Con la llegada del buen tiempo llega también la emigración de estudiantes, paseantes y gentes de todas las edades, nacionalidades y condiciones al parque del Retiro de Madrid. En los meses de calor este parque se convierte en centro de ocio, pista de patinaje, lugar de descanso, biblioteca, sala de ensayos y teatro de espectáculos, todo a la vez. En el Retiro se estudia, se toma el sol y se trabaja, y además se disfruta de música en directo y espectáculos de marionetas, por no mencionar las famosas barcas en las que se puede remar por el lago. Pero vamos a ver la razón por la que disfrutamos de este estupendo parque.

El origen de estos jardines data de 1631, cuando el valido del rey Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, le regaló al monarca unos terrenos situados en torno al monasterio de los Jerónimos de Madrid, para el disfrute de la Corte. Se inició en aquél terreno (que por aquel entonces estaba en las afueras de Madrid) la construcción del Palacio del Buen Retiro como segunda residencia real. A este edificio se le añadieron otros como el Teatro del Buen Retiro, el Casón del Buen Retiro y el Salón del Buen Retiro. El Estanque Grande, construido para ser escenario de naumaquias y espectáculos acuáticos, el Estanque Ochavado y la Ría Chica, también son de este periodo. Además, en este siglo también se edificaron una leonera para la exhibición de animales salvajes y una pajarera para aves exóticas. Estos dos últimos espacios forman lo que se ha conocido durante siglos como la casa de las fieras del Retiro y contuvieron animales hasta los años 70. A la hora de trasladar estos animales a la Casa de Campo, inaugurando así el Zoológico de Madrid, se contabilizaron más de 550 ejemplares.

A lo largo de la historia, el conjunto sufrió distintas modificaciones, quedando el palacio totalmente destruido y los jardines parcialmente dañados durante la invasión francesa. Tras la expulsión de los franceses, Fernando VII abrió una parte del jardín al pueblo, reservándose una zona donde construyó una serie de edificios de recreo. Tras la Gloriosa, la revolución de 1868, se edificaron el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez y se colocaron las fuentes de los Galápagos, de la Alcachofa y del Ángel Caído. En ésta época los jardines pasaron a ser propiedad municipal y se abrieron al público en su totalidad, y así se conservan en la actualidad.