A fines de los años 60, Robert McArthur (1930-1972) y Edward O. Wilson propusieron su llamada «Teoría de la Biogeografía de Islas». En esencia, indicaban que las tasas de inmigración de un lugar particular, una isla, estaban reguladas por la facilidad con la cual los nuevos recién llegados eran reclutados y, por consiguiente, la distancia que separa a esa isla de la región continental mas cercana. Muy por el contrario, las tasas de extinción son determinadas por el tamaño de la isla.

Una docena de años antes, el biólogo evolutivo y ornitólogo alemán Ernst Mayr (1904-2005) y el también ornitólogo, el venezolano William H. Phelps jr. (1902-1988) presentaban ante un número de científicos presentes en Basilea, Suiza, en ocasión del XI Congreso Internacional de Ornitología, su trabajo realizado en una región de Venezuela que bautizaron Pantepui. Nombraban así a una región particular de Venezuela, conformada por:

«The sandstone table mountains located in Venezuela in the Territorio Amazonas and Estado Bolívar and the adjacent bordering regions of Brazil and Guyana».

Estas montañas, de particular fisonomía, mesetas abruptas, con paredes verticales y cimas más o menos planas, características del llamado «Escudo de Guayana», están presentes en un alto porcentaje en la zona denominada la «Gran Sabana». La mayoría de los tepuyes se encuentran en los estados Amazonas y Bolívar, en Venezuela. Su nombre, tepuy o tepui, proviene de la palabra tahoi, que en lenguaje pemón quiere decir piedra. Me comenta mi amigo Charles Brewer Carias, que para los pemón:

«… todos los cerros, colinas y lomitas se llaman Tepe (Tepui). No son “montañas sagradas” como algunos afirman».

Al igual que las islas oceánicas, estas montañas se comportan como islas, e incluyen flora y fauna peculiares. Sin embargo, aún hoy la región del Pantepui es poco conocida.

Quizás quien primero se acercó a los tepuyes fue el militar y explorador español Antonio de Berrío (1527-1597), quien en busca de El Dorado gastó su fortuna y la de su suegro. Eventualmente fue hecho prisionero por el caballero, escritor, poeta, cortesano, espía y explorador inglés Walter Ralegh, quien no conquistó nuevas tierras, y realizó una expedición que fue prácticamente un fracaso, pero que convirtió en celebrado triunfo al publicar su libro:

«The Discouerie of the Large, Rich, and Bevvtiful Empyre of Guiana: With a Relation of the Great and Golden Citie of Manoa (which the Spanyards Call El Dorado) and the Prouinces of Emeria, Arromaia, Amapaia, and Other Countries, with Their Riuers, Adioyning : Performed in the Yeare 1595».

En este relato aparece la somera mención a un tepuy, así como a una caída de agua que se desprende de esta:

«… we entered a branch of a river that fell into Orenoque, called Winicapora; where I was informed of the mountain of crystal, to which … I was not able to march, … There falleth over it a mighty river which toucheth no part of the side of the mountain, but rusheth over the top of it, and falleth to the ground with so terrible a noise and clamour, as if a thousand great bells were knocked one against another».

A mediados del siglo XIX, otros exploradores comenzarían a acercarse a las cimas y eventualmente llegar hasta ellas. En 1881 y 1883, el naturalista, ornitólogo y entomólogo británico Henry Whiteley (1844-1892), llegaría al Roraima y el Kukenán, logrando subir hasta cierta altura del Roraima, sin llegar a su cima. Posteriormente, el antropólogo y botánico británico Everard im Thurn (1852-1932), junto al agrimensor británico Harry Inniss Perkins y el indígena Pomeroon Gabriel y cinco nativos más, ascenderían el tepuy Roraima y colectarían algunas muestras. El éxito de esta exploración fue denominado por la revista Nature como el:

«… cherished object of botanical exploration in South America for the last quarter of a century».

