En los últimos meses he estado recibiendo mensajes y artículos enviados por familiares, amigos y conocidos. Todos curiosos y algunos mortificados ya que los autores de tales artículos, científicos y de prensa, nos comentan que numerosos insectos parecen estar en vías de extinción. Este mayo pasado, expertos reunidos en París como parte de un llamado de la ONU coincidieron, palabras más, palabras menos, que más de un millón de especies se encuentran amenazadas de extinción a un ritmo acelerado. Le advirtieron al mundo que, de no realizar profundos cambios, el daño a la naturaleza será irreparable.

Varios científicos afirman que estamos ante el inicio de una nueva, la sexta, extinción masiva que será marcada por la desaparición de multitud de especies a una velocidad alarmante. En un principio pensé que esto era algo que no debería extrañarnos. En los últimos quinientos millones de años de la historia geológica de nuestro planeta, mucho más del 90 y tanto por ciento de organismos que alguna vez habitaron la tierra, fueron eliminados en cinco previas extinciones masivas.

Hace unos 445 millones de años, en el Periodo Ordovícico, desapareció cerca de un 70% de las especies. Mucha de la vida conocida entonces habitaba los océanos, pero la formación rápida de glaciares congeló buena parte del agua del planeta, provocando la disminución del nivel del mar y la eliminación de muchos de esos organismos marinos.

Luego, hace unos 370 millones de años, en el Devónico, cerca de un 75% de las especies que habían aparecido hasta entonces se extinguieron gracias al agotamiento del oxígeno en los océanos.

En el Pérmico, hace unos 250 millones de años, 95% de las especies vivientes de entonces fueron eliminadas luego del impacto de asteroides y una gran actividad volcánica. Esta es conocida como la mayor de todas las extinciones, devastando de nuevo los océanos, pero afectando al resto de la tierra enormemente. Casi todos los insectos que habían aparecido, evolucionado y adaptado a diversos ambientes, desaparecieron. Igual sucedió con los enormes reptiles herbívoros y con los trilobites, quienes habían sobrevivido las dos extinciones anteriores.

Una vez en el Triásico, hace unos 200 millones de años, casi un 80% de las especies desaparecen debido a erupciones volcánicas masivas, los altos niveles de dióxido de carbono y algunas razones más que aún están bajo estudio.

Hace unos 66 millones de años, en el Cretácico, quizás la extinción mejor conocida de todas, desaparecen los dinosaurios y se adaptan al nuevo ambiente los mamíferos, tomando su lugar y conduciendo al origen de los seres humanos, quienes nos hemos convertido, sin intención, en los posibles responsables de la sexta extinción.

Los expertos nos aseguran que estamos viendo los primeros efectos de esta nueva extinción de la biodiversidad del planeta. Numerosos reptiles, anfibios y artrópodos, especialmente estos últimos, tan relevantes en la vida diaria del planeta, han sufrido disminuciones notables, presentándose una preocupante situación. Tal pérdida nos revela la alarmante situación en la que nos encontramos. Recordemos que muchos artrópodos, especialmente insectos, son responsables directos de la polinización de muchas plantas, algunas cultivadas para alimentarnos. Muchas plagas de cultivos son controladas por insectos que actúan como enemigos naturales. Muchos insectos están involucrados en la descomposición e incorporación de nutrientes naturales al suelo. Más aún, el impacto mayor de esta pérdida de insectos lo sufrirán las aves, los anfibios y los peces, quienes dependen de ellos como fuente de sustento.

Revisando varios trabajos científicos que evalúan la disminución de varios insectos nos encontramos que muchas mariposas y polillas están siendo muy afectadas. Por ejemplo, el Reino Unido ha sufrido un enorme descenso de insectos. La cantidad de especies de mariposas en Inglaterra ha descendido más del 60% desde el año 2000. Estos hechos han sido suficientemente reportados gracias a que allí se ha venido estudiando el fenómeno con detenimiento e intensidad. Hemos leído varios reportes indicando lo seriamente afectadas que están las abejas, nativas y productoras de miel. Solo la mitad de las especies de abejas que se encontraban en Oklahoma, aquí en Estados Unidos en 1949, fue registrada en 2013. En cuanto a abejas productoras de miel, para 1947 había seis millones de colonias en todo Estados Unidos. Algunos autores afirman que desde entonces se han perdido más de 3,5 millones.

Pero curiosamente, también hemos leído reportes muy serios que nos comentan como la biodiversidad en ciudades como Nueva York y Berlín ha venido en aumento. Hoy en día es más fácil conseguir Miel de Abejas de excelente calidad producida por abejas berlinesas, que de muchos lugares de la campiña alemana.

Pero bueno, mucha de la culpa de esta disminución de varias especies de insectos se le asigna al cambio climático. El calentamiento global y su causa, el cambio climático, son generadores de discusiones que no cesan. En esta revista virtual, respetados colaboradores han estado discutiendo el asunto. Incluso yo, algo fuera de mis temas favoritos para exponer, me atreví a escribir un artículo al respecto . Desde esos tiempos me vino a la mente el recuerdo de una curiosa novela de ciencia ficción que leí en mis días de estudiante universitario. Con una prosa sorprendente y directa, dicha novela presenta uno de los tratamientos ecológicos más imaginativos que yo he leído.

Escrita originalmente en 1962, con el título Invernadero (Hothouse), por el británico Brian Aldiss (1925-2017) (autor de la trilogía Helliconia, la cual utilizó Steven Spielberg como inspiración para realizar la película IA: Inteligencia Artificial), constaba en realidad de cinco libros que comenzaron a aparecer desde 1961 en la Revista de Fantasía y Ciencia Ficción (The Magazine of Fantasy & Science Fiction) de la editorial Fantasy House de Estados Unidos. Su versión abreviada, El largo atardecer de la tierra, leída en mi pobre inglés de fines de los 1970, fue publicada en Estados Unidos en 1976.

