Hay artistas que están llamados a dejar huella, son talentos que no podrán evitar convertirse en referentes del arte de su país, tarde o temprano. Hugo Salazar Chuquimango (Callao, 1980) es uno de ellos. Basta ver sus surrealistas obras, como “Guerrero lagarto”, “Paisaje fosilizado”, “Aquiles y Áyax jugando a los dados”, “Ojos que no ven, corazón que se inunda”, “Humanidad fascinada por su ciencia y progreso”, “Labio alado”, “De sastre a soldado, de soldado a la guerra y en la guerra el desastre” o “Atado y varado a orillas de tu recuerdo” para comprobar la originalidad de su propuesta y su notable destreza técnica.

Hugo ha estudiado pintura en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú (ENSABAP) entre los años 2006 y 2010. Cuenta con diversas exposiciones individuales, de las cuales las tres últimas son: “El árbol de la vida” (2019), “Trazador de sueños” (2017) y “Efigies del deseo” (2016). Además, desde el jueves 25 de abril expone “El árbol de la muerte” en el Corte Inglés, en Miraflores, tras cinco largos años de ausencia en las galerías. Igualmente, ha participado en muestras colectivas como “Historias inmersivas. Entre la vigilia y el sueño” (2023), “Elegías al padre” (2023), “Vorágine. Del cuerpo al vacío” (2022), “2020 Reflejos de una época” (2021), entre otras.

Es ineludible resaltar que Hugo es el artista peruano más premiado de su generación. Al respecto, obtuvo el 2do puesto del XXVIII Concurso de Pintura MICHELL (2008), fue Mención Honrosa del II Concurso de Jóvenes Creadores de Lima Metropolitana (2009), ganó el 3er Premio del III Concurso de Jóvenes Creadores de Lima Metropolitana (2010), recibió el Primer Premio del XII Salón Nacional de Pintura ICPNA (2010), consiguió una Mención Honrosa del XLIV Salón Nacional de Acuarela ICPNA (2016) y fue el Ganador del Concurso de Dibujo – Dos Generaciones del Británico (2022).

Por cierto, Salazar Chuquimango pertenece a una hornada de artistas plásticos, menores de 45 años, que viene destacando y exponiendo con frecuencia en las galerías y museos de nuestro país (y, en algunos casos, también del extranjero). Entre ellos, podemos mencionar a los pintores José Luis Carranza, Rember Yahuarcani (Loreto), Iván Fernández-Dávila, Akira Chinen, Marilya Hinostroza Gonzáles (Junín), Jhoel Mamani, Joan Alfaro Cabrera (Cajamarca), Diego Alcalde Taboada, Camila Figallo, Nuria Cano Erazo, Jairo Robinson, Harry Pinedo (Ucayali), Elizabeth López Avilés, Diana Riesco-Lind (Ucayali), Salima Black, Zoraya Cánepa o el escultor Millard Llanque (Puno), entre otros.

En la siguiente entrevista, Hugo cuenta sobre la importancia del surrealismo en su estilo pictórico, los primeros años con su familia (con sus padres como dos polos opuestos, pero complementarios, para su formación vital), sus influencias artísticas tempranas, su forma de enfocar y desarrollar técnicamente su trabajo artístico (sobre todo, basándose en lo que él califica como “espacialidad”), la relación que él mantiene con los artistas-colegas de su generación y la manera en que las redes sociales han contribuido a que su sorprendente arte sea más conocido entre el gran público.

Hugo, quiero decirte que es un gusto estar aquí en tu taller y poder entrevistarte. Eres un artista que sigo desde hace años, he visto varias de tus muestras. Creo que eres uno de los artistas con más talento que hay en este país. Así que muchas gracias por esta oportunidad de entrevistarte. ¿En qué momento te encuentras ahora, en tu carrera? Ya con varias exposiciones encima, bastantes colectivas, individuales, premios recibidos y con mayor cantidad de seguidores cada año. ¿Cómo sientes que va tu carrera como artista?

