contextos y usabilidad, para comprender el significado de materiales quizás sencillos, nada ostentosos, pero efectivos en los procesos actuales de la comunicación humana, específicamente en el ámbito del arte y la cultura.

Esbozo teórico

Los objetos o artefactos serán leídos en tanto contextos y culturas existan, para unos resultará dramática la interpretación adquirida con tal intervención; para otros complementa y provoca deleite, estética. Se trata de un valor reconquistado a partir del concepto, por ello lo llamamos arte conceptual, idea adoptada y fundamentada en la visibilidad que adquiera el producto en los circuitos de validación de la obra de arte: museos, galerías, ferias, subastas, reconocimientos, artículos en prensa, blogs y revistas.

En Oriente y en particular Japón, en lo estético media el valor de la sombra en entornos de luz focalizada. Para el ensayista Yunisiró Tanizaki, la belleza no es una sustancia en sí, sino una configuración de sombras; él habla de un juego de claroscuros inducidos por la yuxtaposición de sustancias y los mismos objetos: «Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra» (Tanizaki. Elogio de la Sombra. Siruela. 1994).

Para los griegos, Sócrates, en uno de sus discursos sobre el «alma enamorada», refiere a una forma de locura a la cual se llega a través de reminiscencias producidas por algún «objeto del deseo» con capacidad evocadora. Para la filosofía contemporánea, el recién fallecido Eugenio Trías clarifica: «El alma, en tanto sujeto de erotismo, constituye así un principio que, al igual que la idea, es eterno, inmutable, impedecedero» (Trías. El artista y la ciudad. Anagrama. 1997. P69).

Y ya que hablamos de erotismo y objetos, leamos a Georges Bataille cuando dice: «El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre. En este punto solemos engañarnos porque continuamente el hombre busca fuera un objeto del deseo» (Bataille. El Erotismo. 2005. P33).

Quiere decir que adoptamos un objeto en tanto hay deseo -ímpetu creativo, o locura excelsa como la denomina Trías (1997)-, que carga el objeto hasta impactar finalmente al espectador.

En la década de los setenta, dicho producto era un mediador técnico entre el humano y el contexto, sociedad, ciudad, cultura, en tanto se inserta como instrumento de comunicación (Moles 1972) para hacer la vida más amigable, que eleve su calidad. Medía el valor, lo que adquiere en una sociedad mercantilista. Importa reconocer el objeto, saber qué es, cuál fue su función primaria, para darle valor a la reinvención, a la idea del artista, quien debe haber tenido alguna experiencia con dicho producto. El ejemplo de una silla puede ayudar a comprender este axioma: al llamarla silla, revela la experiencia previa de habernos sentado y palpar la calidad del acto de sentarse en este objeto urbano o, incluso, rural. Igual ocurre con una bicicleta u objeto deportivo, como a los que acude Escobar.

Entonces, el discurso implica a la teoría de la comunicación cuando nos permite hacer preguntas como de dónde viene, realizar observaciones acerca de su apariencia, focalizar el contexto dónde fue extraído, e importante: construir respuestas. (LitleHohn, 1983) Necesario que exista la sustancia de la experiencia para con el objeto; si el artista no lo conoce ni posee alguna experticia para su configuración, vana sería su intervención en el momento de constituir el concepto.

El arte de Escobar

Refiero a este enjambre de pensamientos acerca del objeto y la teoría, en tanto que desde que lo conozco, juega con esta tipología de productos. En los noventa publiqué en un diario de circulación nacional un primer acercamiento al arte de Escobar, aproveché el bagaje teórico del artista y diseñador italiano Andrea Branzi, introducido en su libro La Quarta Metropoli, al dilucidar la evolución de la urbe global desde el contexto de los objetos, los muebles, u otros signos de existencia en nuestra cultura (in)material, para llegar a estas conclusiones.

El autor italiano caracterizó a la metrópoli mecánica que marcó su huella desde los predios de la industrialización en el siglo XIX, fue cuando se adoptaron términos como precisión, producción seriada y estandarización con su debido control o efecto sobre la idealización del producto: El deseo era poseer un artefacto que ofreciese «estatura social», pero por otro, en tanto es un objeto del deseo, revisa la interioridad del individuo que convive a diario con otras personas, ideas, pensamientos y los mismos artefactos son ámbito de su vivencia.

Fue sensible en aquellos años el concepto de «ecología del objeto», hábitat que responde a la necesidad humana de percibir a través de sus distintos canales perceptivos: la "metrópoli homogénea" y la «metrópoli híbrida» complementaron aquella visión de Branzi. O sea, si queremos elevar la sensibilidad o el gusto y cultura de la población, mejoremos su entorno, su ciudad, lo construido.

La contribución de Escobar al estado del arte global, son productos o paradojas, que, acuñan la metáfora visual portadora de la contradicción de estos tiempos que nos ha tocado vivir, motivando la comprensión del efecto feedback, aguijón que emerge del interior de la pieza y nos afecta, nos clava, pero al mismo tiempo, aclara las contingencias o vicisitudes vividas para llegar al estado y estrados del arte.

Adquieren sentido -los artefactos creados por Escobar-, en tanto poseen una memoria, evocan una cultura, un paisaje de vectores vivenciales e ideológicos que guerrean al interno de la sala. Crea módulos que se repiten en el espacio generando complejas estructuras en las cuales el espectador sostiene la mirada y se identifica con el juego creativo. Tocan al punto medular que, en tanto inflexión, nos mueve el piso en cuanto a nuestros saberes y sistema de conocimiento.

