La tradición alfarera de los estados de la costa centro y norte del Perú, tuvo desde sus orígenes una preferencia por la confección de vasijas de un solo color, especialmente negro, gris o café, como ocurre en Chavín.

Posteriormente, esta estética dio paso al uso de una mayor cantidad de colores, especialmente en culturas como Moche.

En tiempos más tardíos, sin embargo, los alfareros de la cultura Chimú volvieron a confeccionar mayoritariamente vasijas negras o grises, retomando la antigua tradición. Con este arcaismo, probablemente buscaban investir a sus obras del prestigio asociado al pasado.