Vivimos más. La vejez ocupa buena parte de nuestro tiempo de vida. La vejez es, sin duda, uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos. Alcanzar un buen estado de bienestar mientras envejecemos es algo de lo que debemos ocuparnos. No es un reto sencillo, el cambio demográfico y la transformación de nuestros estilos de vida han aumentado la brecha generacional, el aislamiento y la soledad en una sociedad en la que la vejez se vive de forma muy diferente a hace apenas unas décadas.

La vejez no tiene buena prensa. Los medios de comunicación y la investigación tienden a ignorar lo que de positivo tiene llegar a viejo, centrándose casi exclusivamente en los problemas físicos y mentales que también llegan con la vejez. Pese a esto, cada vez más, necesitamos considerar la enorme importancia de enfocar el envejecimiento y a las personas mayores desde el punto de vista de las fortalezas que nos proporciona la edad y no solo desde sus déficits. Este cambio de paradigma trae consigo una nueva comprensión del envejecimiento.

Caminamos hacia una vejez muy distinta a la que veníamos conociendo hasta ahora. El envejecimiento activo va ganando posiciones en nuestra realidad física, psicológica y social. Es decir, el paradigma biopsicosocial gana terreno a pasos agigantados a la percepción de la vejez como un problema de salud. Una vejez activa requiere del compromiso personal de observar la propia vejez como protagonistas de esta, favoreciendo nuestras oportunidades de salud física y mental, así como de participación social.

¿Cómo queremos vivir la vejez?

En general, la mayoría de nosotros está preocupado y ocupado en mejorar la calidad de vida a medida que envejecemos. De hecho, cada vez más, las personas mayores quieren tener mayor capacidad de decisión sobre sus asuntos. Y este interés no está solamente relacionado con la salud o con la seguridad económica.

Las personas mayores quieren ser protagonistas de las políticas que les afectan, así como de tener participación, ser activos y activas, en la vida social, cultural, espiritual y cívica. Tener, en definitiva, una vivencia satisfactoria en todo su proceso de envejecimiento. Con mayor frecuencia, nos encontramos con personas de edad que son más felices, que aceptan su realidad de forma propositiva, que hacen ejercicio, cuidan su alimentación y participan en la comunidad.

Sin duda, se ha dado un gran paso para someter los estereotipos que los clasifican como un grupo pasivo y dependiente. Sabemos que muchas personas llegan a determinada edad con problemas físicos y mentales serios y, en consecuencia, necesitan de una sociedad que tenga cura y cuidado de ellas. Pero, afortunadamente y a lo que me refiero, es que ya la jubilación ha dejado de suponer una antesala a un corto periodo que desemboca en la muerte. Muchos vimos envejecer apresuradamente a nuestros padres tras el final de su vida laboral y aprendimos la lección.

El aislamiento social es reconocido como una de las mayores causas que hacen que nuestra forma de vivir la vejez esté cargada de pesimismo y apatía. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Chicago, Hacia la neurología de la soledad, vivir aislados, en cualquier etapa de nuestras vidas, pero, especialmente en la última etapa da la misma (un tercio de las personas mayores, en el caso de Europa, vive en soledad, según Eurostat), es una causa relevante de deterioro personal, enfermedad y muerte.

El contacto social en la tercera edad es fundamental para la salud, así como el intercambio de conocimientos, emociones, sensaciones, sentimientos, empatía, solidaridad, de compasión, complicidad y amistad, que se genera en la interacción con otras personas. Iniciativas como el cohousing ayudan a mitigar los efectos de este aislamiento social, mediante las comunidades de personas mayores o casas independientes gestionadas por los propios inquilinos. Pero, sobre todo, lo que se precisa para superar estas situaciones de soledad y aislamiento social, es una actitud más propositiva hacia la vejez activa.

Pensemos en que envejecer acompañados de una soledad no deseada tiene que ver con las fuerzas centrifugas que la sociedad ejerce sobre las personas mayores, expulsándolas cada vez más lejos. Esto nos lleva a creer que envejecer supone llegar a una etapa de la vida cuasi insulsa, contrariada. Algo que nos aleja de cualquier paradigma de dignidad y de la belleza que supone vivir más años en un envejecer individual, consentido y deliberado por la propia persona, desde su propia libertad de elección. Y en ese pensamiento necesita ser cambiado, ¿no les parece? Transformar la realidad de la soledad no deseada es parte del envejecer con sentido, y forma parte del desarrollo de una sociedad más sana.

Vivir bien es más que vivir mucho

Envejecer tiene su propio color. Es distinto al de las etapas anteriores de la vida y, a la vez, la suma de todos ellas. Es decir, la vejez es la etapa en la que la persona reúne su identidad y su experiencia a lo largo de toda su vida para construir su presente. Es importante tomar conciencia de que podemos elegir nuestra forma de envejecer o de cambiar el estilo de vida pasivo que llevamos cuando ya somos personas mayores. En realidad, el algo que deberíamos plantearnos de más jóvenes. Pero solemos verlo como algo lejano o como algo sobre lo que no podemos incidir. Aunque esta visión, esta idea, está empezando a cambiar, porque cada vez comprendemos mejor la importancia de lograr una vejez que valga la pena vivir.

