Hoy en día resulta toda una experiencia formadora, encontrar y comentar arte en las redes sociales; se trata de una actividad y actitud novedosa, que está redimensionando el rol de la crítica de arte, antes sólo publicada en períodicos y revistas especializadas. E incluso trasciende las barreras idiomáticas, en tanto los traductores operan con eficiencia veinticuatro siete, de manera que la comprensión del mensaje y su constancia acrecientan su existencia.

En un reciente comentario publicado en este mismo medio, acercamiento al trabajo artístico de dos jóvenes cubanos, Jassiel Palenzuela y Maykel Sotomayor, afirmé un pensamiento del historiador de arte brasileño Frederico de Morais, que me externó en una entrevista que le hice en los años noventa del siglo pasado:«No existe nada como la mirada presencial puesta en la obra de arte». Acercarse al fruto de la investigación y experiencia de un individuo o colectivo, aproximarse a estas manifestaciones actuales por las redes sociales, es un potencial en crecimiento, que incrementa la divulgación y circulación del pensamiento crítico y creativo.

Pero importa recalcar -de lo dicho en ese anterior artículo-, que hoy en día estos recursos de comunicación digital de masas, posibilitan múltiples contactos horizontales, de artista a artista, entre el artista y el curador, del crítico y la audiencia, donde también el público o retroalimenta, y es fundamental dar seguimiento a esos estados (post) publicados por terceros. Pero no solo esto, repito, las redes son un potencial efectivo para el registro y documentación que ofrece el muro o página, al proyectar o dar seguimiento a la práctica artística.

Amistad y espiritualidad

Para conocer el arte en terracota del escultor de la India, Amit Ganjoo -residente en Indore, es un importante gestor cultural de esa región-, quien define a los frutos de su práctica como una «oda a la amistad», abrazando, según sus propias palabras: «una filosofía espiritual de la vida» (de Vasudev Kuthambakkam), lo cual predica que «todo el mundo es una familia». O sea que hablamos de amistad, aunque seamos desconocidos, y de alguna manera se razona en uno de los postulados de la política mundial: la paz, la concordia, la tolerancia, sin distinción de credos, razón y posicionamientos ideológicos. Sin embargo, y en tanto hablamos de amistad, también se enuncia la existencia de su opuesto, la enemistad. El enemigo siempre estará a la zaga, subvirtiendo con el aguijón de la discordia para desestabilizar la armonía de tal grado de conjunción.

Traslape cultural

Para comentar el trabajo de un artista que no conozco en persona, pero que sigo y con quien comparto todos los días, me he propuesto primero traslapar nuestras perspectivas y tramas de la realidad. Respecto a la India en el continente asiático, y Centroamérica, importa recordar que a nosotros también se nos llamó y aún se nos llama indios (falsos o dudosos), en tanto nuestra historia, aunque sean zonas tan distantes en la geografía del planeta, religión y cultura, muestran sus diferencias.

Pero al observar a trasluz dicha superposición y diversidades, se encuentran aspectos que nos acercan y hasta nos marcan. Priva aquel paradigma der la otredad de los años noventa del siglo pasado, cuando se predicaba que las diferencias no son motivo de desunión, sino que son esas diferencias las que nos unen.

Estrecho Dudoso

Para reflexionar sobre lo que implica reconocer esos lazos de amistad que reúnen la cultura de la India y la nuestra, con algún ejemplo del arte actual, quisiera traer a colación una ponencia de Virginia Pérez-Ratton (1950-2010), fundadora en 1994 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) y TEOR/éTica, dos instituciones muy importantes para el desarrollo cultural de la región centroamericana y el Caribe. Para el seminario ¿Qué Centroamérica?, 2006, y la muestra Estrecho Dudoso, cocurada con Tamara Díaz-Bringas, uno de los proyectos expositivos de mayor calado realizados acá en el país, en varias sedes de la capital San José, y la asistencia de artistas, curadores y críticos de todo el mundo. Pérez-Ratton, en esa oportunidad comentó:

«La región centroamericana, esa franja de tierra que algunos llaman cintura y que otros consideran dudosa, ha sido desde siempre objeto de deseo, tanto de los individuos que se han acercado a sus hermosas y traidoras costas, sino como los grandes poderes de cada época».