Gracias, Gianmarco. Yo ahorita estoy en un proceso que no para nunca, de tratar siempre de hacer retrospección conmigo mismo ante las obras que he hecho antes. Es todo como una secuencia de la misma historia. Todo lo que vengo creando en ese lenguaje, no lo he perdido. Pero, a la par, he estado trabajando también encargos con coleccionistas, de obras que, capaz con nuevos títulos, no se separan mucho de mi temática. Sobre todo, esta parte, que me hayan ayudado económicamente. Hace dos años y medio, más o menos, que ya no tengo trabajo fijo, entonces tener encargos siempre me ha ayudado. Porque, de alguna manera, los mecenas y yo nos comprometemos a que haya un pago mensual y eso me trae tranquilidad. Sobre todo, para seguir desarrollando los temas personales que tengo.

¿Dirías que ya has conseguido vivir del arte? ¿Crees que ya lo puedes decir así, con seguridad?

Estamos 2024… Más de doce años que, de alguna manera, se puede decir… No me gusta mucho la frase “vivir del arte”, porque considero que es poco provechosa con el talento heredado de las personas. Siempre me digo: “Vivir para el arte”. Pero si hablamos de “vivir del arte” económicamente, hace doce años que vengo viviendo de él. Como te digo, dejé mi trabajo oficial hace dos años. Mi trabajo oficial era el de vigilante. Renuncié a él, tenía un sueldo fijo, pero económicamente no era tan bueno como lo que sí me daba el arte hace doce años. Ahora sí tengo que hacer otro tipo de estrategia, ya que no tengo un sueldo fijo y, por ende, el tipo de estrategia es más empresarial.

Yo me refería a que ya puedes vivir de tu trabajo, porque este es tu trabajo.

Sí.

A eso me refería con “vivir del arte”. Yo sé que, de repente, el término no suena tan bonito.

Claro, sí.

Entonces, ya vives de tu trabajo, que es el sueño de la gran mayoría de artistas consagrados o jóvenes. Sueñan con vivir de su trabajo artístico. Por otra parte, estamos justo en este 2024 celebrando los cien años del surrealismo. Y tus trabajos, no digo todos, pero la mayoría son surrealistas. Entonces, ¿te consideras o sientes que eres un referente del surrealismo en el Perú?

Sí. Cuando yo tomé esta temática surrealista hace veinte años, yo veía muchos maestros surrealistas que considero, pero la nueva juventud de artistas, no sé, los veía más inclinados a lo Szyszlo, a lo Ramiro Llona. Veía mucha abstracción en los jóvenes artistas. Por ahí me encontré con algunos jóvenes artistas de Bellas Artes que hacían surrealismo, pero eran casi nada. Y ahora último, sí ha habido como una moda de surrealismo. Por suerte, las galerías han tenido para bien eso, cosa que a mí me ha servido. Sobre todo, en los concursos. A veces, se premiaba mucho la cuestión de ser expresivo, pero a la imaginación parece que no le daban tanta acogida, más que a la fantasía. La fantasía, para mí, está muy separada del surrealismo. El surrealismo es una cosa más abocada a lo simbólico. Sí, estoy en eso. Demasiado cómodo, creo, con el surrealismo. Y sí me gustaría este año hacer algo en homenaje a ello. Poder hacer una gran obra que tenga relevancia y significancia con este tema, con este centenario del surrealismo.

De todas estas obras que tú has presentado en concursos y han recibido reconocimientos, sea el primer premio, segundo o tercero, ¿tú sientes que alguna de esas ya es tu obra maestra? ¿Sientes que alguna de esas es “la obra” que has querido hacer o todavía te falta alcanzar este ideal?

Sí, hay una obra que la considero un poco irrepetible en cuanto a lo que yo hago y se llama “La máquina de mi madre”. Una obra más que surrealista, yo la llamo “simbólica”. Lo que pasa con esa obra es que yo he sido más honesto de lo que debí. Porque yo sí considero que mi obra debe ser honesta. De alguna manera, si soy surrealista, tiene mucho que ver el trabajo que yo tenía. El trabajo de vigilancia tenía que ver con la vigilia, el acto de no dormir. Yo he trabajado muchos años de noche y sentía que en las noches afloraba esta imaginación. Eso era mi honestidad de ser surrealista.

