En el arte, un trabajo actoral es considerado exitoso cuando transmite, transporta y transforma. Cualquier interpretación que, comunicando un mensaje — transmitir con o sin palabras —, logre que el espectador emprenda un viaje a otro tiempo y espacio — transportar —, provocando en él un antes y un después con el juego empático — transformar —, será merecedora de admiración.

A lo largo de la historia, diversas figuras han propuesto métodos que tienen la finalidad de guiar al artista en la búsqueda de esas claves que amerita cada reto actoral.

Tal es el caso de Denis Diderot – escritor, filósofo y enciclopedista francés del s. XVIII –, quien publicó La paradoja del actor, donde argumenta que un gran intérprete se caracteriza por la ausencia de cualquier emoción genuina, indicando que el reto del artista es mostrar solamente la ilusión del sentimiento.

De acuerdo con esto, si el actor sintiera realmente lo que transmite, no podría desempeñar un papel varias veces con el mismo efecto, pues existiría desigualdad e imprevisibilidad ante un posible descontrol de pasiones. Así, con independencia de lo que suceda en su vida personal, debe trabajar con inteligencia para ser capaz de repetir su interpretación con éxito, transportando y transformando a la audiencia las veces que sea necesario.

Por otro lado, si eres amante de las artes que implican un trabajo actoral, es posible que, en algún momento, hayas escuchado el nombre de Konstantín Stanislavski (1863-1938).

Actor, director escénico y pedagogo teatral ruso, creador del método interpretativo Stanislavski y cofundador del Teatro de Arte de Moscú. Buscaba que el actor no aparentara las emociones sino que las viviera en el escenario, lo cual equivaldría a comportarse, pensar y sentir las situaciones de ficción con sinceridad — a diferencia de Denis Diderot, quien consideraba que el artista no debía sentir realmente lo que comunicaba.

Para ello, tenía que relacionar, de alguna manera, las vivencias plasmadas en el texto dramático con experiencias y recuerdos personales que evocaran las emociones en cuestión, logrando entender al personaje con mayor profundidad y transmitir, transportar y transformar convincentemente.

Se trata de una técnica que, al igual que muchas otras, demanda estudio y práctica, dado que al ser un método muy introspectivo, si bien puede producir resultados tan maravillosos que el personaje construido por el actor sobresalga respecto al concebido por el dramaturgo, una vinculación de emociones mal llevada es capaz de afectar al intérprete hasta el punto en el que el límite entre realidad y ficción peligra con volverse borroso.

Su influencia persiste en la actualidad, pues el sistema continúa inspirando a actores, directores y realizadores alrededor del mundo a través de sus principios: concentración, sentido de verdad, circunstancias dadas, relajación, trabajo con los sentidos, comunicación y contacto, unidades y objetivos, estado mental creativo, trabajo con el texto del libreto, lógica y credibilidad.

En mi opinión, cada actor debe instruirse en la materia y tener libertad a la hora de escoger el método a través del cual abordará a un nuevo personaje, iniciando su proceso con una decisión genuina que beneficiará su interpretación.

¿Coincides con Diderot en que las emociones reales pueden perjudicar la calidad de una actuación? ¿O, por el contrario, concuerdas con Stanislavski en que para transmitir, transportar y transformar al espectador es indispensable que el intérprete se involucre?