Im Thurn publicaría los detalles de su expedición en el Journal of the Royal Geographical Society y en su propio boletín, Timehri. Desafortunadamente, las condiciones ambientales en el tepuy, durante el tiempo que estuvieron, limitó la colecta de ejemplares. Los relatos de Im Thurn impactarían a Arthur Conan Doyle (1859-1930), quien utilizaría parte de esa información para escribir The Lost World muchos anos después. La singular Maple White’s Land descrita en esa novela de ficción, tiene una gran similitud con el tepuy Roraima.

Posterior a Im Thurn, serían los naturalistas John Joseph Quelch (1854-¿?) y F. McConnell, quienes siguiendo la misma ruta, alcanzarían la cima y lograrían realizar colecciones significativas de aves e insectos del Roraima. Muchos completamente nuevos para la ciencia.

Entre 1927 y 1928, el mastozoólogo George Henry Hamilton Tate (1894-1953) dirigiría una expedición del Museo Americano de Historia Natural al Roraima, y de seguida, entre 1928 y 1929, irían al Cerro Duida, siendo este el primer tepuy del entonces Territorio Federal Amazonas, en ser explorado para obtener ejemplares de fauna y flora. Poco después, en 1931, el ornitólogo estadounidense Ernest Golan Holt (1889-1983), haría la primera ascensión al Cerro Yapacana, para colectar aves.

En 1937 y 1938, el también ornitólogo y empresario venezolano-estadounidense William H. Phelps 91875-1965), patrocina y acompaña una expedición del Museo de Historia Natural de Nueva York al Auyantepui, coordinada por Tate. Es interesante acotar, que para esta expedición Phelps pensaba contar con el apoyo logístico de James Crawford «Jimmie» Angel (1899-1956). Pero un tiempo antes de comenzar la expedición, tanto el, como su esposa Marie (1906-1987), y sus amigos, Gustavo «Cabuya» Heny (1903-1982) y Miguel Ángel Delgado, aterrizarían en la cima del Auyantepui, quedando el avión «encallado». Phelps enviaría a Buscar a Jimmie y su grupo, pero este finalmente no podría incorporarse a la expedición patrocinada por Phelps.

Estas expediciones fueron muy exitosas y se lograron recolectar numerosos ejemplares de fauna y flora, permitiendo realizar las primeras listas faunísticas de insectos, principalmente lepidópteros, de la región del Pantepui.

El macizo del Chimantá fue explorado en 1950 por investigadores del Museo de Historia Natural de Chicago, con el apoyo de algunos investigadores venezolanos.

En 1956, la Universidad Central de Venezuela realizó una expedición multidisciplinaroa al Auyantepui. La investigadora Helga Lindorf nos indica que esta expedición estuvo

«...encabezada por Willy Ossott, Vicerrector de la Universidad Central de Venezuela, y por Diego Texera, Director de la Escuela de Biología, y la integraron profesores y estudiantes de nuestra Alma Mater pertenecientes a la Facultad de Ingeniería, con sus Escuelas de Biología8 e Ingeniería; y a la Facultad de Agronomía. Hubo también una participación estudiantil de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Central de Venezuela y de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de los Andes...».

En esta expedición se colectaron 2.822 insectos (sin contar a los caballitos del diablo y riega pozos -Odonata-) que incluía 816 lepidópteros (552 polillas y 264 mariposas) pertenecientes s diversas familias.