Y deduzco este argumento porque tanto la India como el continente americano, son poseedores de tesoros, en sus manifestaciones originarias, y ha sido deseados por los poderes hegemónicos europeos. El oro encontrado en estas tierras y otras riquezas, movieron ese aparato hegemónico atraídos por la seducción y el deseo:

«Al igual que el Caribe, ha sido escenario de tentaciones, equívocos, confusiones y construcciones míticas. Desde que el siglo XVI, Carlos V (de España) ordena recorrer las costas del istmo en busca de un paso hacia las Islas de la Especies (noción tenida en esas épocas de la India), empieza a circular la duda sobre su existencia, y la región termina siendo referida con la expresión estrecho dudoso como evidencia de lo incierto de aquel objeto de deseo».

(Perez-Ratton. 2012. P39).

Ahora, ¿qué centra este discurso sobre el colonialismo, con las esculturas de Amit Ganjoo? Pues precisamente en que son también «objetos del deseo», símbolos de la amistad-enemistad, y que de lo más profundo de esas piezas emerge un grito que exterioriza las calamidades de sus memorias, de un pasado que aún se resiente aunque sus condiciones actuales sean tan distintas. Mientras en América Latina se empezaron a dar las gestas independentistas, como ocurrió con Centroamérica, y que estamos a las puertas de la celebración de los 200 años de vida e independencia. Ya para esas fechas la India seducía al colonialismo inglés, principalmente, probando su bota opresora por mucho tiempo.

Recuérdese que, después de las expediciones de Marco Polo a Oriente, la idea de llegar a la India desveló a los europeos, por las narraciones acerca de sus aventuras reveladas a su llegada a Venecia en 1295. Y trasciende además que las intenciones del genovés Cristóbal Colón era llegar a la India, sin saber que antes descubriría el continente americano.

De manera que de «indios falsos o dudosos», los habitantes originarios del nuevo continente, llamados hoy indígenas, aúnan una historia de adversidades, de guerras, de tensiones hegemónicas que aún se advierten ahora con otras caretas, como el filibusterismo moderno que se infiltró por el lado del estómago, con las cadenas internacionales de la comida rápida, y con el comercio de lo tecnológico, telefonía, internet y otros matices de la eterna confrontación Norte-Sur, Este-Oeste.

El arte de Amit Ganjoo

Uno de los caracteres más visibles en las esculturas en terracota del artista Amit Ganjoo de la India, son los rostros o retratos, los cuales permanecen metidos en una especie de caparazón, casco o cobertor. Esa lectura en particular, me sugiere evocar el libro Demián, 1919, del Nobel alemán Hermann Hesse, cuando uno de los personajes centrales de su novela, Emil Sinclair, en su crecimiento y adolescencia, avista a un pajarillo que rompe el cascarón para enfrentarse al pathos: un resquemor ancestral que se vuelve grito y protesta delante de la bestia (la incertidumbre) que engendra el poder. Incluso, ese discurso de Ganjoo, podría que calce con las posturas descoloniales que tanta afloran en estos tiempos y son punta de lanza de estudios y propuestas.

En principio Amit adoptó para sus cerámicas la forma de la botella, pero no como un simple contenedor de líquidos, sino contenedor de historias, de visiones, de posesiones y memorias, tratadas con el recurso de las capas y la profundidad. A este punto hago un paréntesis para referirme a otro simbolismo de la botella, cuando se le pone dentro un papel escrito con palabras que piden auxilio, y es lanzado al océano (otro signo de lo incierto que posee sus propias contingencias).

