«No estamos más locos que el resto de los mortales. Solo le metemos más ganas y tumbamos por los suelos más prejuicios». Son palabras de Miguel Ángel Gavilán, alpinista, fundador de Montañeros sin barreras y amputado de mano que ha conquistado cimas como las del Aconcagua, el Cho Oyu o la del monte McKinley. Mensajes como este son compartidos por mucha gente con capacidades físicas, sensoriales o intelectuales diferentes. Luchadores anónimos que han superado barreras mentales y sociales gracias a su valentía y al apoyo incondicional de familiares, amigos y profesionales. Es el caso del madrileño Iván Germán, un enamorado del deporte y la montaña.

Con 23 años sufriste un accidente de moto que te costó la pierna izquierda. ¿Cómo recuerdas el proceso de aceptación de tu nueva realidad?

Sin negar que fue duro, al mismo tiempo fue sencillo, básicamente porque no tienes muchas opciones. No puedes esperar a que ocurra algo que cambie las cosas, es una situación irreversible, así que solo cabe levantarse del sofá y a ver qué pasa. Claro que hay un periodo de luto. Has perdido algo importante de tu Ser que no solo afecta a tu parte física o tu imagen, sino al estilo de vida que tenías y que no vas a recuperar.

¿Cuándo tomas contacto con la escalada?

Antes del accidente ya practicaba deportes de montaña: escalada clásica, deportiva, en hielo, también piragüismo, senderismo, etc. Me gustaba todo lo que estuviese relacionado con el campo o la montaña. Tras el accidente me especialicé en escalada deportiva, una de las más accesibles dentro de todas las que podría realizar, y además la que más me apasiona. En eso hubo suerte.

También participas en competiciones. ¿Qué te llevó a dar el salto?

La competición en paraescalada es relativamente reciente, hablamos de unos diez años más o menos. Empezó con Urko Carmona, tal vez la persona más conocida a nivel nacional, uno de los escaladores más fuertes y con más triunfos a sus espaldas. Somos muy amigos y me animó a ello desde el comienzo. Aunque me lancé hace poco la verdad es que me ha enganchado por varios factores. Empecé a competir en 2015 y 2016 fue mi primera temporada completa. La motivación principal era intentar darle visibilidad a la paraescalada, y sobre todo al tema de la discapacidad en la montaña. Creo que es la forma más efectiva de que este deporte pueda llegar a más gente con discapacidad o con necesidades especiales, con los beneficios que conlleva.

Supongo que lo de la visibilidad (o ausencia de) está directamente relacionado con el de la inversión...

En el caso de la discapacidad está claro que hay una exigencia económica importante a nivel de infraestructuras, logístico y organizativo, y aunque se están haciendo progresos todavía faltan cosas. Por ejemplo, la selección española de paraescalada ronda los quince activos, de los cuales no todos compiten, y los que formamos parte llegamos ahí básicamente porque éramos montañeros antes de entrar en el equipo. En general falta promoción y difusión en todo lo relacionado con la discapacidad y el deporte. Es una deuda social.

¿Esa deuda social tuvo algo que ver en tu decisión de formarte como técnico ortoprotésico?

En parte así es. Cuando descubrí la carrera me quedé maravillado con el programa y las asignaturas, y al mismo tiempo se trataba de una profesión que podía ejercer viviéndola desde dentro. Es satisfactorio pensar que puedes ayudar a mejorar la calidad de vida de la gente. En ese aspecto el deporte en general, y la escalada en particular, tiene un potencial tremendo a nivel clínico porque te posibilita poder trabajar la psicomotricidad, la parte cognitiva, emocional, etc.

También das charlas informativas y de concienciación.

Sí, surgió de forma espontánea. Una compañera de trabajo me propuso dar una charla en el colegio de sus hijos. Nunca lo había hecho fuera del contexto profesional, pero me animé y resultó ser una experiencia maravillosa. Utilizando mi vida como ejemplo, intento hacerle ver a los chavales que soy una persona corriente, con familia, trabajo y un deporte como afición que puedo desarrollar aunque tenga una amputación, una característica más, como puede ser el color del pelo. Se trata de que acaben viendo el tema con naturalidad. Al final terminas riéndote un montón con ellos. La verdad es que, sin yo promoverlo, el boca a boca ha derivado en más experiencias como esta y me ha enganchado.

Otro proyecto en esta línea de visibilidad es el documental La vida en vertical, todavía en gestación, dirigido por un amigo y compañero de escalada, David Méndez.

Sí. Llevamos ya mucho grabado. Es otra herramienta para mostrar la normalización de la discapacidad en el deporte y, en este caso, en la montaña, reflejando mi historia en la escalada deportiva en roca, en competición, así como otros aspectos más personales. El contenido es amplio porque hay muchas cosas que queremos recalcar, como el tema de la participación de la mujer en el ámbito deportivo, otro de los colectivos que históricamente ha sufrido discriminación en todos los aspectos. El montañismo, en concreto, estaba asociado básicamente al género masculino. Ahora las cosas están cambiando y a nivel deportivo y dentro del mundo de la discapacidad encontramos mujeres con unas aptitudes tremendas ayudando a gente como yo a estar al nivel en el que estoy, y eso lo llevo también al terreno personal con mi pareja, por ejemplo.

Por otra parte, si la gente en mi misma condición, como conocedores de la montaña y la escalada, sabemos los beneficios que aporta y el potencial que tiene da rabia ver que no haya más gente que le saque provecho, y hablo tanto de gente con algún tipo de discapacidad como personas que estén atravesando un bache emocional. Podemos estancarnos por mil motivos, incapaces de ver una solución. Creo que es una responsabilidad de todos el mostrar que hay muchas salidas diferentes a una situación de bloqueo, que las circunstancias a lo mejor no las controlas, pero tu respuesta hacia ellas sí.