Aldiss nos plantea en dicha novela que la tierra ha dejado de rotar y tiene un lado localizado perennemente frente del Sol, mientras que el otro lado se encuentra en total oscuridad. Esta situación anómala ha convertido a la tierra en un invernadero sofocante, mucho más que cuando aún rotaba. Las plantas han invadido todos los nichos ecológicos. La luna reside en un punto troyano y está unida a la tierra por una maraña de plantas. El Sol está aumentando de tamaño, calienta mucho más y está en vías de convertirse en una supernova. La tierra en su totalidad está condenada a desaparecer.

El exceso de calor en el planeta hace que las plantas crezcan de manera constante, como un bosque tropical fuera de control. Estas plantas, adaptadas a tan tórrido mundo, son omnívoras y algunas hasta carnivoras, logrando desplazar y reemplazar a multitud de organismos. Las plantas también han desarrollado un sistema nervioso primitivo, y algunas hasta tienen ojos capaces de ver. Al bosque solo se han adaptado los descendientes de cuatro especies de insectos sociales: las moscas-tigre (descendientes de avispas), las abejas-árbol, las hormigas-planta y los termights (descendientes de comejenes). Además de estos insectos, sobreviven seres humanos de un tamaño cinco veces más pequeños que los actuales. El resto de los animales se han extinguido por la predominancia del reino vegetal, a excepción de algunos que sobreviven en las regiones costeras. Los seres humanos están al borde de la extinción, y viven bajo el dosel de un baniano o higuera de Bengala gigante que cubre al continente en el lado constantemente diurno de la Tierra.

Sin entrar en los detalles de la alucinante trama, he notado también que las recientes noticias sobre la desaparición de unos cuantos insectos en nuestro planeta, me han hecho recordar una película estadounidense aparecida en 1971. Ésta combinaba elementos de documental, ciencia ficción, horror y profecía apocalíptica, presentándonos una apasionante y emotiva sátira de la eterna lucha por la supervivencia entre humanos e insectos: La Crónica Hellstrom. Aquí nos dice un tal Dr. Nils Hellstron, que al final de los tiempos, serían los insectos quienes heredarían el planeta.

Luego de leer tan apocalípticos artículos, me puse a indagar mis libros de Entomología y luego de revisar varios trabajos, me comuniqué con algunos colegas, y recordé mucho de lo que yo, como entomólogo, he aprendido (o tratado de aprender) sobre insectos. Sin duda, buena parte de la poca información que tenemos tiende a apuntar hacia un preocupante fenómeno. Sin embargo, debemos clarificar que muchos de los datos sobre tal disminución de insectos son, aunque muy bien recabados en algunos de los lugares mencionados, demasiado irregulares, poco representativos y poco sistemáticos para justificar totalmente las mayores alarmas.

Vamos a poner algo en claro antes de continuar. La afirmación hecha por algunos periodistas que llevaron los resultados de las investigaciones un poco más allá, afirmando que todos los insectos serán aniquilados en este siglo es, a mi modesto punto de vista, más o menos excesiva. Casi todos mis colegas entomólogos consultados, afirman que tal extinción, aunque probable, no debería hacernos menospreciar el hecho que los insectos son el grupo de organismos más diverso del planeta, con una capacidad asombrosa para adaptarse a ambientes cambiantes y a nuevos nichos y micronichos. Cierto, muchos insectos perecerán, pero otros tomarán su lugar. Es probable que ciertos grupos de insectos de algún tipo sean los últimos en perecer.

Curiosamente, otros científicos, también muy serios, han estado publicando notas comentando acerca de inusitados incrementos en el número de algunos insectos, tales como cucarachas y moscas. Estos están aumentando donde otros insectos están dejando de verse. La gran diversidad de insectos los hace, como grupo, sumamente resistentes, pero al mismo tiempo nos imposibilita comprenderlos a cabalidad. Hay más especies de insectos que el resto de los grupos animales juntos. Algo más de un millón y medio son conocidos por su nombre científico, más del doble esperan aún ser descubiertos. De la mayoría de especies que han sido identificadas, poco o nada se conoce de sus hábitos, comportamiento, biología y ciertamente su número total.

Alguno de ustedes pensará, y lo comparto, que los insectos, aunque diversos, también son vulnerables a cambios drásticos porque muchos son altamente especializados. Es poco probable que esos bichos tan especializados puedan explotar otro microambiente, y sin duda perecerán. Sin embargo, aunque unas cuantas especies generalistas perecerán, con seguridad muchas aumentarán en número y se adaptarán a las nuevas condiciones de vida.

Si esta última afirmación es el caso, podríamos pensar que el ficticio Dr. Hellstrom habrá acertado en su premonición. Recordemos que Hellstrom nos comentó en su crónica que los insectos ganarían la lucha por la supervivencia en este planeta debido, entre otras cualidades, a su fenomenal adaptabilidad y a su capacidad de reproducirse rápidamente. Como entomólogo, creo que es lo que va a suceder. Los seres humanos perderemos esta contienda.

El tiempo que falta para que termine esta nueva extinción masiva se asemeja a un «largo atardecer» que nuestro planeta debe confrontar y sin duda, ya no estaremos aquí cuando llegue el final de tan metafórica tarde.

… de algo estoy más que seguro, no quiero ni siquiera imaginar que al final sea Albiss quien tuvo la razón.