Con la presencia y uso del helicóptero, comienza la exploración moderna de los tepuyes a partir de los años 1960. Expediciones lideradas por Charles Brewer Carias, quien aún permanece activo, o los hermanos Armando y Fabián Michelangeli, de la Fundación Terramar, por solo nombrar algunos, comienzan a llevar a investigadores de diversas ramas de la ciencia, quienes publican trabajos científicos sobre fauna y flora de estas regiones. Más nuevos insectos son descritos o encontrados en los diversos tepuyes explorados. Más recientemente, un grupo de investigadores liderados por el entomólogo venezolano Mauro Costa ha emprendido un estudio detallado de los lepidópteros de la región y específicamente de estas particulares montañas. Tanto Mauro como mi amigo, el también entomólogo venezolano Ángel Luis Viloria han escrito un capítulo sobre los lepidópteros del Pantepui en libro titulado Biodiversity of Pantepui: The Pristine "Lost World" of the Neotropical Guiana Highlands a punto de salir. Angel Luis ha sido muy amable en permitirme revisar una prueba preliminar de su trabajo antes de ser publicada.

Las no tan numerosas colectas de insectos de la cima de varios tepuyes ha podido demostrar que la mayoría no son originarios de estos ambientes. Además, son relativamente escasos. Ciertamente, algunos son endémicos. Pero, en general, el número de la mayoría de los insectos tepuyanos es bajo, en comparación con grupos similares del bosque o sabanas circundantes. Una de las razones por el número reducido de insectos de las cimas está asociado con la rigurosidad del clima y la escases de nutrientes.

«Pozos, riachuelos y ríos, originados por constantes lluvias y lloviznas, son habituales en las cimas: allí pueden verse efímeras (Ephemeroptera) y caballitos del diablo (Odonata). De estos últimos se han encontrado numerosas especies endémicas y una marcada relación entre el Pantepui y ciertas mesetas de Camerún y Nigeria».

Las hormigas (Hymenoptera: Formicidae) pueden ser abundantes en número, pero escasas en especies. La cantidad de estas parece estar asociado al tamaño del tepuy, de manera que hay mas especies en el Auyantepui y en el Chimantá, mientras que hay menos en el Huachamakari y el Aparamán, que son tepuyes de menor tamaño que aquellos. En algunos de los grandes tepuyes podemos ver volar abejas que polinizan orquídeas y otras (Eulaema cingulata, Exaerete frontalis, Eufriesea pulchra, Apis mellifera, Centris sp.), las cuales, al igual que muchas hormigas han colonizado estas cumbres en épocas relativamente recientes.

Las mariposas son relativamente escasas, pero es posible ver unos cuantos satíridos (Nymphalidae: Satyrinae), mariposas comúnmente marrones, muchas veces inconspicuas, de vuelo más o menos errático, difíciles de atrapar. Varios trabajos generados luego de casi una veintena de expediciones realizadas por el entomólogo Mauro Costa y sus colaboradores, están ayudando a dilucidar los misterios del origen de la biota lepidopterológica pantepuyana. En seis entregas, y de seguro vendrán más, ya comenzamos a tener una idea de algunas de las especies de Lepidoptera que son endémicas de ciertos tepuyes, y otras que son de más amplia distribución y pueden encontrarse también en los alrededores.

De un grupo de polillas llamadas comúnmente taladradores gigantes o mariposas-polilla, los Castniidae, con el cual he venido trabajando desde que era joven, podemos decir que alcanzan a los tepuyes provenientes de bosques circundantes. Hemos conseguido a Castnius pelasgus y a Telchin atymnius en el Aracamuni, y curiosamente de allí obtuvimos ejemplares que sirvieron para describir a la especie Zegara fernandezi, cuyo nombre honra al entomólogo venezolano Francisco Fernández Yépez (1923-1986).

«Del Kukenán, Roraima, Auyantepui, Huachamacari y Aracamuni se conocen varios zancudos y mosquitos de las familias Culicidae (Wyeomya spp.), Chironomida (Culicoides spp.) y Ceratopogonidae (Metriocnemus spp.) cuyas larvas podemos encontrar en el agua contenida dentro de las plantas carnívoras del género Heliamphora».

Sin embargo, mi amigo Charles lideró una serie de expediciones a la Neblina durante los ochenta, en las cuales se colectaron «más de 2.500 ejemplares de dípteros». Muchos de estos están aún bajo estudio.

