En la Antigüedad remota, los curanderos, chamanes y sacerdotes, eran quienes, en las tribus, pueblos y países, por siglos se encargaban de «curar» a las personas mediante hechizos y conjuros. Según la mitología, el centauro Quirón fue el que enseño a Asclepio, hijo del dios Apolo y de una doncella de la tierra, el arte de curar las enfermedades; el bastón de Asclepio con una serpiente enrollada en él, lo acompañaba en sus curaciones. Por esa razón se le dedicaron templos a Asclepio y ahí los pacientes eran adormecidos y los sacerdotes médicos llegaban con una serpiente a darles medicinas, mediante prácticas mágico-religiosas y se les llamó asclepíades a los que practicaban la cura de los enfermos en la isla de Cos. Con el tiempo, a la par de ese templo, se levantó un edificio donde médicos laicos practicaban las curas y, con el tiempo, también Hipócrates, que creó ahí su escuela médica, aunque por años ejerció su medicina en Atenas.

Algunos creen que esa persona fue una leyenda y un mito, pero él nació en el año 460 a. C., en la pequeña isla de Cos del mar Egeo. Era hijo y nieto de médicos laicos que ejercían la medicina. Sus antiguos biógrafos, Soranus y Suidas, han detallado su vida, aparte de ellos su yerno y alumno Polibio, y otro alumno llamado Meno. Incluso Platón en su diálogo Protágoras se refirió a él, señalando que lo consideraba un médico excelente y decía que pertenecía a una familia de médicos. En su dialogo Fedro se vuelve a referir a Hipócrates señalando un concepto muy importante que expresó:

«El cuerpo humano formaba un todo y para estudiarlo había que dividirlo en partes para facilitar su comprensión, pero nunca había que desligar la parte del todo, ya que existía interdependencia del conjunto».

Platón consideraba esto indispensable para entender al ser humano no sólo en medicina sino también para estudiar filosofía. En la actualidad una de las críticas que se le hacen a la especialización de la Medicina es esa, ya que los especialistas saben mucho de poco y poco de mucho, o sea, de la medicina en su conjunto.

Finalmente, Aristóteles decía: Hipócrates es un gigante de la medicina en un cuerpo pequeño y lo reconocía como el mejor médico de la época. Así es que de mito no tenía nada. De hecho, al parecer Sócrates y Platón estuvieron influidos en el campo filosófico por algunos de sus conceptos médicos. Hipócrates es considerado el símbolo del médico ideal de todas las épocas y por ello es llamado El Padre de la Medicina.

Hipócrates poseía una tremenda capacidad de observación y una mente abierta para aprender, tenía un gran raciocinio y capacidad de reflexión y, posiblemente por sus estudios filosóficos, buscó siempre una causa natural de las enfermedades y dejando de lado hechizos y conjuros, tratando de encontrar una causa-efecto que explicara mejor el origen de los males que aquejaban al ser humano; con eso logró crear los principios de lo que hoy llamamos Propedéutica de la Clínica, la cual aún practican los estudiantes de medicina de todo el mundo, para reconocer a los enfermos.

Esta consiste en:

A. La inspección del estado físico del enfermo a la cabecera de su cama observándolo todo, su color, su posición, si puede estar de pie o encamado, su edad, sexo, su respiración.

B. Interrogarlo sobre sus enfermedades previas, las de sus parientes, donde vive, recursos que posee, costumbres (abusa de comidas o bebidas o del sexo), tipo de alimentos que ingiere. Antecedentes de traumas o de estar en contacto con otros enfermos similares.

C. Respecto a las molestias que tiene: si hay dolor, cuándo apareció y dónde le duele.

D. Explorarlo desde la cabeza, tórax, abdomen y miembros. Tomarle el pulso, Si tiene dolor explorar el sitio del mismo.

E. El médico debe recordar las enfermedades que parecen o se relacionan con el cuadro clínico mostrado por el paciente para hacer el diagnóstico inicial y diferencial. Por ese método de estudio de los enfermos, se le considera el más grande clínico.

El decía que cuando un médico va a tratar a un paciente, nunca debe olvidar que tiene frente a él no solo el cuerpo de un enfermo, sino toda una personalidad. Por eso hay no solo que observar su figura, sino, además, sus acciones, el lugar donde vive y trabaja e incluso su manera de pensar. Con eso inició lo que hoy llaman «Medicina Holística». El seguía aquí las sugerencias de Platón, que en uno de sus diálogos señalaba que «a los enfermos hay que tratarlos siempre del cuerpo y el alma».

