La ciencia ficción nos ha llevado a imaginar límites que parecen insospechados a la hora de mezclar nuestra vida con el futuro tecnológico. Asimov, Gibson, Bradbury, Scott Card y demás autores nos llevaron a creer que el ser humano viviría casi de manera simbionte con las máquinas y ello acarrearía cambios verdaderamente espeluznantes en el planeta Tierra. Incluso, Arthur Clarke afirmó un día que cualquier tecnología lo suficientemente adelantada no se podía distinguir de la magia. Por este motivo, cuando se trata de conjeturar cómo será el futuro de una tecnología muy avanzada, tendemos a exagerar creyendo que prácticamente no va a tener ninguna barrera. ​No obstante, la realidad es muy distinta y en ocasiones poco esperanzadora.

A la Inteligencia Artificial se le atribuyen méritos tan importantes como haber sido pieza fundamental en la finalización de la Segunda Guerra Mundial, gracias a los aportes de Alan Turing para descifrar los códigos de Enigma. Turing, matemático británico considerado padre de la IA, la introdujo oficialmente a la comunidad científica en 1950 en su artículo Maquinaria Computacional e Inteligencia.

Desde entonces, esta rama de la computación ha atraído millones de dólares en inversiones para proyectos de máquinas inteligentes cuyos resultados, en un principio, fueron más que desalentadores. En 1973 el matemático británico James Lighthill entregó, tras un fuerte debate en el Congreso de Estados Unidos, un informe sobre el estado de la IA, donde afirmaba que hasta ese entonces, las máquinas solo podrían ganar una partida de ajedrez a nivel aficionado, lo que ocasionó que los fondos para su investigación fueran eliminados, hecho que dio inicio a la era conocida como el invierno de la Inteligencia Artificial.

«Actualmente existe una burbuja acerca de la Inteligencia Artificial; lo que me planteo es si explotará o si se desinflará gradualmente y, cuando esto suceda, ¿qué quedará atrás? Mi gran temor es que presenciemos otro “invierno de la inteligencia artificial”, provocado por la desilusión después de la inversión especulativa y masiva que estamos observando. Existen demasiados charlatanes y encantadores de serpientes vendiendo absolutamente lo que sea que estén haciendo, como inteligencia artificial y los medios dedican mucho espacio a planteamientos erróneos sobre esta tecnología, en el mejor de los casos o en el límite de lo lunático, en el peor».

Lo anterior es el comentario de Michael Wooldridge, jefe del departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Oxford; en realidad una reacción a la enorme cantidad de artículos, entrevistas y publicidad relativos a la Inteligencia Artificial que aparecen ya no solo en medios técnicos, sino en la prensa, en el marketing y también en el rubro empresarial. Sin embargo, puedo decir tácitamente al ser conocedor del tema, que la investigación en IA está estancada en casi las mismas grandes cuestiones desde hace cincuenta años, sobre todo, en cómo dotar de sentido común a las máquinas, cuestión completamente ineludible para lograr inteligencias artificiales independientes, reales y generales, es decir, similares a la humana. Todos los éxitos (o intentos) actuales de la IA, son ejemplos de inteligencias artificiales específicas, que tienen muy poco que ver con la inteligencia humana.

En el social media, los feeds y demás aparecen todos los días referencias a este tema. En LinkedIn, por ejemplo, existen muchas empresas y personas que ofrecen servicios de Inteligencia Artificial, utilizando perspectivas como machine learning, big data o genéricamente los llamados analytics, y francamente es difícil encontrar una compañía que no mencione las palabras «inteligencia artificial». Cada organización con visión de futuro tiene hoy un proyecto o iniciativa en torno a la transformación digital, con la inteligencia artificial generalmente en primer plano pero muchos de ellos rozan, como dice Wooldridge, en el límite de lo lunático al conocer poco o nada sobre el tema, y tratar únicamente con el empuje mediático que ofrece.