Los múltiples ambientes acuáticos de los tepuyes favorecen la presencia de grupos tales como los megalópteros (Corydalidae) que hemos observado en las cumbres del Marahuaka, el Auyantepui y el Arakamuni. También hemos visto varias larvas de Trichoptera, contenidas en sus fascinantes y curiosos estuches portátiles hechos de granos de arena unos, de minúsculos «palitos» y otros materiales vegetales, otros.

Gorgojos y escarabajos diversos han sido observados y colectados en varios tepuyes: Elmidae en el Auyantepui y en La Neblina, Ditiscidae en el Roraima y en el Ptari-tepui, donde también encontramos Hydrophilidae. Chinches y patinadores (Hemiptera) son también encontrados con relativa frecuencia.

En el año 2013, mi amigo, el explorador estadounidense Jeff Shea, la única persona que yo conozco que ha visitado todos y cada uno de los países del mundo, realizaba una expedición al tepuy Ichum. Curiosamente sobre su bote cayó un extraño saltamontes (Orthoptera). Jeff se comunicó con Charles, quien contactaría a varios entomólogos venezolanos, incluyéndome, sorprendiéndonos todos de lo curioso de este insecto: un saltamontes críptico con un prolongado fastigio en su cabeza. Lo cual motivó a Charles para bautizarlo como pinocho cuando trabajábamos en nuestra nota para darlo a conocer al mundo científico, su nombre: Bactrophora dominans. A pesar de no ser un típico insecto de tepuyes, por haber sido encontrados en bosques en Colombia, en Guyana y en la Guayana Francesa, tan solo siete ejemplares del mismo, incluyendo el tipo, son conocidos.

Pero, quizás, unos de los más curiosos insectos de los tepuyes son los misteriosos grillos acuáticos (también Orthoptera). Varias especies de estos bichos, ápteros, de hábitos nocturnos, han sido encontrados en la cima de varios tepuyes. Naturalmente endémicos, cada especie habita un tepuy diferente. Ellos están físicamente adaptados para generar un plastrón que les permite respirar mientras se encuentra bajo el agua de ciertos riachuelos, mientras se están alimentando de plantas acuáticas. Pertenecientes al género Hydrolutos, han sido encontrados en el Auyantepui (H. auyan), Chimantá (H. chimantea), Roraima (H. roraimae), Arakamuni (H. aracamuni) y Churi-tepuy (H. breweri).

El gran desconocimiento de los insectos de Venezuela es más que evidente cuando nos referimos a los tepuyes. Aquí, los esfuerzos de colecta han sido más o menos puntuales y, sin duda, limitados. Afortunadamente, el difícil acceso y la inclusión de los tepuyes entre las Áreas Bajo Régimen de Administración Especial, nos indica que en buena medida las especies vegetales y animales que viven en las cimas de estas curiosas montañas, se encuentran relativamente protegidas.

«Sin embargo, para saber con exactitud que se está protegiendo, debemos hacer mayores esfuerzos para conocer y estudiar los insectos de estos cerros».

Aunque no relacionado con insectos, pero si con exploraciones, quiero finalizar esta nota mencionándoles también que mi amiga Karen Angel, presidenta del Jimmie Angel Historical Project, a cuya directiva me honro en pertenecer, acaba de escribir el libro Angel’s Flight. The Life of Jimmie Angel, American Aviator-Explorer, Discoverer of Angel Falls. Trata sobre su tío Jimmie Angel, aviador, explorador, aventurero, descubridor del Salto Ángel. Karen ha engranado una historia fascinante sobre la vida de Jimmie, producto de una investigación detallada de archivos familiares e institucionales, recuerdos de amigos y familiares, así como las opiniones y estudio de numerosos ensayos publicados por otros muchos. El resultado es una historia amena y moderna sobre un hombre siempre interesante y el descubrimiento geográfico de una región que en buena medida está aún inexplorada.