En el Corpus Hippocraticum escribió que existen tres factores a tener en cuenta en la atención del enfermo.

  • La enfermedad: podía presentarse en forma diferente según el paciente, de ahí la razón de su insistencia en afirmar que no hay enfermedades, sino enfermos. Hoy sabemos el cuadro clínico de una apendicitis o de una neumonía puede variar según el enfermo

  • El paciente: debería colaborar con el médico siendo claro y honesto en responder a las preguntas que se le hagan, para poder combatir bien la enfermedad. Cualquier médico con experiencia sabe que teniendo un cuadro clínico de un abdomen agudo por un embarazo extrauterino, una mujer «supuestamente virgen» niega estar embarazada si están sus familiares.

  • El médico: deberá tener la suficiente preparación y experiencia para darle una buena atención y a) curarlo si es posible, b) ayudar a paliar sus molestias si no puede curarlo y c) no hacerle nunca daño.

Clasificó las enfermedades en: agudas y crónicas, endémicas y epidémicas y predecía la evolución o pronóstico de algunas enfermedades mediante el conocimiento que poseía sobre casos iguales, recopilados en sus escritos.

Él inició la medicina científica en el mundo hace 2.400 años, ya que separó la práctica de la medicina de las especulaciones de la magia, la religión y incluso de la filosofía, y le dio a la medicina griega sus conceptos éticos y la convirtió en una verdadera profesión. Dado el carácter científico que le dio a la medicina, es posible que fuera el primer gran sabio en aceptar que el ejercicio de la misma como ciencia, parte de un principio llamado la práctica o la prueba y el error. Algo que hoy aceptamos como natural, ya que la ciencia no lo sabe todo, ni tiene respuesta para todo, y se autocorrige en base al error, aún en el siglo XXI. La ciencia continúa avanzando basada en esa premisa hipocrática (que nadie se acuerda era de él). Fue el primer médico en analizar sus propios errores como la mejor forma de aprender. El decía, cuando uno acierta, se le olvida muy pronto el éxito, pero cuando uno fracasa y reconoce el error, eso sirve para evitar repetirlo. La llamada actualmente medicina científica confirma esta manera de pensar.

Hipócrates ridiculizaba el supuesto origen divino de la epilepsia, opinión que se tenía en esa época e incluso por muchos siglos más, de que muchas de las enfermedades eran causadas por dioses o demonios disgustados con el enfermo por alguna causa. Él consideraba que la epilepsia se originaba en el cerebro por alguna causa. Respecto a este órgano decía: por ese maravilloso órgano adquirimos conocimientos y sabiduría, de él proceden las alegrías y las penas, y gracias a él vemos, oímos y conocemos lo que es bueno y malo.

Hipócrates no se equivocaba en el diagnóstico de la función del cerebro hace 2.400 años, lo cual vino a ser confirmado hacia en el siglo XX y aclarado años después mediante tomografías y resonancias magnéticas del cerebro. Al parecer se le ocurrió eso pensando y analizando los casos en que los traumatizados del cráneo y los alcoholizados actuaban en forma anormal, ya que ambas causas afectaban a su mente y al pasar el efecto de ambos, su conducta mejoraba.

Es además considerado también el primer epidemiólogo y salubristas pues mostró la importancia de la educación para la salud y la prevención de las enfermedades para los pacientes, y, dio a conocer que algunas enfermedades se asocian a excesos en la dieta, abuso del licor y problemas en el ambiente. insistía en que al enfermo había que estudiarlo en el contexto en que vivía, el mal clima (fiebres palúdicas), las aguas no puras (diarreas), el lugar y tipo de vida que llevaba, sus alimentos y costumbres, ya que todo ello incidía en la aparición de las enfermedades.

Cuando le preguntaban sobre lo que él consideraba causa de las enfermedades, nunca las atribuía a castigo de los dioses o demonios como ya vimos y como se creía en Grecia y en resto del mundo en esa época, sino a trastornos del organismo de una persona. Él señalaba:

«La salud como la enfermedad se rigen por leyes naturales y reflejan la influencia que ejerce el medio y la forma de vida que se tiene».

En la medicina moderna se acepta esto totalmente.

Corpus Hippocraticum

Consisten en unos cincuenta libros que ocupan más de mil páginas, recopilación de escritos de la Escuela Médica de Cos. Parte de estos fueron vendidos a la Biblioteca de Alejandría, al igual que los trabajos de Aristóteles. Al ser destruida esta, se perdieron muchos escritos. Contiene: libros de texto, lecciones, investigaciones, notas y ensayos filosóficos sobre temas médicos, sin ningún orden concreto. El juramento hipocrático ocupa únicamente una página. Solamente algunos fueron escritos por Hipócrates los restantes por sus alumnos.