En cuanto a este tema del cuadro “La máquina de mi madre”, la honestidad doble que te digo que tuve fue que usé esta ensoñación en un tema familiar. Estaba mi madre, mis hermanos y la máquina que yo usaba se había convertido en gigante. Y todos nos convertimos en parte del simbolismo que estaba aliado a un hilo, que recorría a toda la familia. Y por ahí había un par de cosas más, una tijera que tenía mi padre y otras cosas más. Estaban muy bien acopladas. Yo considero que es una obra que era parte del homenaje a mi mamá, en esa época. Iba a ser regalada para ella, pero, de alguna manera, quería que se cumpla. El cuadro ganó y ahorita no tengo una motivación o un homenaje que vaya con honestidad a algo. Porque sí, ese cuadro era como una catarsis. Si se puede llamar “homenaje catártico”, era ese.

El objeto de la máquina era, en verdad, como la casa materna o la protección materna. ¿Ese era el símbolo?

Sí, era algo acogedor. Toda la familia estaba alrededor, pero, a la vez, era también el símbolo de un motor familiar que estaba secundado por mi madre casi en primer plano. Y secundado porque ella podía ser el cerebro y la máquina su cuerpo. Esa máquina que tuvo que trabajar duro, ser un motorcito para la familia, era ella. La representación de ella en su calidad de persona obrera, muy trabajadora, no tan pensante sino productiva.

¿Y tu mamá en algún momento tuvo una inclinación artística? ¿Algún familiar te contagió esa vena o tú fuiste el pionero en tu familia en el tema del arte?

En el caso de mi familia, mi padre era el artista. Una persona muy creativa, juguetona en todo momento. Lo veía dibujar, dibujaba bien, pero más que eso era una persona creativa. Podía utilizar objetos y muchas cosas, sentirse muy libre en el ámbito de la casa. Esa libertad para crear no solo con el lápiz. En el caso de mi mamá, siempre al aire libre, como un arquetipo de producción, trabajo y más trabajo. Ella era eso más que una persona creativa.

¿Recuerdas alguno de esos productos artísticos o creativos que tu papá elaboraba o dibujaba?

Sí, había uno que era como un juego que nos hizo a todos nuestros hermanos. Nosotros somos cuatro. Dos hermanas y dos hermanos. Este acto era el de, en la mañana al despertarse, él nos esperaba con una naranja de tipo Huando, de las más grandes. Nos la ofrecía en la mañana. Uno la agarraba y la naranja se destartalaba como un acordeón, porque en verdad no había naranja. Él lo que había hecho era pelarla cuidadosamente, sacaba lo que hay dentro y volvía a armar la naranja, como si fuera una cúpula. Y adentro solo había vacío. Y nos la ofrecía así, tan jugosa. Era un tipo de juego que hacía él para sentirse como niño, reírse. Me parecía chistoso. De hecho, hay que tener paciencia y el arte en las manos, porque yo lo he intentado y hasta ahora lo intento, tratando de sacar como él lo hacía, de esa manera tan bien hecha. Era, prácticamente, una escultura.

¿Y te sale o no te sale?

Sí, la pelo bien, pero no llego a encapsularla como él la encapsulaba. Pero sí he intentado. No es que coma mucha naranja.

Seguramente lo hacía -imagino yo- porque quería ver la sonrisa de sus hijas y sus hijos.

De hecho que sí. Él era un poco falto de palabras. En sus acciones era así, bien emotivo, juguetón, pero no te transmitía en palabras mucho. Es más, lo que tengo son recuerdos como ese.

No era muy verbal sino más de actos.

Sí, claro. Era una especie de actor que transmitía emoción.

Bonito recuerdo. Hugo, ahora que estamos en tu taller -cambiando de tema ya, saliendo del ámbito familiar-, quería mencionarte que veo y también he visto antes, en tus dibujos y tus pinturas influencias de artistas europeos, sobre todo italianos. Hay una medusa, creo, en uno de esos cuadros (cercanos). ¿Cuáles son los artistas italianos de tu preferencia? Porque es evidente el influjo del arte europeo en ti. ¿Tienes alguno en particular o son varios los que influencian en ti? O crees que influencian en ti. Porque, a veces, a uno le gustan algunos artistas y, en verdad, no pinta (uno) como esos artistas, pero le gustan.

Sí. En sí me considero un pintor, aparte de que mi mercado es ese, el de la pintura, la forma cómo se me demanda. Pero, extrañamente, los artistas que más me gustan son grabadores. Gente que pintaba también, como Durero, que es uno de ellos. Sus grabados me gustan un montón. Por ahí que sus acuarelas o sus pinturas en segundo plano. El mundo que creaba y los personajes… Cómo podías identificar en sus personajes que estaba la mano de Durero. El otro caso es Escher, ese mundo alucinante que creó con perspectivas falsas. También es otro de los referentes que tengo. Eso tiene que ver mucho con el lado imaginativo. Durero con sus grabados, Escher también con todo su mundo creado. Pero sí, siempre estaba muy afanado por tener una buena técnica pictórica, porque, al final, de eso es de lo que viven.