¿Cuál es la realidad? ¿Estamos creando una burbuja de expectativas insatisfechas en torno a la inteligencia artificial? ¿Podría desencadenarse otra crisis? En contexto me parece bastante irónico saber que Alexa (el asistente de Amazon) sea capaz de buscar rápidamente un servicio de Uber y traerlo a una locación exacta, y que por otra parte, resulte estratosféricamente difícil darle los «simples» skills de un niño de 1 año, a una máquina (hablando solamente de «percepción y motricidad»). Es muy cierto, que en cuestiones de reconocimiento de objetos e interpretación del lenguaje natural, las aplicaciones de «inteligencia artificial» han alcanzado un desarrollo igual o superior al del ser humano. Sin embargo, está muy lejos de igualar al hombre al responder preguntas sobre una imagen, y ya ni hablemos de responder preguntas sobre un texto. Es más, cuando creemos que un sistema resulta lo suficientemente inteligente, las tareas para los sistemas más avanzados se enmarcan solamente en «contextos estrechos» para resolver un problema específico. Aun cuando las máquinas puedan exhibir un gran rendimiento en una determinada tarea, éste puede degradarse drásticamente si la tarea es modificada, incluso de forma muy leve.

Y es por esa misma razón que se me hace increíble y poco responsable que se prostituya el término por todo internet: la observación es muy clara, un coche que se maneje solo (como ejemplificación de lo que venimos tratando de puntualizar), en un ambiente sin restricciones. Es imposible asumir que las carreteras sean ambientes controlados donde una IA pueda «vivir» sin problemas, literalmente cualquier cosa puede suceder en una carretera, y de esto se desprenden una variedad de inconvenientes que la IA no va a poder resolver, básicamente porque no puede anticipar, identificar nuevas situaciones y reaccionar adecuadamente. En el 2015, Elon Musk fundador de Tesla dijo que un auto completamente autónomo estaría en funcionamiento para el 2018. Ford dijo que para el 2021. Pero estas predicciones fuera de ayudar al campo, lo redirigen hacia zonas muy confusas y oscuras. Añadamos la serie de inconvenientes que han desatado los Uber en modo driveless y sus repercusiones, lo cual mantiene en entredicho las capacidades de la IA.

En mi opinión y a pesar de lo que pueda aparentar en el texto, dudo que vayamos hacia un estancamiento del tema, principalmente porque se le ha dado una diversificación muy fuerte en las empresas más importantes de TI en el mundo, aunque tampoco creo que se estén realizando progresos significativos, porque una cosa muy distinta es que en los círculos realmente profesionales y expertos en la materia haya expectativas mucho menos alentadoras, y críticas muy rigurosas como las de Wooldridge. A principios del siglo XX se pensaba que para el año 2000 habría autos voladores y naves tripuladas hacia el espacio, pero tampoco pasó nada porque no sucediera.

Sabemos que existen cientos de aplicaciones de ambientes controlados, para mejorar la vida de las personas y la eficiencia de las empresas. Hay que saber denominarlas adecuadamente y encasillarlas para lo que sirven no pretendiendo resultados más allá de sus posibilidades. Estas aplicaciones son consecuencias directas del desarrollo de las tecnologías de la información que se dan naturalmente con el paso del tiempo, y por los fundamentos sólidos que se han adquirido en el ramo de las ciencias de la computación, la electrónica y la física, pero debemos entender que para ser nombrados realmente como inteligencias artificiales se requieren condiciones mucho más específicas que van más allá de la automatización que exclusivamente ofrecen la mayoría. Evidentemente una dosis de hype siempre es necesaria y una apuesta de riesgo en cualquier innovación emergente, pero en la IA es claro que prevenir un inverno manteniendo los pies sobre la tierra es obligatorio, sobretodo tratando de evadir a aquellos individuos que pretenden ofrecer realidades peligrosas las cuales distan mucho de existir.