Midnite porridge es la primera exposición en kurimanzutto dedicada a Ming Fay (1943–2025), artista nacido en China y radicado en Nueva York, cuya obra transforma el mundo orgánico en un lenguaje escultórico que juega con la escala, la imaginación y las resonancias culturales. A lo largo de cinco décadas, Fay dibujó, pintó, moldeó frutas, raíces, verduras, huesos, conchas y semillas en formas tanto usuales como híbridas—a veces fieles a su apariencia natural, y otras inspiradas en una botánica subjetiva y onírica. Lúdicas y monumentales a la vez, estas obras evocan fantasías de abundancia y crecimiento.
La exposición toma su título, Midnite porridge, de un libro de artista autoeditado en 1987 que reúne sus bocetos, aforismos y reflexiones sobre la conexión entre el arte, la naturaleza y el bienestar. En sus páginas, las plantas se transforman en figuras casi humanas que parecen trazar lentos gestos de tai chi, mientras que algunas anotaciones sobre el ritmo y la respiración acompañan dibujos de frutas y raíces. Para Fay, la avena cocida (porridge) era más que un alimento: era una metáfora de transformación, un proceso en el que elementos dispares se mezclan, hierven a fuego lento y se convierten en algo que nutre. Sus esculturas a gran escala reproducen esa misma alquimia, otorgando a las formas orgánicas una fuerza silenciosa que transforma lo cotidiano en objetos asombrosos y míticos.
Entre sus obras de gran formato —peras que simbolizan prosperidad, relaciones duraderas, sabiduría y justicia; jengibres que invocan salud y calidez; pimientos que aluden a la pasión y la abundancia; lichis que recuerdan la belleza efímera —, Fay captura la tensión entre las múltiples capas de significado que estas formas encierran en distintas culturas. Sus esculturas pueden leerse como homenajes a la naturaleza, pero también como monumentos a las redes diaspóricas que la sostienen: los puestos de vendedores de fruta en los barrios chinos, cuyo despliegue de abundancia remite a historias donde se entrelazan la migración, el trabajo y la capacidad de adaptarse a nuevos entornos. En su grandiosidad, estas obras recuperan y reconfiguran objetos que nos son familiares a través de una mirada que los dota de un valor y significados renovados.
La exposición reúne esculturas y dibujos que reflejan la visión de Fay de un mundo en el que diversos paisajes coexisten en un frágil equilibrio. Su práctica pone de relieve la persistencia de los sistemas orgánicos dentro de las cada vez más densas arquitecturas urbanas, revelando cómo los entornos naturales y construidos permanecen en constante negociación.