La esperanza de vida aumenta y cae la natalidad. Somos una sociedad en proceso de envejecimiento. En Europa, en general, y en España en particular, hoy existen más personas de más 65 años que niños de entre 0 y 14 años. Afortunadamente, este retraso del envejecimiento en relación con décadas anteriores trae consigo, igualmente, un retraso de la dependencia personal. De hecho, el término eufemístico de «cuarta edad» se acuña a propósito de la mayor autonomía y buena salud de quienes están entre los 65 y los 75 años.

No obstante esta realidad, el aumento de nuestro tiempo de vida también supone un aumento de las enfermedades degenerativas, lo cual, en mi opinión, también es una buena razón para vivir lo mejor posible en nuestro presente, en el que podemos mantener una actitud de vejez activa como principio de prevención de situaciones de dependencia, pero también, como contribución a una cultura generalista del envejecimiento de más salud, participación y seguridad. Esto es, apostar por una buena calidad de vida en la vejez.

¿Y qué es calidad de vida en la vejez?

La calidad de vida es uno de los conceptos más utilizados tanto por los planificadores sociales como por los distintos profesionales de las ciencias ambientales, sociales y de la salud. Podríamos decir, incluso, que está de moda. En cualquier caso, es un concepto más relacionado directamente con lo que hacemos con nuestra vida, que con la cantidad de años que vivimos.

La calidad de vida requerida por las personas mayores, aunque mantiene aspectos comunes con la de otros grupos de sujetos, tiene un perfil específico en el que, por ejemplo, no intervienen factores referidos al trabajo y donde existen otros efectos idiosincráticos que tienen que ver con el mantenimiento de las habilidades funcionales o de autocuidado. De igual manera, la calidad de vida en la vejez difiere de otros grupos de edad en los factores socioambientales, así como las habilidades interpersonales y sus apoyos. Cabe entender, por tanto, la calidad de vida como un constructo complejo, multifactorial, en donde se acepta una dualidad subjetiva-objetiva: la primera hace referencia al concepto de bienestar o satisfacción con la vida y estado de ánimo positivo, y la segunda está relacionada con aspectos del funcionamiento social, físico y psíquico, siendo la interacción entre ambas lo que determina el estado de bienestar.

La calidad de vida en la tercera o en la cuarta edad (como se prefiera), requiere que la persona reorganice su escala de deseos, buscar una valoración positiva sobre sus capacidades y pueda seguir considerándose a sí mismo como una persona independiente. Que se sienta capaz de realizar comportamientos que le proporcionen bienestar y satisfacción vital.

Vivir con vitalidad

A lo largo de este año 2023, organizado por el Ateneo de Las Palmas, coordinaré unas charlas coloquio sobre la importancia y la necesidad de experimentar una vejez activa. La iniciativa tiene que ver con la filosofía y la disposición del departamento de psicología y filosofía de este Ateneo, del que asumo responsabilidad, de realizar acciones directas de interés para la ciudadanía. En Canarias se contabilizan, en la actualidad, 126 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16 años.

¿Es una buena vejez una cuestión de azar?

En el simposio «Longevidad y comportamiento» de 2018 organizado por la Fundación Ramón Areces y la Academia de Psicología de España, se afirmó que en un 75% las claves de una buena vejez dependen de la propia persona. Es decir, de llevar a la práctica un envejecimiento activo más allá de la influencia genética (que se calcula en un 25%).

El envejecimiento es un largo proceso que no se subordina al azar, sino que, por el contrario, obedece a la conducta como determinante de un estilo de vida sano que nos lleve a una forma satisfactoria de hacernos mayores. La buena vejez se relaciona con la autonomía, la actividad física adaptada a las características de la persona y una salud mental buena (evitar la soledad protege la mente). En nuestras charlas abordaremos algunas de las claves para tener mayor vitalidad en nuestra ancianidad. Una información que deseamos sea de utilidad tanto para quienes ya están en esta etapa de la vida como para todos los demás, a nadie se le escapa que tarde o temprano llegaremos a viejos.

Por cierto, no lo había comentado hasta ahora: me gusta utilizar mayormente la palabra viejo, mucho más que la de anciano, persona mayor o tercera edad. Y eso a pesar del carácter peyorativo que se le atribuye al vocablo viejo y el estereotipo de representar lo viejo como lo adverso de la vida. La utilizo con la intención de restituir a la palabra su identidad. Viejo es una palabra digna. La vejez también es una fortuna para las otras generaciones cuando transmite esperanza. No tengo miedo a utilizarla y menos intención de cambiarla por eufemismos que nos acercan a la mentira. Yo espero ser feliz también de viejo.

Hecho el paréntesis, voy a describirles algunas de las claves que pueden ayudarnos a desarrollar una vejez activa, a vivir esa etapa con mayor vitalidad y bienestar. Si aún no lo hacen, tengan la edad que tengan, aliméntense bien. Cuiden de su cuerpo, ocúpense de un mantenimiento óptimo de la salud: eviten riesgos como el tabaco o el alcohol, particularmente recomiendo más eliminarlos que reducirlos. Cuiden tu mente: sigan aprendiendo, no pierdan la curiosidad, acepten el envejecimiento y traten de disfrutarlo con optimismo y vitalidad mental y física. Salgan de casa, relaciónense, no eviten conocer gente nueva. Hagan ejercicio físico adaptado a sus condiciones personales, paseen, disfruten del paseo. La vejez es un escalón más en la vida donde la experiencia y la sabiduría afloran, acepten este nuevo rol e intenten sacarle el máximo partido.