Todos tenemos una idea concreta de lo que es el éxito – reconocimiento, recursos y dinero al final, aunque no sólo esto sino también la idea de perdurabilidad en el tiempo que alimenta nuestro ego - pero no tenemos una idea concreta de lo que es ser un líder triunfador. Probablemente contemos con más estereotipos que realidades acerca de esa figura.

Viendo el documental acerca de la vida de una de esas figuras, como es Bill Gates, uno se da cuenta que esa idea de superhéroe corporativo solitario pero con un gran equipo quedó para otra época, porque el liderazgo que él está llevando a cabo va mucho más allá de revolucionar la informática personal y hacerla accesible al común de los mortales a través de Microsoft, es la idea de cambiar el mundo, la forma que tenemos de hacer y ver las cosas y construir a partir de ahí algo nuevo. Progresar.

Quizá muchos puedan decir que Inside Bill's Brain es un panegírico a ese líder joven y empollón de buena familia que un día decidió irse a vivir a una casa de mala muerte en Albuquerque con sus amigos de la universidad, firmó un contrato con el Gobierno estadounidense y hoy es el segundo hombre más rico del mundo.

Dejando a un lado cientos de motivadores profesionales, de discursos y libros de coaching empresarial al final queda claro que hay personas que sencillamente lideran por su posición preeminente, su autoridad y poder y personas que lideran porque inspiran a los demás a seguirles y hacer realidad la idea que ellos tenían de cómo tiene que ser la sociedad, una compañía, un negocio. En el caso de Gates, parece en principio que su liderazgo viene de su autoridad – no es tan persuasivo ni tan buen orador como su competidor Steve Jobs en motivar a la gente a seguirle y crear casi una religión de fieles acólitos- pero lo ha ido transformando en ser alguien que inspira a otros a hacer grandes cosas a través de los recursos que él sí posee. Entre esos recursos no sólo su dinero o contactos sino, como titula el documental, su propio cerebro. Su capacidad de procesar información para lograr un análisis certero y lograr soluciones a problemas, su capacidad de trabajo, su sentido común que le hace saber rodearse de gente valiosa que da viabilidad a los proyectos. De nada sirve saber vender una idea si esa idea es finalmente inviable o perniciosa no sólo para un negocio, sino para la sociedad.

El liderazgo es una capacidad que requiere un alto nivel de sacrificio personal – tiempo, trabajo, nivel de responsabilidad- y que no todo el mundo quiere desarrollar porque exige mucho de uno mismo. ¿Cómo explicar que alguien se supere, que alguien sea más innovador? ¿Por qué hay personas capaces de lograr cosas que parecen inalcanzables? Quizá porque alguien como Gates, ya en sus inicios empresariales, es consciente no sólo de su sector, de su propia profesión sino de la importancia de entender un mundo complejo. Por eso institucionalizó la «semana de pensar». Esta idea consiste en recluirse en un refugio en la naturaleza con montañas de libros de los temas más diversos –desde epidemiología a matemáticas o energía- para empaparse de la complejidad de esos temas, poder asumirlos y en ese proceso generar ideas. Una idea inteligente y revolucionaria. Porque la innovación o la creatividad no se desarrollan si no las alimentas.

Además, esas personas que marcan una diferencia considerable lo hacen porque se comunican o piensan de forma totalmente distinta del común, de lo que está generalizado. Buscan las sinergias, saben reconocer el talento e intentan utilizar con prudencia sus recursos. En el caso de Gates, su poder para negociar directamente con el Gobierno Chino a través de Terra Power una nueva forma de energía nuclear más eficiente que utilice los residuos ya utilizados de uranio enriquecido para producir energía no contaminante. O luchar por causas como la erradicación de la polio o la malaria a través de la generalización de vacunas en zonas más afectadas. Es decir, salud global y cambio climático, dos temas claves en pleno siglo XXI.

Me parece fascinante la pirámide de jerarquía de las necesidades humanas del psicólogo estadounidense Abraham Maslow. En cada piso de esa pirámide se incluye todo el rango de necesidades humanas – fisiológicas, de seguridad, de apego, de reconocimiento- hasta llegar a la autorrealización. Siempre me pareció algo filistea la idea de que sólo satisfaciendo las necesidades inferiores podía subirse la pirámide hasta la autorrealización – al fin y al cabo, aunque no tengamos nada somos seres espirituales que tienen necesidades elevadas y que queremos realizarnos como personas independientemente de nuestra condición o de nuestras circunstancias- y cuando la veía me parecía que sólo alguien como Bill Gates o Albert Einstein podían completarla porque cumplían o habían cubierto todas las etapas. Y efectivamente es así, pero la vida no consiste sólo en ser multimillonario y contar con una biblioteca fascinante y una frase del Gran Gatsby, esa autorrealización consiste en marcar una diferencia no para ti mismo, sino para los demás. De ahí esa implicación en la lucha de resolución de problemas complejos de Bill Gates.