Aros donde hundir la bola de baloncesto, se vuelven esculturas, subvirtiendo el espacio donde se aprecian, pues ya no existe una cancha delineada con reglas y procedimientos para la práctica deportiva, sino que se exponen en la galería o museo, donde las miradas son lo que llamo “miradas puñal”, pues, al recibirlas, siempre habrá herida. Si los objetos no alimentan la actitud de disentir y cuestionar por parte del espectador, o sea que todo nos parezca bonito y punto, perdimos entonces el tiempo al entrar a estos recintos. Siempre digo que el visitante debe tener su propio combate para esclarecer los significados, no es suficiente con que los lea en una ficha pegada al lado de lo expuesto. En otras palabras, el concepto inyecta el germen de la paradoja, subvierte lo establecido, sustentado por una función del producto que se transforma en símbolo, como aquellos calzoncillos blancos que ligan a la masculinidad, Darío bordó con hilos de oro los símbolos nacionales de la República de Guatemala, y orlas que nos recuerdan las floraciones y decorados barrocos de épocas coloniales y que hoy friccionan al interno de los discursos descolonizadores.

Los objetos, además, poseen lecturas que bien podríamos definir como subliminales, que nos afectan sin saberlo, y que refieren al conocimiento o experiencia previa del objeto: una cesta de basketball es apta para recibir el balón después de un aguerrido percorso que intenta hundir y encestar, va a ser relacionado al deseo y al erotismo como apreciaba Trías y Bataille, a lo carnal, cuando media la conquista para llegar a engullir y pervertir, pues en un medio tan machista como el nuestro, si tal experiencia es al margen, mas gusta.

Al vaso de cartón para refrescos de Mc Donald, Darío adhiere una piel con estofado de pan de oro falso, para convertirlo en un objeto político, que implica descolonización y con dicha acción desmitificar lo extranjero en tanto poseemos una cultura propia, de mucho valor.

En similares condiciones se presenta una zapatilla deportiva recubierta de lámina oro falso. Son productos artísticos portadores de ese garfio que ataca, al tiempo de recordarnos los procesos hegemónicos cuando el poder mantiene tácticas muy depuradas por los gurús de la mercadotecnia, y lo que yo llamo «mitotécnia», o ciencia de crear mitos.

Un bate de béisbol, puede simbolizar el miembro masculino, que además de golpear la bola, alude a la violencia de género tan presente hoy en día en estas sociedades machistas, neoliberales, y confusas cuando hasta los productos, y debido a tácticas publicitarias, son portadores de sofisticados instrumentos de dominación y neofilibusterismo.

Las barandas de un camión, propio del paisaje urbano y a la vez rural, enlaza el campo y la ciudad, la tierra y la despensa del producto en los supermercados. Pero en su forma de arte son objeto de contemplación estética, estructuras que crecen espontáneas formando piezas de imponente poder comunicativo.

Similar sinergia la alcanza un conjunto de cuadros modulares donde cada superficie busca a otra, similar o opuesta, pero en ese juego de buscarse emergen las tensiones espaciales que generan valor e interés al conjunto compositivo. Actúa el principio de semejanza, cuando la unidad de las fuerzas opuestas se alcanza por similitud.

Concluyendo

La elección de esta tipología de productos, vuelve al trabajo creativo de Darío Escobar, lúdico, pero a la vez critico. Evoco su muestra en el Museo de Ate y Diseño Contemporáneo, cuando instalo un conjunto de carritos de supermercado, y título Serpiente emplumada, adhiriendo el origen y ancestro maya con su forma de cosmogonía al arte contemporáneo.

Hablar de una escultura o instalación creada con cestas de basketball, instiga a buscar relaciones con lo que tenemos experiencia y poseemos protocolos de reconocimiento, porque lo hemos usado al jugar o porque nos provoco emoción al seguir un partido de esta disciplina deportiva. Si no lo reconocemos, no seríamos afectados por el objeto, ni advertiríamos esas tensiones viso-perceptivas que motivan a ver mas, a detallar, a verificar que con poco que se tenga, en arte se puede hacer mucho.

Este aspecto es central, pues por lo general los espectadores somos muy críticos y exigimos al artista, pero no queremos ver, nos gusta que todo nos sea dado en combo, ya preparado y ojalá digerido. Importa mucho el espectador, pero este debe tener su parte en la experiencia expositiva, pues es cierto que le gusta ver, pero no pensar.

Impresiona, en el trabajo de Darío, el uso del material, la idea compositiva, la disposición museográfica en la sala, la iluminación, pero también somos conscientes de esos dardos que intentan motivar a saber cómo fue resuelto, y de qué manera esos proyectiles implican otros abordajes, como el filibusterismo moderno a partir de los objetos, y por eso vamos y llevamos a nuestros niños al restaurante de Mc Donald, donde todo les es dado en combo y que maneja esa maquinaria de dominación del mercado global, pero también raíz de lo corrupto en tanto que asimilamos la experiencia de visitar una muestra con esa misma actitud macdonalizante. Esas tácticas las dirigieron hacia las capas de la poblacion más sensibles y a quienes los padres ceden a cualquier presión: la niñez.

Darío, el artista, es un hombre que medita sobre todos estos aspectos éticos, comerciales y hasta políticos: de cada reflexión emerge una idea, una serpiente emplumada que ataca para ver si estamos despiertos ante un objeto de arte que conmociona, y que nos devuelve la estocada de la mirada.