Entre los vaivenes de la vida cotidiana, el lector concluye la lectura de Zavasabel (Editorial Renacimiento, España, 2025, en venta en Chile) con la sensación de haber atravesado más que una novela, un itinerario lúcido por la historia reciente del siglo XX. Zavasabel, es un acrónimo de cuatro ciudades donde transcurre la historia: Zagreb, Varsovia, Santiago y Belgrado, ambientada en la década de los ochenta. La obra de Fernando Ayala -con una larga experiencia diplomática como embajador de Chile- está escrita con pulso firme, con esa mezcla precisa de conocimiento político y sensibilidad narrativa que sólo se logra cuando se ha visto el poder desde dentro y el dolor desde cerca.
El manejo de los escenarios entre países con dictaduras, como lo fueron Yugoslavia, Polonia y Chile, con sus matices evidentes, revela una notable síntesis entre paisaje y tiempo. Narrado por una pareja de corresponsales, en la novela las ciudades no son meros decorados, sino organismos vivos donde respiran las ideologías, las guerras, las pasiones y los sueños extraviados de una generación. Esa capacidad de condensar procesos históricos complejos en gestos humanos otorga al texto una dimensión ética sin convertirlo en tratado, a la vez que lo libra del riesgo de transformarse en un documento académico.
Los personajes, con sus heridas y esperanzas sostienen la ficción política basada en hechos históricos, un entramado con verdad emocional. A través de ellos, la historia adquiere carne y temblor: se percibe la ilusión que animó los años ochenta y noventa, y también la resaca moral que siguió a su derrumbe. Ayala escribe desde la memoria sin caer en la nostalgia, con distancia crítica y afecto al mismo tiempo, lo que vuelve el relato veraz y entrañable, un llamado urgente contra la sombra de los autoritarismos que parecieran estar siempre presentes.
Durante la lectura surgen recuerdos y asociaciones de una Yugoslavia desaparecida. Estas evocaciones emergen porque Zavasabel despierta la memoria sin imponerla: abre un espacio donde pasado y presente dialogan sin retórica.
La novela logra lo más difícil: pensar la historia desde la emoción, y la emoción desde la lucidez. Es una obra madura, consciente de sus límites y de su tiempo, pero también de la fragilidad humana que subyace a toda ideología. Con Zavasabel, Fernando Ayala entrega una narrativa que combina inteligencia, experiencia y sensibilidad, consolidando una voz que observa la historia con mirada crítica y compasión por el ser humano.

