Cuadros clínicos que describió hace 2.400 años: los que probablemente correspondían a la tuberculosis, la disentería, el ántrax, y algunos cánceres como el de mama, útero, estómago e hígado. La enfermedad obstructiva del pulmón y la cardiopatía cianótica con los dedos con acropaquía (hipocratismo digital), la neumonía la parotiditis, las hemorroides, las fiebres maláricas y las epidemias periódicas de influenza que afectaban a Grecia.

Por otro lado, observó que algunas medicinas y dietas mejoraban o curaban al enfermo y otras no, esta asociación, dieta y medicamento inició la medicina empírica en la Antigüedad. Entre las medicinas que recetaba, él prescribía extractos de hojas de sauce para calmar el dolor o la fiebre (hoy sabemos que estas tienen un derivado del ácido salicílico, llamado luego aspirina de la casa Bayer).

Insistía ante sus alumnos en que no había enfermedades, sino enfermos, y por eso había que individualizar cada tratamiento, ya que lo que era bueno para uno podía no serlo para otro, además cada enfermo respondía diferente a la enfermedad y a su tratamiento. La llamada actualmente medicina científica, confirman esa manera de pensar. En cirugía fueron muy importantes sus consejos sobre como tratar las heridas ya que él recomendaba lavarlas sólo con agua limpia o vino y poner un apósito. Cientos de miles de muertes se pudieron evitar por siglos, si no se hubieran cauterizado las heridas (con aceite hirviendo o cauterio) que luego por eso se infectaban y mataban al enfermo. En las fracturas recomendaba inmovilizarlas.

Una injusticia que se ha cometido con Hipócrates ha sido responsabilizarlo del juramento hipocrático, que él no lo escribió, ni sus preceptos y acciones como médico se corresponden con lo que ahí se señala. De hecho, los estudios de la medicina antigua consideran que este fue escrito por un grupo de sacerdotes-filósofos y curanderos Pitagóricos de la ciudad de Crotona, y algunos de los versos de esta escuela tiene partes muy parecidas a dicho juramento.

El Juramento se inicia diciendo

«Juro ante Apolo, médico y ante Asclepio y ante Higia y Panacea y ante los dioses todos, llamándolos a testimonio...».

Hipócrates era un laico y jamás, en los escritos considerados de él, hizo invocación alguna a los dioses y, de hecho, consideraba y así lo manifestaba en sus escritos, que los dioses no tienen anda que ver con la aparición de las enfermedades.

En el juramento se prohíbe la cirugía, que sin embargo él y su escuela practicaban. En el juramento se habla de que quien ingresa a aprender medicina debe entregarle su patrimonio a su maestro (que en realidad era para la secta). Hipócrates jamás pidió eso y si bien cobraba por enseñar lo hacía según la capacidad de pago de cada alumno. En el juramento se prohibía el aborto (al parecer un agregado de la Iglesia siglos después).

Pero, en el tiempo de Hipócrates, en Grecia el aborto, en especial si peligraba la vida de la mujer, era practicado libremente e Hipócrates nunca se manifestó en contra de él.

También en Grecia los enfermos graves y con grandes sufrimientos por enfermedades consideradas incurables pedían y recibían de sus médicos drogas para dejar de sufrir y morir en paz. Hipócrates nunca se manifestó en contra de esto. En el juramento se impedía señalar a los enfermos y qué padecimientos tenían; en cambio Hipócrates, para darle mas veracidad a sus enseñanzas, señalaba el nombre y enfermedad de sus enfermos a sus alumnos.

Otra injusticia es achacarle la doctrina de los cuatro humores: sangre, flema, bilis y atrabilis. Esta teoría no era de él. Al parecer su autor fue Polibio, yerno de Hipócrates, quien publicó una rígida sistematización de ella en el libro La naturaleza del hombre, que los estudiosos dicen no era de Hipócrates sino de Polibio; en realidad, en su libro La Antigua Medicina él mencionaba los humores sin definir su número y cualidades y al mismo tiempo también había mencionado la influencia del calor y el frío y de las estaciones solamente, como variables del medio ambiente. Fue Galeno, siglos después, quien habiendo estudiando a Polibio señaló que fue Hipócrates el autor de “los cuatro humores” y que convirtió en una doctrina de los temperamentos de su autoría que lo hizo famoso.