Se acaba de realizar el primer estudio experimental sobre cómo afecta el calor al comportamiento humano; de hecho, los autores de esta investigación — denominada Comportamiento destructivo, juicio y toma de decisiones económicas bajo estrés térmico —, señalan que «nos interesa mucho saber cómo el cambio climático puede afectar al riesgo de conflicto y de guerras civiles».

El experimento se realizó en Estados Unidos y en Kenia, durante seis meses y con cerca de 2.000 participantes, a través de diferentes juegos y donde se analizaron la calidad de sus decisiones, su nivel de concentración, comportamiento social, nivel de cooperación...

Y como resultado, los científicos se han mostrado convencidos de que nuestra capacidad de resolver problemas o de tomar decisiones razonadas no se ve alterada por la temperatura. En sus propias palabras, «al menos en nuestra muestra, una temperatura elevada puede desencadenar la agresión a través de su impacto sobre la afectividad y la excitación en lugar de en nuestra capacidad cognitiva».

Unas conclusiones que se encuentran en la misma línea de estudios previos que sostenían que elevadas temperaturas incidían en las emociones negativas y desataban un efecto fisiológico que generaba agresividad. También se ha sugerido que los crímenes violentos y los conflictos en grupos son más probables cuando sube el termómetro.

Al hilo de esto, si los humanos nos volvemos más agresivos con el calor, cabe preguntarse qué nos depara el futuro con la llegada del cambio climático ya que la investigación asegura que «por cada aumento de un grado de la temperatura del planeta, la frecuencia de la violencia entre individuos aumentará un 4% y la de las disputas entre grupos un 14%».

Del mismo modo, estas observaciones han puesto de manifiesto que las altas temperaturas no solo aumentan la conflictividad, sino que también reducen la productividad, el comercio internacional, la actividad física y la fertilidad, así como incrementan las migraciones domésticas, el uso de energía, las transmisiones de sida...

Sin embargo, no todo va a tener una connotación negativa. Otro estudio titulado Desastres naturales e indicadores de cohesión social afirma que las zonas más expuestas a los terremotos reflejan una mayor cohesión social o, en otros términos, más satisfacción con la vida y confianza, mejor comportamiento social, menores tasas de suicidio y elevados niveles de participación electoral.

A este respecto, sus autores Calo-Blanco, Kovarik, Mengel y Romero explican que «la gente en las áreas más afectadas es más probable que realice algún tipo de voluntariado, son más generosas con obras de caridad y se ven menos envueltas en crímenes. No obstante, estas diferencias se van perdiendo con el paso del tiempo, lo que refuerza la idea de la interacción entre la exposición a un terremoto y la cohesión social».

Con todo, la principal hipótesis sobre el cambio climático y el comportamiento humano se puede resumir en que el primero no supondrá una mayor conflictividad porque será tan gradual que la sociedad logrará irse adaptando con el paso del tiempo. Así pues, y aunque resulta muy cierto que la teoría supone un respiro, ¿deberíamos alegrarnos o, en su lugar, tomar medidas contundentes y realmente efectivas ante el medio ambiente?