A la superficie exterior, en esas escultura de Amit, emerge lo que está adentro, el gesto o emocionalidad de lo que habita ese espacio y materia del barro, o gres. A veces emerge una lengua que sale desde aquel interior y muestra un gesto desafiante pero (in)ofensivo. En otras aparece una ventana que deja ver el rostro del personaje interior, que grita o aúlla para dejar sentir lo que presagia, o revive desde aquella pulsión de la memoria.

¿Será ese el carácter de los personajes de esas piezas, modeladas por Ganjoo: estar encerrados en esa cúpula que pude ser que les proteja de las presiones del externo, pero que el interno se desborda, porque ya no cabe dentro de esa caparazón o de esa jaula carcelera, impuesta por el eterno dominador, el comercio mundial, las presiones neohegemónicas? ¿Serán gritos, burlas, angustias, dolor cultural, por un pasado avasallador de la bota del colono que pretendía que aquellas culturas se comportaran a su imagen, semejanza, o a su medida? Pero el artista protesta: ¿podríamos interpretarla como una obra disiente o disidente, como muchas de las expresiones del arte de hoy y que también lo habilita como un discurso del arte político? Son un arte que en particular a mí me interesa, aunque para su autor sean solo motivaciones para exaltar «amistad».

Money Plants

Recién me compartió fotografías de su muestra titulada Money Plants, reseñado en la revista en línea (issuu) Museo del Árbol/La Fatalísima, abril 2019, con el abordaje de Tramas. Importante, me aclaró el trasfondo de esas búsquedas para cargar a la obra de arte de sentido crítico. La propuesta suya es el «jardín del dinero», donde en vez de flores, de la plantas brota papel moneda, billetes, con sus iconografía, simbolismo y valores de cambio. La metáfora es significativa, observa las relaciones de poder, cuando todos ponemos ansias en la riqueza, en un vivir holgado, esa calidad prestada parece ser aquellas «florecillas del alba» (Ermita de las ilusiones del poeta oriental Sengai) que, con los primeros rayos del sol, brotan, brillan, colman con su colorido el nuevo día, pero tan pronto el astro rey comienza a elevarse hacia el vector zenit, las florecillas desaparecen, dejando la enorme sensación de oquedad, e incertidumbre en su vacío.

Me atrevo a decir que algunos poetas dilucidan estas metáforas con sus propios tropos. El poeta hermetista italiano Salvatore Quasimodo, en uno de sus poemas más memorables, relata a un indivíduo quien estuvo clavado a un tronco en el centro de la tierra por un rayo de luz, pero «subito è sera», se hizo de noche, el rayo de luz desapareció, y aquel individuo de pronto se encontró libre, pero sin saber qué hacer ante aquel grado de libertad. Esto nos sucede a veces y es un discurso interesante de vincular e hilar como abordaje del arte contemporáneo.

(Des)encuentros para concluir

La idea de encuentro entre dos mundos -y con esta percepción cierro-, de la confrontación de dos universos y visiones de mundo, como el de la India y América Central, siempre habrá fracturas, aguijones que hieren, reacomodos, pero también habrá un remanente que quizás a los contemporáneos no nos toque vivenciarlo, pero hay una semilla guardada en el vientre de esas botellas cerámicas de Amit Ganjoo, que en el momento de caer en tierra y percatarse de las condiciones del terreno y el tiempo atmosférico se inflarán y brotarán de ellas un árbol, el cual crecerá y sus ramajes marcarán las distintas posiciones del universo: un Axis Mundi que representa además la ruta entre el supramundo y el inframundo, como en la cosmogonía de los antiguos mayas, quienes avaloraban a la Ceiba pentandra, porque a través de ese tronco subían y bajaban los espíritus de los ancestros en una actividad en continuum y que precisamente representan la creatividad, el arte, la cultura y la amistad, pero también el Norte y el Sur, el Este y Oeste.