Durero era más el estilo clásico.

Claro.

De dibujar y todo. Y Escher es, como se dice, el arte moderno, en cierta forma.

Claro, sí.

Esos juegos de (perspectiva)… Uno parece que ve algo, pero en verdad no es lo que ve.

Claro, sí. Como te dije hace un rato, considero que el arte, aparte de misterio, tiene que tener algo de divertido. Y si voy buscando la parte pictórica, es un poco más frío en ese aspecto, porque me preocupa la atmósfera, la armonía, la paleta de un pintor y por ahí me puede llevar a Tintoretto, Velázquez. Son pintores de la época renacentista barroca.

Te interesa mucho, por los referentes que mencionas, el tema de la perspectiva.

Sí, estoy muy preocupado en lo que yo llamo “espacialidad”. La perspectiva… Es que tengo no tan buen recuerdo de lo que se me ha enseñado de perspectiva en la Escuela de Bellas Artes, que es muy básica. Aprender la perspectiva de un punto de fuga, dos puntos de fuga, en picada, contrapicada. Armar una perspectiva es casi como lo saben los arquitectos, supongo. El arquitecto se puede afanar en conseguir una perspectiva no solo con ese punto de vista de un plano bidimensional sino tridimensional, armando sus maquetas. Por ejemplo, la vista de la planta es la que hace la profundidad verdadera de aquello que vemos. Y esa vista de planta es transmitida en otros puntos para poder ver lo que quieres hacer, en realidad. Siempre es mejor, para mí, hacer una vista de planta y una vista a la que yo llamo “vista de maqueta”, que es una vista de perfil, pero también comprende la profundidad. Es algo que pocas veces hago, pero siempre lo tengo presente.

¿Dirías entonces que la arquitectura es también parte de tus influencias a la hora de pintar?

Sí, porque yo un tiempo, cuando recién pintaba, quería crear ciertas edificaciones, pensaba siempre en el espacio más que en las figuras que iba a crear. Para todo tiene que existir antes una base. La base era crear arquitectura dentro de todo el ambiente imaginario que vas a hacer.

Nunca has partido de una figura, sea humana o de un animal, y después has armado un cuadro. Siempre has partido primero de lo que hay en el fondo del cuadro. ¿O me equivoco?

Para empezar un cuadro, sí. Para empezar un cuadro, ponte que yo ya tenga las dos, tres figuras, primero, segundo, tercer plano… Tengo que llegar a abrir el fondo, desde dónde estoy mirando la obra. Y solo así haces que todo, la cuestión esta que has imaginado como figuras principales o secundarias, no se distorsionen conforme a la vista de donde vas a tomar. Hay obras que a mí me incomodan mucho, que yo veo de otros artistas del pasado, de ahora. Las obras son estas: agarran una imagen desde un punto de vista y otra imagen desde otro punto de vista y la pegan como si fuera collage y yo puedo percibir eso inmediatamente. No corresponde al plano de todo lo que se ve.

Te parece que no es muy honesto ese tipo de pinturas que son armadas, como tú dices, como un collage. Claro que un espectador con cierta experiencia en ver arte, se va a dar cuenta que allí ha habido un armado artificial. No es que la obra está ahí, fluyendo, sino que, de repente, es como tú dices: una parte es una cosa, la otra (parte) es otra, lo pegan y ya.

Sí.

Presentamos esto como una sola (obra). Es más una cosa del siglo XX que un arte antiguo.

Sí. En este caso, yo veo que la honestidad del artista siempre es hasta donde él sabe. Capaz hay mucha ingenuidad en sus estudios y no ha entendido bien cómo funciona esto. Entonces, a lo que puede dar lo da, pero se nota técnicamente que no debería ser así. A veces, hay gente muy bien dotada académicamente, pero se han afanado mucho en que lo principal sea lo académico. Y el otro estudio es la profundidad, el espacio. Y quien no ha comprendido bien el espacio y la figura, no se equilibra bien por los dos lados. En mi caso, no es que haya demostrado académicamente muy bien, como sí lo podrían demostrar otros, la figura. Me han preocupado los dos ámbitos. Capaz ahí está el equilibrio. No tienes por qué estar tan metido en una materia como la figura y después no comprender el fondo, el espacio. O al revés. Yo creo que todo debería compensarse en su verdadero equilibrio, que es un poco de esto y un poco del otro.

