Desde hace aproximadamente un mes, empezó a verse un anuncio en Facebook donde se buscaban “fashion victims” que les gustase tanto la moda como para trabajar en este sector. En apariencia, el anuncio no difería mucho de otras ofertas de trabajo, sin embargo, a medida que se iban leyendo las condiciones laborales, la sorpresa e incredulidad del lector iban en aumento. En primer lugar, la experiencia no era un requisito necesario, solo había que ser mujer, con edad comprendida entre los 18 y 35 años, no estar embarazada, “ni tener intención de estarlo”. En este punto, se empezaba a sospechar que había gato encerrado, sobre todo porque este es un tema muy polémico en la sociedad actual y una declaración de este tipo, en una oferta laboral, puede ser denunciable por muchas sectores sociales. No obstante, renunciar a la maternidad no era el peor de los requisitos. Según seguía especificando el anuncio, no se debería beber agua, para no tener que ir al baño. La jornada laboral sería de 12 horas diarias, sin descanso, extensible a 24 para lograr objetivos, ya que de no alcanzar las metas de producción, el salario podría ser reducido a la mitad… Evidentemente este anuncio no era una oferta de trabajo real, pero es la descripción de las condiciones “reales” en las que trabajan miles de mujeres en el tercer mundo.

Este anuncio que se encontraba en Facebook, es una de las acciones de la campaña de Oxfam Intermón, quién ha publicado un informe llamado “Derechos que penden de un hilo[1]”, para denunciar las condiciones precarias, y casi de esclavitud, que soporta la población de algunos países de Centroamérica. En este sentido, Oxfam Intermón advierte sobre las situaciones que se dan en las llamadas “zonas francas”, más conocidas por el sector empresarial como “Zonas Económicas Especiales”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que países como Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador tienen “áreas geográficas” (zonas francas) con condiciones “especiales” para incentivar a las empresas extranjeras para emprender su actividad industrial en sus territorios. Entre las condiciones especiales, el informe de la ONG destaca aspectos como incentivos fiscales, mano de obra barata y “no sindicada”, o regulación menos estricta que en los países desarrollados.

Para los trabajadores, en su mayoría mujeres, esto se traduce en jornadas de trabajo infinitas, salarios mínimos sin cotización a la seguridad social, puestos de trabajo insalubres sin medidas de prevención de accidentes laborales y, por supuesto, sin derecho a indemnizaciones en caso de cierre de la fábrica o despido. Con razón la campaña se llama “Las verdaderas víctimas de la moda”, porque para que unos vaqueros cuesten 9,99 euros o dólares en el primer mundo, quiere decir que en alguna parte del mismo mundo, pero a miles de kilómetros de la tienda, alguien está trabajando como un esclavo.

El accidente que tuvo lugar en las fábricas textiles de Bangladesh en 2013, donde murieron 1.300 personas y hubo más de 2.500 heridos, destapó una terrible verdad, concienciando a la población de los países desarrollados de que estaba siendo cómplice de la explotación laboral, con el fin de llenar sus armarios con prendas bonitas y baratas. Por consiguiente, la imagen de muchas marcas de moda se vio afectada, lo que provocó que las multinacionales del sector emprendieran acciones y medidas legales para garantizar que sus productos eran fabricados en las mejores condiciones laborales.

Sin embargo, la opacidad en la producción textil y de la moda en general, no solo afecta a las condiciones de los trabajadores. Greenpeace, a finales de 2012, inició una campaña llamada Detox[2], en la cual denunciaba la utilización de sustancias tóxicas y peligrosas en la fabricación de prendas de grandes marcas internacionales como Calvin Klein, Victoria’s Secret o Zara. Dichas sustancias, además de contaminar los ríos y cauces de los países fabricantes (China y México, principalmente), también pueden provocar cáncer en las personas, debido a que estas sustancias químicas quedan impregnadas en la ropa tras el proceso de elaboración.

Gracias a una serie de acciones de los activistas de Greenpeace en las tiendas del gigante Inditex, 320.000 personas firmaron la petición de la ONG verde para que el dueño de Zara adoptara un convenio que evitara más “víctimas de la moda”.

Actualmente el 10% de la industria de la textil mundial se ha comprometido con el planeta y sus consumidores para eliminar los tóxicos químicos de su ropa. Esto se traduce en que marcas como Adidas, Benetton, Burberry, C&A, Esprit, G-Star, H&M, Inditex, Levi´s, Mango, Mark& Spencer, Primark, Puma y Valentino han obtenido el título de “Líderes Detox” que otorga Greenpeace a las marcas que emprenden acciones y medidas para garantizar su compromiso, pues las palabras se las lleva el viento.

Los telediarios de todo el mundo se llenan de escándalos de corrupción política, fraude fiscal y banqueros sin escrúpulos, pero detrás de las etiquetas de ropa existen muchas historias oscuras y corruptas que no salen en los medios. El mundo debe ser más consciente con la moda que consume y asumir su parte de responsabilidad dentro de las cadenas de producción.

En España se ha tenido que sufrir una crisis económica, sin precedentes, para aprender a leer la letra pequeña de las hipotecas. ¿Será necesaria una catástrofe humanitaria o medioambiental, para saber qué significa “Made in Taiwan”, nonilfenoles, ftalatos y PFCs de las etiquetas de ropa?

Notas

[1] Informe completo de la ONG Oxfam Intermón, Derechos que penden de un hilo
[2] Enlace a la campaña Detox de Greenpeace en 2012.