Ahora, hablando del arte peruano de tu generación, ¿cómo sientes que te llevas con tus compañeros? Sea que también realicen arte surrealista o, de repente, otro tipo de arte. ¿Cómo ves esta comunidad de artistas de tu generación?

Yo veo que hay muchos artistas en mi generación y la considero muy competitiva. Como siempre, van en cada artista los egos. Capaz también por el otro lado de este individualismo de cada uno de ellos, veo que hay grupos, argollas. Es un poco difícil este tema, porque hay, yo considero, pequeñas argollas, grandes argollas. Si le podemos llamar argollas a un grupo de artistas que tienen las conexiones necesarias para poder lucirse en las galerías más importantes de acá, del Perú, entonces creo que sí. En este aspecto, yo podría decir que admiro a muchos artistas, pero tampoco es que… Es como que si nos estuviéramos midiendo de lejos.

Por ejemplo, ¿te invitan a talleres de artistas de tu generación, sean hombres o mujeres? ¿Tú invitas a otros artistas a tu taller? ¿Con algunos tienes esa camaradería?

Hubo un tiempo que sí, de repente, la tuve, pero sí eran muy pocos. Casi nunca he sido de los artistas que le escriba a alguien, le toque la puerta y le diga: “Oye, tal día me gustaría ver tu exposición”. En mi caso, todo fue muy diferente. Yo considero que he sido un poco más solitario, ensimismado. Eso no está bien del todo, pero siempre he considerado que los verdaderos maestros ya están muertos. En mi caso, sobre artistas que me hayan buscado, también son poquísimos. Eso más lo veo en los jóvenes que en gente de mi generación. Desde hace más de diez años, los jóvenes artistas siempre están tratando de inmiscuirse en el circuito del arte, siempre están ahí curioseando, tratando de saber la experiencia de los artistas que se están consolidando o consolidados. Los buscan para compartir ideas y todo, para que les aclaren y les despejen todo lo que sienten en el medio artístico.

¿Y cómo te llevas con las redes sociales?

Creo que con el Instagram un poco mejor. Yo desde 2018 empecé a tener Instagram. En lo que yo puedo dar con las redes sociales, sí, creo que me llevo bien con esa red. Anteriormente, antes de 2018, usaba Facebook, pero siempre me sentía un poco mal y necesitaba alejarme. Creo que las palabras a mí me hieren más que las imágenes. Y siempre había mucha contaminación, que te escribían cosas, tú te pronunciabas y te escribían y todo se hacía…

¿Sientes que te ganabas más enemigos (gratuitos) en Facebook que en Instagram?

Claro, sí. Por lo que decía. De repente, me involucraba en ciertas frases que la gente ponía en sus muros, o yo mismo también me pronunciaba en mi muro. Tanto así que, a veces, durante medio año o inclusive un año o dos años cerraba mi Facebook.

Desaparecías.

Desaparecía, porque, en verdad, no es que me interesaba tener una red para promover mi arte.

Justo yo te preguntaba por eso: para ver si sentías que las redes sociales te habían ayudado a difundir tu arte o no.

Claro. Creo que el estar mucho tiempo ausente en el Facebook no me había ayudado mucho en estar vigente en el medio artístico. Podría decirse que me hacía bien cuando regresaba. Porque también regresaba por algún motivo, como difundir alguna exposición mía y así reaparecía. Siempre de esa manera: una exposición individual del artista tal o una colectiva en donde aparecía yo. Y en el caso del Instagram, tiene más que ver ese lado comercial de conseguir ahí una venta con alguna obra. Sobre todo, dibujos.

Imagino que consideras a las redes sociales como un mal necesario para un artista. ¿O no?

Sí, es un mal necesario. Yo no lo uso, pero el celular también es un mal necesario.

No te afana mucho la tecnología, pero hay que usarla.

Sí, porque ya estamos en un mundo competitivo y el que tenga las mejores herramientas es el que la va a hacer.